El exconsejero del Gobierno foral, Eduardo Santos, publica un libro sobre el recorrido de la pionera ley antipederastia
Bajo el liderazgo de Eduardo Santos Itoiz en la consejería de Justicia del Gobierno de Navarra a lo largo de la pasada legislatura, salió adelante la Ley Foral de reconocimiento de las víctimas de abusos sexuales cometidos en el seno de Iglesia católica, con la que se busca reconocer y reparar moralmente a decenas de casos prescritos ya para la justicia ordinaria. Ahora, en un libro, recuerda ese tránsito.
La clave de su manera de la Justicia restaurativa es ponerse el punto de vista de las víctimas. Cuál ha sido la mayor dificultad que tuvo a la hora de instaurarla en una política pública
–Más que dificultades, hablaría de un esfuerzo continuado. No recuerdo especiales dificultades, que dijera esto va a ser insalvable, ha habido otras cosas que me han quitado más el sueño por tensión. Como esto era ir construyendo poco a poco, sin saber adónde íbamos a llegar, pero como ha sido un proceso compartido, íbamos dando pasos todos a la vez. La ley había que planteársela a las víctimas. Llega un momento en el que había que convencer en el espacio político institucional de que había que hacer una ley y eso es fruto de una negociación.
¿Le produce una satisfacción personal el hecho de haber culminado ese recorrido?
–Más que una satisfacción, me hubiera producido una enorme insatisfacción no hacerlo. No hubiera podido ser de otra manera. No es tanto verlo como algo positivo, como un factor para estar contento, sino que reflexiono en torno a de qué me he librado si no lo hubiera hecho. No soy neutral, no podía elegir hacer otra cosa. Estoy contento de que haya mucha gente que todavía se junte y pueda sostener esto de una manera colectiva. Siento que toda esa gente se ha ido arremolinando en torno a cosas que hemos ido haciendo en el departamento, y que por lo tanto no dependía de mi, sino que es más fuerte. Y eso pasa con todo, con medios de comunicación, con gente de la Iglesia, con víctimas, con la directora del documental y el tema del arte que va a conseguir arremolinar gente a su alrededor… Estoy contento por eso.
Hemos escuchado en el coloquio reflexiones ante la nueva postura del Arzobispado en cuanto a la reparación de las víctimas y a las posibles indemnizaciones económicas. No es la primera vez que han pagado a víctimas de pederastia, pero sí es el primer compromiso público. Se puede confiar en ese posicionamiento y cómo puede ser satisfactorio.
–Este proceso ha conseguido que la Iglesia empiece a responsabilizarse y este ofrecimiento es parte de esa responsabilización, igual que la participación en la comisión, pero no es el fin de un camino. Creo que la Iglesia no puede arrogarse unilateralmente el poder de decidir qué es lo que tú quieres, cómo te vas a sentir compensado. Y ahí hay una parte en la que el sector público debería entrar, iniciar un diálogo restaurativo en víctimas, sociedad e Iglesia, para decir cómo vamos a compensar a esta gente. Pero lo vamos a hacer de una manera transparente y pública. No me vale que unos expertos me hagan un baremo de tal y llamen a una víctima y le digan le ha correspondido a usted tanto. Eso no es una manera de reparar. Las palabras no son inocuas. No es lo mismo hablar de indemnización, que nos remite a un tema monetario, que de reparación. Hay que hablar de reparación, de restauración y de cuál es el camino para llegar hasta allí. Y de alguna manera eso ya está previsto en la ley.
¿Sospecha que las intenciones de ese ofrecimiento por parte de la Iglesia pueden ir por otros derroteros a los que menciona y ceñirse directamente a esos pagos económicos?
–No sospecho nada. Digo lo que me gustaría como proceso. Si vamos a llegar a una reparación vamos a hacerlo mediante un proceso que sea restaurativo e incluya las opiniones de las víctimas. Eso es un círculo restaurativo en realidad. Se trata de Gobierno foral, víctimas, Iglesia, sociedad concernida, y cómo vamos a asumir cada uno nuestra responsabilidad y la Iglesia cómo la va a asumir. Pero no se trata de un baremo. Se trata de participar en un proceso individual y restaurativo donde las víctimas van a sentirse escuchadas por la institución y la institución va a ser flexible a la hora de corresponderse con cada víctima.