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El ISIS no ha muerto, se ha trasladado a África

Los grupos armados ilegales son oportunistas por naturaleza. Suelen empezar sus actividades y reclutar seguidores en países sumidos en la pobreza, los conflictos religiosos o las luchas étnicas, donde las fuerzas de seguridad son incapaces de garantizar la seguridad pública y mantener a las formaciones ilegales bajo control.

El ascenso del Estado Islámico de Irak y el Levante (conocido también como DAESH, ISIS, o simplemente Estado Islámico) es un ejemplo de libro de esta tendencia. Desde la ocupación de Irak por el ejército estadounidense en 2003, la región está estancada en un círculo vicioso de conflicto, sectarismo y cambio de régimen. Es a la sombra de este paisaje deteriorado donde el ISIS surgió por primera vez, alimentado por la creciente fragilidad e incompetencia de los estados árabes sumidos en la revuelta o en la guerra.

En los últimos años, las potencias regionales y globales, asistidas por otros actores no estatales, han conseguido eliminar al ISIS de la mayor parte de Siria y de Irak. En la actualidad, el ISIS no controla ninguna ciudad o municipio importante de esos estados y muchos de los combatientes del grupo en la región están muertos, presos o huidos.

No obstante, a pesar del fracaso del llamado “califato” en Oriente Medio y de la muerte de su dirigente Abu Bakr al-Baghdadi en Siria, el ISIS continúa siendo una amenaza creciente y en evolución en otras partes del mundo, especialmente en la inestable región africana del Sahel. El Estado Islámico del Gran Sáhara (ISGS, por sus siglas en inglés), el vástago del ISIS en aquella región, va de triunfo en triunfo, reforzando el número de sus miembros y lanzando ataques.

Existen diversas razones para explicar el éxito del ISIS en esta inmensa región que se extiende del oeste al este del continente, de Senegal a Sudán.

La mayor parte de los estados con territorio en el Sahel están sufriendo los destructivos efectos del cambio climático, la pobreza, la escasez de alimentos, los conflictos étnicos y la ausencia de gobiernos efectivos. La gente de la región tiene pocas oportunidades de recibir una educación y encontrar un trabajo que les permita mantener a sus familias. Además, viven temerosos de ser atacados por alguno de los numerosos grupos armados activos en la zona. Esto provoca que muchos se embarquen en peligrosas travesías cruzando el Mediterráneo para llegar a las costas europeas y buscar asilo allí. Todo ello crea amplias oportunidades para que grupos terroristas como el ISIS amplíen su influencia en la región.

Burkina Faso, por ejemplo, está al borde de convertirse en “otra Siria”, según la agencia de para la alimentación de la ONU (FAO).

Este país africano sin salida al mar lleva tiempo enfrentado a innumerables problemas políticos, económicos y humanitarios, pero el terrorismo no había supuesto una amenaza importante hasta comienzos de 2015. Desde entonces, combatientes vinculados a al-Qaeda y al ISIS han aprovechado la incapacidad del gobierno de controlar vastas áreas del norte y el este para infiltrarse en el país.

Combinando tácticas de ataque relámpago con minas en las carreteras y atentados suicida, los insurgentes han matado a cientos de personas y han conseguido reclutar a jóvenes locales ansiosos por salir del paro, la pobreza y la incertidumbre.

Estos ataques han forzado a desplazarse de sus casas a casi medio millón de personas y han convertido un tercio del país en zonas de combate activas. Cuando todas esas personas se vieron obligadas a abandonar sus campos y granjas, la agricultura se vino abajo, lo que provocó que la malnutrición alcanzara niveles de emergencia. Las escuelas también tuvieron que cerrar, impidiendo el acceso a la educación a la población infantil.

Más recientemente, el 6 de noviembre, hombres armados realizaron una emboscada a un convoy que trasportaba trabajadores de la compañía minera (de oro) canadiense Semafo, al este del país, matando a 37 civiles y causando heridas a varias decenas. Aunque ningún grupo reivindicó el ataque, los analistas hacen al ISIS responsable del mismo.

Hace tiempo que se conoce el interés de al-Qaeda y el ISIS por las minas de oro del Sahel. Según la ONG International Crisis Group (ICG), los grupos terroristas llevan apoderándose de las minas de oro de la región y usándolas para financiar sus operaciones desde 2016. Esta ONG afirma que los grupos armados también emplean su control sobre dichas minas para reclutar más población local para la causa.

Burkina Faso se encuentra inmersa en un círculo vicioso en el cual los problemas que permitieron que grupos armados como el ISIS se infiltraran en el país se ven acentuados por su presencia, mientras que la desesperación resultante es la causa de que más personas se unan a sus filas.

Esta situación no es de ningún modo específica de Burkina Faso. Malí también lleva tiempo sufriendo una inseguridad que ha permitido que el país se convierta en campo de operaciones de grupos como el ISIS o al-Qaeda. A comienzos de noviembre, al menos 53 soldados y un civil murieron en un ataque del ISIS a un destacamento militar en el nordeste de Mali. Este ataque sucedió tras otros dos similares que dejaron al menos 40 soldados muertos cerca de la frontera del país con Burkina Faso.

Níger también se enfrenta a la amenaza del ISIS. En mayo, un ataque de este grupo causó la muerte de al menos 28 soldados cerca de la frontera con Mali.

Es posible que sus progenitores estén muertos, pero el Estado Islámico del Gran Sáhara está vivo y coleando. La inseguridad reinante en el Sahel proporciona al grupo rienda suelta para atrincherarse en la región y trabajar para establecer un nuevo “califato” en ella.

Mientras los líderes mundiales se palmean la espalda por “destruir al ISIS” en Siria, el grupo está descaradamente reconstruyendo su fuerza en África. Es preciso que la comunidad internacional tome acciones urgentes para detener su avance.

Antes que nada, debe hacer todo lo posible para ayudar a la Fuerza del Grupo de los Cinco para el Sahel, que reúne a Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger en un esfuerzo común por combatir a grupos armados, al crimen organizado transfronterizo y el tráfico de personas. Además, las organizaciones internacionales y los estados necesitar incrementar las iniciativas para proporcionar la asistencia y ayuda necesaria a los gobiernos de la región.

Si no se toman de inmediato medidas que aborden no solo la insurgencia en curso sino los problemas de fondo que la permitieron prosperar en la región, la destrucción y el sufrimiento causados por el ISIS en Irak y Siria se repetirán en el Sahel. Cada vez serán más las personas que intenten escapar de su difícil situación embarcándose en travesías letales hacia Europa. Unos cuantos lo conseguirán, mientras que decenas de miles sufrirán muertes horribles en el mar o languidecerán en atroces campos de refugiados en África.

El breve pero brutal reinado del ISIS en Oriente Medio pronto será recordado como uno de los periodos más sombríos de nuestra historia reciente. Deberíamos hacer todo lo posible para evitar que vuelva a ocurrir.

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Fuente original: Aljazeera

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