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El joven que denunció durante tres años la presencia de crucifijos en el aula cambia de instituto sin lograr su objetivo

Un alumno de Dos Torres (Córdoba) termina sin éxito una larga batalla por la defensa de la laicidad en los espacios públicos y entrega ante la Consejería de Educación de Andalucía un pliego con 6.000 firmas para que eliminen de una vez «símbolos propios de escuelas confesionales de otros tiempos». 

El instituto de Dos Torres (Córdoba) en que estudió Héctor Sánchez durante los últimos tres años seguirá exhibiendo símbolos religiosos en sus paredes. El joven de 15 años cambia de centro para comenzar sus estudios de bachillerato después de haber librado sin éxito una tenaz batalla en defensa de la laicidad en la enseñanza pública. Su último gesto esta misma semana ha sido entregar una carta al consejero de Educación de Andalucía y un pliego con 6.000 firmas instándole a que retire «símbolos propios de escuelas confesionales de otros tiempos» porque vulneran los «derechos fundamentales» de toda la comunidad escolar.

La suya ha sido una lucha perseverante desde que sus padres conocieron las instalaciones en las que iba a estudiar su hijo hace ya casi cuatro años. Sorprendidos por la presencia de crucifijos en un centro público, ya desde el comienzo solicitaron una reunión con el director para abordar el asunto. «Le dijimos que nos parecía anacrónico y le solicitamos que retiraran los símbolos», relata su madre, Cristina García.

El director no atendió sus reclamaciones y puso el conflicto en manos del consejo escolar, que agrupa a profesores, padres y madres de alumnos y personal de administración y servicios. El consejo escolar se negó a prescindir de los símbolos religiosos. Desde ese instante se abrió un largo procedimiento administrativo. Primero, una queja ante el Consejo de Transparencia, y, sucesivamente, un recurso ante la Delegación de Educación, entrevistas con el secretario general de la Consejería y, finalmente, un escrito ante el Defensor del Pueblo Andaluz, que resolvió de forma favorable a los padres.

Los argumentos de Héctor y sus padres apelan a la aconfesionalidad del Estado, promulgada por la Constitución española de 1978, y al Estatuto Andaluz de Autonomía, en cuyo artículo 21.1 establece que la «enseñanza pública (…) será laica». Ambos preceptos, en opinión de los demandantes, son quebrantados en el caso del instituto de Dos Torres. «La educación pública debe ser garante de la igualdad», subraya Cristina García. «Y lo que se está produciendo es una ilegalidad».

El Defensor, en su informe, aludió a un defecto procedimental. Los consejos escolares no son competentes para tomar una decisión de esa naturaleza. La responsabilidad recaería, conforme a la Lomce, en el director del centro. Ese es el argumento central del dictamen de diciembre de 2017 emitido por Jesús Maeztu. Más allá de la formalidad legalista, Cristina García considera una «barbaridad» que los directores de instituto dispongan de esa discrecionalidad y un asunto que afecta a derechos cívicos básicos deben «regularse de otra manera». «Imagínese que los miembros del consejo escolar dispongan que los homosexuales no pueden realizar según qué actividades. Sería un disparate», señala a modo de ejemplo.

El director del instituto San Roque de Dos Torres se amparó en una circular emitida por la Consejería de Educación en 2011 a propósito de una consulta similar realizada por un centro educativo de Vélez Málaga. En aquel caso, el consejo escolar también acordó de forma unánime mantener los símbolos religiosos bajo el argumento de que constituyen una «expresión de identidad cultural de la tradición» de la localidad malagueña. Fue entonces cuando la secretaría técnica de la Consejería designó a los consejos escolares como el ámbito apropiado de decisión en cada centro.

Los padres de Héctor y las asociaciones laicistas discrepan en la forma y en el fondo. En un Estado aconfesional, los espacios públicos deben ser neutrales en materia de conciencia y permanecer, por tanto, libres de símbolos religiosos. Solo así, aducen, se garantiza el principio constitucional de respeto a la libertad y pluralidad de los ciudadanos.

En todo caso, la decisión del consejo escolar del instituto de Dos Torres no se tomó por unanimidad y vino acompañada de polémica. «Muchos profesores se abstuvieron. Hubo lío«, indica la madre de Héctor, para quien es responsabilidad del director promover un «espacio libre y abierto para todos los alumnos». Y, al colocar la toma de decisión en el consejo escolar, lo que se está haciendo es «obligar a declarar sobre la propia conciencia» a sus miembros.

Héctor Sánchez tiene 15 años y el próximo curso arranca ya en primero de bachillerato en un instituto de Pozoblanco, situado a 11 kilómetros de Dos Torres, en el norte de la provincia de Córdoba. Se va con un «sabor agridulce» después de un largo pulso que se ha saldado con derrota. «No se han quitado los símbolos religiosos», admite por teléfono, «pero me voy orgulloso conmigo mismo por haber defendido mis derechos». Sus compañeros de curso, asegura, han comprendido sus razones y, en muchos casos, han respaldado su posición. «No ha habido diferencias entre nosotros», remacha.

Confía en que su batalla rendirá sus frutos en el futuro. «Servirá a la gente que venga detrás mía. Lo mismo si viene un judío, un musulmán o alguien que no crea en dios. Espero que no se encuentren con símbolos religiosos que puedan afectarle», sostiene. Cristina García, su madre, también participa de esa misma opinión.  «Es un paso más en el camino. Los cambios sociológicos son complicados. Y más en un pueblo de 2.500 habitantes. Aquí las tradiciones tienen peso y la gente no quiere significarse», explica. Con todo, la vida de su familia no se ha visto perturbada por el incidente. «Héctor no está afectado. Nadie se ha metido con él ni ha tenido ningún problema», asegura.

La de los símbolos religiosos en espacios públicos es una cuestión no resuelta aún en España, toda vez que la ley es ambigua al respecto y deja resquicios que permiten interpretaciones contradictorias. Héctor Sánchez ha recibido cientos de apoyos de dentro y fuera del país. Desde los sindicatos CCOO, UGT, Ustea y CGT, pasando por la Asociación de Derechos Humanos de Andalucía, Europa Laica, Redes Cristianas y hasta la European Humanist Federation, o miles de ciudadanos a título individual.

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