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Colegio Gaztelueta del Opus Dei

El fuerte de Gaztelueta, la insoportable levedad del ser

​Descargo de responsabilidad

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«El proceso canónico es no solo una cuestión de justicia, es un tema de dignidad humana hacia la víctima de Gaztelueta»

La imagen del crucifijo de cristal y el boato de los príncipes de la Iglesia planea sobre el tejado del chalet construido en el terreno que en el año 1951 cediera al Opus Dei, Antonio Menchaca

Hechos probados que hoy recoge el Papa para iniciar un procedimiento canónico que nunca se abrió y que sólo tuvo un espacio para una investigación trucada llevada a cabo por un personaje más que sospechoso como es Silverio Nieto. Sabían en la iglesia que aquello ni fue investigación ni tuvo garantías jurídicas mínimas. Lo sabían desde que escucharon el nombre del investigador

Poca gente conoce el significado histórico del emplazamiento del colegio Gaztelueta en Bizkaia. Un significado que ahora se convierte casi en un símbolo de la dicotomía que forman los conceptos rigorismo y reformismo.

En el mismo sitio o cerca de él, un fuerte carlista construido para la toma de Portugalete, fue testigo del bombardeo de artillería del ejército del carlista Coronel Patero sobre la villa jarrillera. El 21 de enero de 1874, las tropas liberales capitularon y los carlistas entraron en el municipio al mando de Castor Andéchaga. Todo un símbolo, sin duda. Un símbolo que ahora cobra fuerza en clave cuasi Déjà vu, cuando se empieza a conocer de que es capaz una organización que ampara a un colegio concertado y la dirección y el AMPA del propio centro. Capaces de todo, con tal de enmascarar un delito gravísimo perpetrado entre sus muros (Resolución TS 467/2020) por un numerario de la Obra profesor de religión y por lo tanto bendecido en sus funciones por el Obispo de Bilbao, en aquella etapa, Mario Iceta.

Silverio Nieto
Silverio Nieto

La imagen del crucifijo de cristal y el boato de los príncipes de la Iglesia planea sobre el tejado del chalet construido en el terreno que en el año 1951 cediera al Opus Dei, Antonio Menchaca. Porque lo que ocurrió allí en los cursos 2008-09 y 2009-10 ha quedado demostrado en un auto de instrucción del Juzgado de Getxo, en una sentencia condenatoria de la Audiencia Provincial de Bizkaia y en otra posterior del Tribunal Supremo de España, con hechos probados que avalan el relato del niño abusado por un adulto cobarde y pederasta.

Hechos probados que hoy recoge el Papa para iniciar un procedimiento canónico que nunca se abrió y que sólo tuvo un espacio para una investigación trucada llevada a cabo por un personaje más que sospechoso como es Silverio Nieto. Sabían en la iglesia que aquello ni fue investigación ni tuvo garantías jurídicas mínimas. Lo sabían desde que escucharon el nombre del investigador. Porque la fama precede a un individuo disfrazado de sacerdote allá donde han tenido noticias de sus acciones enmarañadas desde la dirección de los servicios jurídicos civiles de la Conferencia Episcopal de España.

Gaztelueta debía salvar su nombre, crear un fuerte para evitar el probable efecto llamada tras una sentencia condenatoria a uno de los suyos, un fortín de encubrimiento de la pederastia. Porque la gestión de un caso de abusos sexuales fue más que negligente, trazada con mala fe, incluso con el añadido de una línea argumental estrafalaria y desencajada.

El espectáculo que quienes tuvieron la osadía de defender al pederasta y no a la víctima interpretaron, resultó una pantomima indigna de la que ahora surgen las chispas lógicas, la verdad al descubierto compitiendo con la infamia y el despropósito premeditado

El espectáculo que quienes tuvieron la osadía de defender al pederasta y no a la víctima interpretaron, resultó una pantomima indigna de la que ahora surgen las chispas lógicas, la verdad al descubierto compitiendo con la infamia y el despropósito premeditado. Porque de su lavadora del barro, que empieza a fallar en recursos de agua y detergente, fluyen chorros de quiebra en su tradicional impunidad y de luz en la realidad silenciada.

Imanol Goyarrola, director del Gaztelueta
Imanol Goyarrola, director del Gaztelueta

Imanol Goyarrola y su colegio comienzan por más que presunto mandato del Opus de Ocáriz, a intentar esquivar la verdad, jurídica y no jurídica, la que ellos en grupo y a golpe de silbato, intentaron tapar de un modo grotesco. Ahora resulta que se pone en duda hasta la pertenencia del Opus al catolicismo, la del profesor condenado a los votos religiosos de la Obra e incluso a más tardar, de la realidad de una historia cuya única víctima se comportó siempre con más madurez y talante de la que toda la legión de testigos llamados a declarar en el juicio en favor del acusado y condenado demostraron en su conjunto.

Porque lo que hizo y sigue haciendo el Colegio Gaztelueta es faltar al respeto de una víctima y superviviente de pederastia en un delito perpetrado intra muros del colegio, y más allá, cometer un presunto delito de incitación al odio a un menor abusado y zaherido hasta la extenuación por un delincuente disfrazado de profesor de religión y de preceptor epistolar.

Gaztelueta hizo la pelota demasiado grande, se mostró insolente e indolente, quiso tapar el delito cometido y el fortín que levantó se resquebraja progresivamente. El fuego de artillería que la dirección del colegio, su consejo de administración, el AMPA y las sombras chinescas de la Sanctae Crucis et Operis Dei lanzó sin rubor contra una familia, empieza ahora a decaer.

Carta del Papa a la víctima de abusos en el Gaztelueta
Carta del Papa a la víctima de abusos en el Gaztelueta

Cuestión de ver qué se hizo mal a sabiendas, depurar las responsabilidades de quienes lo hicieron mal también a sabiendas, y de restablecer el buen nombre de la víctima y superviviente de los abusos perpetrados en Gaztelueta. El esfuerzo de la tarea lo merece. Desnudar la trama urdida sin piedad y vestir la historia del caso Gaztelueta de dignidad. Todos, hasta los sancionados, acabarán agradeciéndolo. Porque como le dije a Gonzalo Landáburu, capellán del colegio, en las escaleras del Hotel Ercilla de Bilbao tras relatarle la historia, esto terminará por explotaros en el rostro.

El me respondió: por mi parte ya podéis perdonar todo el daño que os hemos hecho, en voz baja clave susurro y al oído mientras me daba un abrazo Era el año 2012. Han pasado diez años. Mucho tiempo para fallar en el reconocimiento, petición de perdón y reparación de un menor víctima de violencia sexual. El proceso canónico a iniciar es no solo una cuestión de justicia, es un tema de dignidad humana hacia la víctima de Gaztelueta.

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