No debería de extrañarnos. En tiempos pretéritos, cuando la patria hispánica estaba más tiesa que la mojama de Tánger, Manuel Fraga, a la sazón ministro de Franco y posteriormente fundador del germen irradiador del Partido Popular, manifestaba urbi et orbe que “España es diferente”. Tenía razón, ¡Vaya que sí!
El Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas ha dictaminado que la sentencia dictada por el Tribunal Supremo de España, en la cual fue condenado por prevaricación el juez Baltasar Garzón, no había respetado la presunción de inocencia y el acusado no había tenido un juicio justo.
El Tribunal Supremo de España y el Tribunal Constitucional NO ofrecieron al ex juez oportunidad alguna de recurrir a una instancia superior. Extremo este que también ha sido condenado por la ONU.
El mencionado organismo de Naciones Unidas insta al Estado español a restituir el daño ocasionado al Juez Garzón. El dictamen otorga a España un plazo de seis meses para presentar alegaciones.
Como respuesta a la resolución de la ONU, el Tribunal Supremo – tan caducado como el Consejo General del Poder Judicial – y presidido por el mismo señor (que si en lugar de juez fuera un yogurt estaría en el cubo de reciclaje urgente), se pone farruco y dice que se pasa por el forro los dictados del Comité ¡Toma y toma!
Con una gracia que no se puede aguantar, el Tribunal Supremo dice que: “el Dictamen del Comité de Derechos Humanos de la ONU no es equiparable a una resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y recuerda que, según la Ley Orgánica del Poder Judicial, solo las resoluciones de Estrasburgo (TEDH) habilitan la revisión de las sentencias”.
La declaración ofrecida por el TS oculta que España deberá presentar sus «explicaciones o declaraciones escritas» y avisar si ha adoptado medidas sobre el caso del ex juez Baltasar Garzón en un plazo de seis meses ante el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), según lo establecido en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
En el marco del procedimiento, y según lo establecido en el artículo 106 del Reglamento del Comité, se designará a un «relator especial» para hacer seguimiento al dictamen aprobado a fin de «cerciorarse» de que España ha tomado medidas para «dar efecto» a la resolución.
Naturalmente España puede pasarse por el arco del triunfo la resolución. Aunque deberá tener en cuenta las consecuencias que se deriven por no atender las directrices que emanan de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
En cualquier caso, no dejará de ser una nueva llamada de atención internacional, ¡otra más! A las actuaciones de los tribunales de justicia nacionales.
Siguiente parada en la estación condenatoria al Estado español: Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y la corrección que hará del proceso condenatorio de los jóvenes de Alsasua. Reyerta de borrachos en un bar convertido en un acto terrorista por mor de una judicatura trasnochada.
¿Hasta cuándo vamos a tener que vivir con la vergüenza de las actuaciones del Órgano de Gobierno de los jueces y por ende de magistrados agarrados a las ubres del poder?
¿En qué instante llegará un atisbo de comportamiento democrático al Poder Judicial?
Que España necesita una revolución más que el comer es una realidad incontestable.
Falta por definir qué tipo de proceso revolucionario se ajusta mejor a las necesidades de la peculiar idiosincrasia hispánica.
¡Eso sí! Siempre teniendo en cuenta que el proceso será doloroso y no estará exento de dificultades.
El panorama nacional demanda una pronta reacción de la sociedad civil “civilizada”, antes de que la facción “incivilizada” – que lamentablemente avanza – decida preservar privilegios propios a costa de derechos universales.
La situación político-social en otros países no nos es tan ajena y tan lejana.
Las actuaciones de colectivos como Hazte Oír, El Yunque, o Abogados Cristianos son la punta de lanza de una operación a gran escala que pretende devolver a la sociedad española a las catacumbas del integrismo nacional-católico.
Hoy han encontrado en Afganistán la piedra angular que justifica su proyecto: ¡Nos acecha el islamismo! gritan sin cesar, ¡Laminarán los derechos civiles de mujeres y de colectivos desfavorecidos! La propaganda lo soporta y aguanta todo.
La realidad es que los postulados que nos ofertan desde de derecha extrema y extrema derecha no difieren gran cosa del modelo social que propugnan los barbudos con turbante. Quizás la longitud de la falda de las mujeres y la posibilidad de que elijan peinado. Para el resto de las cuestiones femeninas usaran el reglamento del obispado titulado ”Cásate y sé sumisa”.
Los atentados de Kabul han dado en los morros candorosos de los dirigentes de las potencias mundiales.
Parece que los talibanes no lo controlan todo. Los acuerdos a los que llegó Trump, que Biden no cuestiona y que la EU no sabe no contesta, no alcanzan a la totalidad del país.
Ahora resulta que el ISIS afgano, primo del ISIS Sirio atenta contra los americanos en Kabul a pesar de estar financiados por EEUU para derrocar al régimen de Damasco. Bashar al Asad tiene que estar meándose de risa.
Y en España ¿Gobierno y oposición empezarán a pensar con miras de Estado o se distraerán con otras cosas? ¿Se centrarán en los problemas domésticos o jugaran al Stratego?
Nos quieren conducir hacia una sociedad dormida igual que la de los años más oscuros que soportamos con el felón.
Hablan de libertad para tomar cervezas y niegan la libertad en el trabajo con leyes que cercenan derechos básicos.
Su libertad religiosa atiende a los dictados de la Conferencia Episcopal, ¿Suena parecido a un talibán?
Soportan la Democracia siempre que ellos ganen las elecciones, en caso contrario – igual que en el 36 – buscaran la manera de recuperar el Gobierno para mantener el poder ¿Parecido a Afganistán?
En tiempos recientes hemos asistido a infamias por haber entregado temporalmente el Gobierno, aunque nunca han perdido el poder. Los ejecutivos de Felipe González fueron una buena muestra de sumisión a los amos. El antaño socialista, hoy en día sigue recibiendo sus jugosas propinas electrificadas.
Desde 1978 arrastramos muchas taras. Se hicieron muchas concesiones camufladas bajo el: “había una gran presión y peligro de involución”.
A día de hoy nos siguen presionando con la misma cantinela. Cada vez que se habla de reformar la Constitución sacan espantajos del nacionalismo hispánico haciendo evidente el peligro de asistir a aventuras golpistas.
Estamos corriendo el riesgo de que la estulticia nos aborregue y se vuelvan a ciscar en nuestro futuro.