«Los símbolos del franquismo han durado en muchos casos más que la propia dictadura de Franco», explica Eduardo España, un creativo publicitario madrileño residente en Costa Rica que ha recogido y geolocalizado en un mapa los 5.430 vestigios que, de manera deslavazada y sin coordinación, han ido documentando algunas administraciones, universidades y entidades memorialistas en los más de trece años de vigencia de la Ley de Memoria de 2007.
La recopilación, accesible en esta web y realizada como trabajo final en el Máster de Visualización de Datos de Shirta by Elisava, la Escuela de Diseño e Ingeniería de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, deja en evidencia a los poderes públicos por varios motivos entre los que destacan, más que la incapacidad, la dejadez para sistematizar esa información y para aplicar la Ley de Memoria.
En esto último tiene mucho que ver el hecho de que esa normativa no marcara ningún tipo de plazos y que carezca de medios coercitivos en caso de incumplimiento, lo que ha posibilitado que casi tres lustros después siga sin existir el «catálogo de vestigios relativos a la Guerra Civil y la Dictadura» que contemplaba el artículo 15.3 y ha permitido que la geografía española siga plagada de ese tipo de restos por no haber sido retirados ni resignificados sus espacios.
Otra de las evidencias de esa dejadez se manifiesta en la línea del tiempo que recuerda cómo después de los 36 años y medio transcurridos entre el final de la guerra civil en 1939 y la muerte de Franco en 1975, o de los 38 que pasaron entre la primera de esas fechas y el inicio de la transición con las elecciones de 1977, han ido pasando otros más de 45, o de 43, trece de ellos «incumpliendo la ley», tras los que esos vestigios siguen siendo visibles.
El contraste lo ponen los otros dos países de Europa occidental que sufrieron dictaduras en los años treinta y cuarenta: Alemania tardó solo cuatro años en borrar del espacio público las huellas de Hitler y del nazismo, un proceso que Italia activó en 1993 con la Ley Mancino.
«El monumento que Franco no pudo ver y usted en 2020 sí»
El trabajo de Eduardo España, titulado El gran tourndel franquismo, una guía que debería desaparecer del mapa, supone ahora mismo «el catálogo más grande a nivel nacional» sobre vestigios del franquismo, en este caso acompañado por sus visualizaciones en un mapa interactivo.
El proyecto, fruto de cuatro meses de investigación y tres de elaboración en los que cruzó provincia por provincia datos de catálogos públicos y privados, informaciones de medios y de tesis doctorales y otras fuentes, como los rastreos impulsados por parlamentarios como el senador Carles Mulet, de Compromís, tuvo al final forma de guía de viaje que recorre los 870 municipios españoles, algo más de uno de cada diez, en los que quedan vestigios del franquismo.
La ruta central tiene un tono irónico cuando presenta el obelisco dedicado a Carrero Blanco en Santoña como «el monumento que Franco no pudo ver y usted en 2020 sí», cuando recuerda cómo una comunidad pionera en asuntos de memoria como Navarra tuvo hasta 2016 en su capital «el segundo memorial más grande» del país en la basílica donde estaban enterados los generales Mola y Sanjurjo, o cuando apunta la elevada presencia de vestigios franquistas en propiedades privadas de Catalunya, donde con más de 2.000 «los vecinos son los guías». Todo, antes de cerrar la ruta por Melilla, donde en 1978, tres años después de su muerte, fue inaugurada la última estatua erigida al dictador.
El trabajo, que incluye una extensa nota metodológica y cinco postales con datos como la extensa presencia de símbolos de la dictadura en la España vacía y referencias a la posibilidad de participar en «avistamientos de aves» en edificios públicos, en referencia a la permanencia de águilas imperiales, se completa con un mapa interactivo en el que está geolocalizada toda la simbología que ha logrado documentar.
Ofrece cuatro rutas abiertas a aportaciones que se centran en los escudos y relieves, en las lápidas e inscripciones dedicadas a sublevados y franquistas y en los monumentos, todas ellas con la posibilidad de nuevas inserciones y recorridos.
«Es un tema que se ha quedado dormido»
«No hay bases de datos ni catálogos» más allá de los realizados de manera aislada por algunas entidades públicas y privadas, destaca España, a quien le llama la atención el hecho de que «los símbolos están durando más que la dictadura» a la que aluden.
El creativo, que considera «relevante cómo este tema se ha quedado dormido», se decidió a tratarlo por varios motivos: «Hay tres ejes que son la reparación a las víctimas, la convicción de que las ciudades deberían ser espacios de convivencia y no de discusión, por lo que no deberían exhibirse en ellas símbolos de este tipo, y el hecho de que, además, son ilegales».
Paralelamente, añade, supone «un tema muy interesante desde el punto de vista del tratamiento y la visualización de datos, ya que se trata de catalogar los vestigios. Y, en este caso, de hacer algo que tuviera utilidad para la sociedad». En este sentido, España ofrece la base de datos en abierto para poder trabajar con ella.