Su madre, enferma de cáncer, murió por no recibir sangre. Él se quedó solo al abandonar el culto y tuvo que comer de la beneficencia. Ahora un juez ve indicios de abuso por parte de un pastor cuando era niño. «Estuve 30 años dentro y puedo afirmar que es un culto sectario», dice
Gabriel Pedrero ya no habla con Jehová, pero hubo un tiempo en que no dejaba de hacerlo.
Tenía 12 años cuando un amigo de sus padres le invitó a acompañarle a un Salón del Reino en Carabanchel (Madrid) en el que todos ellos rezaban a su dios.