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El laicismo y las elecciones · por Antonio Gómez Movellán

La convocatoria anticipada de elecciones generales no detendrá el desencanto de una gran parte de los ciudadanos ya que las ilusiones que se abrieron, hace una década, sobre una reforma política se han agotado y nos encaminamos a un reforzamiento del bipartidismo turnista; los partidos políticos que, de una u otra forma, planteaban impulsos de regeneración política y de reformas estructurales, desde la derecha o desde la izquierda, han fracasado electoralmente perdiendo su credibilidad, dada su incapacidad para catalizar las reformas, y su electorado o bien se abstiene o se instala, de nuevo, en esa concepción del turnismo político; además, los votantes más jóvenes están alejados de cualquier planteamiento de aquel ciclo político que se abrió con el 15 M; solamente una cierta izquierda nacionalista se ha salvado de esa erosión electoral, sabiendo conectar con aspiraciones verdaderas de reforma política.

En este contexto de repliegue al bipartidismo y al turnismo al estilo de la Restauración, el laicismo, uno de los principios indisociables de una democracia, no parece que vaya ser parte del debate electoral. Uno de los déficits de la democracia española es que la separación estricta del Estado y la iglesia no está garantizada y sin embargo la secularización de la sociedad es muy profunda y la irrupción de otras religiones, como consecuencia de la inmigración, debería presionar por una aspiración laica del Estado; ninguno de los partidos políticos del turnismo quiere impulsar el laicismo y se niegan a derribar los privilegios y la financiación pública de la iglesia católica, incluyendo el vergonzoso concordato de 1979; la escuela universal, pública y laica, como aspiración de igualdad de los ciudadanos y de su emancipación personal, base del laicismo, ya no es una aspiración ni siquiera de la izquierda alternativa; como muy bien ha denunciado el filósofo Emilio Lledó al referirse a la segregación social de nuestro sistema educativo: “El mal más terrible que puede instalarse en la consciencia democrática es, el cultivo solapado e hipócrita de la diferencia y la desigualdad”; en este terreno, la legislatura progresista no ha servido para nada ya que ni la ley Celáa ni la ley de formación profesional y ni siquiera la ley de universidades han incidido en este problema; la segregación social , además, en nuestro país, es también confesional por la importancia de la iglesia católica en el sistema educativo.

No parece que, en la hoja de ruta de este bipartidismo renovado, la supresión de la financiación pública de la iglesia católica, que la asociación “Europa laica” cifra en 11000 millones de euros anuales, se vaya a cuestionar; al contrario, se están extendiendo los privilegios fiscales y la financiación pública a otras religiones: en vez de avanzar hacia un Estado laico retrocedemos a un Estado multiconfesional con prevalencia del catolicismo.

El escándalo de las inmatriculaciones por parte de la Iglesia Católica y el secuestro de una gran parte del patrimonio histórico por esa institución no ha sido, ni parece que será, motivo de confrontación electoral ya que ambos partidos están de acuerdo en someter este patrimonio histórico a la Iglesia Católica y lo mismo pasa con la laicidad del simbolismo institucional ya que ambos partidos participan activamente en promocionar ese simbolismo católico como muy bien quedó reflejado esta Semana Santa donde miembros del gobierno y de la oposición participaron activamente de las procesiones religiosas y donde la RTVE se puso al servicio del simbolismo católico. Se sigue asociando la identidad nacional con el catolicismo, aunque se quiera disimular como “hecho cultural”.

En el ámbito de los servicios sociales hace ya décadas que se refuerzan los programas de caridad privada o pública por encima de la universalización de los derechos sociales. Cuanta más caridad hay en una sociedad menos solidaridad social existe; todo lo que no sea reconocer derechos sociales sustentados en la redistribución de riqueza social es fomentar la caridad. Damos un dato: las subvenciones públicas a entidades privadas caritativas, tanto religiosas como privadas no religiosas, se elevaron a más de 14.000 millones de euros de los cuales 7.000 millones lo son al denominado tercer sector, mientras los programas de universalización de rentas sociales de inserción o ingreso mínimo vital no llegan a 5.000 millones.

A pesar de que el PP se declara liberal y el PSOE social-liberal ambos partidos políticos tienen una mirada sospechosa sobre los derechos individuales y la libertad y especialmente cuando se trata de incidir en la vida política a través de las manifestaciones ciudadanas, como demuestra el pacto ,realmente existente, sobre el mantenimiento de la ley mordaza, una ley que dibuja una concepción del orden público más propio de un régimen autoritario que de un democracia, por no hablar de la persistencia del vergonzoso delito de ofensas a los sentimientos religiosos que constituye un ataque la libertad de expresión solo fundamentado en el privilegio de la religión y con un significado simbólico conservador muy poderoso.

Se ha hablado, en la campaña electoral municipal, de la utilización, por parte del PP, del evangelismo para ganar influencia entre los inmigrantes, o también se habla de la influencia de partidos musulmanes en la campaña electoral de Melilla, pero poco se ha hablado de la influencia del catolicismo en la sociología electoral y en la política; sin embargo, ya se han realizado estudios que indican que el voto de la derecha está concentrado en los barrios donde existen más colegios concertados católicos. Advertimos que la influencia de la religión en la política va a ganar peso y no solo por la influencia del evangelismo político entre latinoamericanos de origen o del islamismo entre los inmigrantes de países de religión musulmana, sino, sobre todo, del catolicismo militante ya que cada año es más fuerte un comunitarismo católico con sus propios colegios, sus universidades, sus hospitales, sus residencias de ancianos y hasta sus propias obras de caridad. ¿Alguien se ha preguntado por qué todos los alcaldes del PP en Madrid son del Opus dei o aledaños (Álvarez del Manzano, Ruiz Gallardón, Ana Botella y Martínez Almeida) ¿o por qué el movimiento neocatecumenal (Kikos) tiene tanta influencia en la política en Murcia? ¿O por qué el ultra catolicismo está tan implantado en VOX? O ¿por qué determinadas sectas católicas tienen tanta influencia en el alto funcionariado, en la magistratura y en la cúspide de la estructura financiera y empresarial de nuestro país?

A pesar que la iglesia católica sigue siendo un factor de poder muy importante estamos convencidos que los nuevos desafíos de la sociedad y la economía juegan a favor del laicismo ya que las sociedades serán cada vez más multiculturales y multiconfesionales y con un peso mayoritario de los no creyentes y ateos y el laicismo, en ese sentido, debe verse como una oportunidad para una sociedad integradora y no dividida en comunitarismos religiosos excluyentes o en segregaciones sociales intolerables donde los servicios y derechos sociales universalizados junto a un sistema educativo no segregado socialmente debería constituir una prioridad. Sabemos que el repliegue y atrincheramiento en un turnismo político tiene el riesgo de obstaculizar las reformas y esto ,en la campaña electoral , significa un marco de discusión pactado: una greña aparentemente muy polarizada pero obviando los temas de fondo –“Tu al gobierno y yo a la OTAN”, denunció , Pablo Iglesias, en un reciente artículo, refriéndose al bipartidismo que viene–; aun así esperemos que el PP y el PSOE incluyan en el debate electoral los asuntos tabúes en nuestro país como , entre otros, el laicismo. Si no se emprenden reformas políticas y sociales estructurales corremos el riesgo del auge de la anti política y la reacción y en ello el catolicismo militante siempre está presto a darle cobertura ideológica, como ya, en la actualidad, lo está haciendo.

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