En el conflicto entre Bismarck y los católicos alemanes, producido durante la década de los años setenta del siglo XIX, el integrismo español salió en defensa, en el mes de junio de 1875, de los sindicatos católicos de dicho país.Lo que más nos interesa, realmente, es que, a propósito de este hecho, el integrismo español definiese al sindicalismo católico como un valladar frente a las sociedades obreras de resistencia y la Internacional.
El Siglo Futuro, en su número del día 2 de junio de dicho año, ante las noticias que se referían a la persecución contra la Iglesia Católica y el supuesto propósito del canciller de hierro de prohibir sus instituciones, se presuponía que no tardarían en ser objeto de esta persecución las sociedades de obreros católicos, que, según el diario, tantos beneficios habían aportado a la numerosa población obrera del país.
Los integristas españoles creían que Bismarck estaba ciego por no ver que la persecución privaría a la sociedad alemana de unas asociaciones destinadas a moralizar a las clases obreras, por desgracia también expuestas como las de toda Europa, a la influencia del socialismo. Así pues, esta afirmación nos indica claramente cual era la principal función del asociacionismo obrero católico para los integristas.
Y se insistía en este aspecto, ya que se explicaba en el artículo que estas sociedades obreras habían sido creadas por la Iglesia para combatir los estragos de la Internacional, que había creado asociaciones obreras con objeto de organizar en ellas “sus huestes demagógicas” y lanzarlas para destruir la sociedad que, por otro lado, ya estaría socavada por las doctrinas e instituciones revolucionarias.
El periódico español insistía en los beneficios que las asociaciones católicas habían producido en las naciones donde se habían establecido. En este sentido, aludía al supuesto impulso que las “clases verdaderamente conservadoras de Francia” les han dado después de que la Comuna hubiera revelado con sus incendios y sus crímenes a Europa lo que había que temer de la Internacional.
Si Bismark creía que con su “loca arrogancia” le bastaba la fuerza para reprimir los excesos de la demagogia, no tardaría, en opinión del periódico integrista, en recoger sus frutos. En realidad, es interesante observar que el integrismo español no andaba muy alejado en esta apreciación, aunque aplicada a otro sindicalismo, ya que toda la represión que ejerció contra el movimiento obrero, eso sí, de signo socialista, no sirvió más que para fortalecerlo, como se ha demostrado.
Para apoyar la idea de que ayudar a las sociedades obreras católicas iba en beneficio del orden, es decir, apelando al egoísmo, a la conveniencia propia se llegó a traer a colación el ejemplo del rey protestante Federico II que, a pesar de sus ideas y de su amistad con Voltaire, había recibido a los jesuitas expulsados de las monarquías del sur de Europa por interés propio, ya que eran excelentes pedagogos.
Las medidas de Bismarck, en conclusión, solamente beneficiarían a la Internacional.