El Tribunal de la Rota sentencia al teólogo de 82 años, especializado en el acompañamiento de adultos, por “falso misticismo y solicitación de confesión”
Las víctimas critican “la gran resistencia de la Orden” en el proceso que “ha hecho cómplices a los superiores, lo que ha aumentado nuestro dolor”, comparten con Vida Nueva
La Provincia de Arantzazu reconoce “el daño infligido”, admite que “no hemos sabido ponernos del lado de las víctimas” y piden “perdón sin paliativos por el sufrimiento causado”
El franciscano Francisco Javier Garrido Goitia ha sido condenado por el Tribunal de la Rota de la Nunciatura Apostólica en España por dos casos de “falso misticismo y solicitación de confesión”. Se trata de una pena que reconocería abusos de poder, conciencia y sexuales por parte del religioso español a dos religiosas, si bien podría haber más víctimas tanto consagradas como laicas.
Teólogo de 82 años, se ha dedicado durante más de cuatro décadas al acompañamiento de adultos y es un autor prolífico que ha publicado obras de referencia como ‘Pedagogía de la afectividad cristiana’, ‘Hacerse mayor y ser cristiano’ o ‘Estructurar e integrar la relación con Dios’.
La gravedad de los hechos y, por tanto, de la sentencia, se traduce en “quedar apartado de todo ejercicio ministerial y pastoral, prohibición de publicar libros y artículos o ejercer la dirección o consejo espiritual”, tal y como recoge en un comunicado la Provincia de Arantzazu de la Orden de los Franciscanos Menores. A estas medidas, se sumaría una indemnización económica. Al haber prescrito los hechos, según han expresado quienes conocen la sentencia a ‘Vida Nueva’, no podría trasladarse a la justicia civil.
En cualquier caso, se trata de una sentencia definitiva dictada hace apenas unos días contra la que no cabe más recurso, después de que se interpusiera una apelación por parte de la congregación que también fue cursada por la Rota con autorización expresa desde Roma por parte del Dicasterios para la Doctrina de la Fe. Según comparten las víctimas, Garrido también habría sido sancionado en primera instancia a no recibir visita alguna, más allá de los propios franciscanos y su familia, extremo que no habría cumplido en un primer momento.
Petición de perdón
Con la condena firme, la congregación religiosa reconoce “el daño infligido” y pide “perdón sin paliativos por el sufrimiento causado”. La propio Provincia Franciscana de Arantzazu rechaza “profundamente cualquier práctica que suponga un abuso de poder, de conciencia y sexual y pide perdón sin paliativos por el sufrimiento causado”. De la misma manera, sostienen que “como entidad religiosa estamos poniendo todos los medios para que este tipo de situaciones no vuelvan a producirse en ningún caso. Ello supone aplicar con rigor las medidas que estamos implementando de prevención, reparación, formación, códigos de conducta, supervisión externa”.
Las víctimas de Garrido han compartido a ‘Vida Nueva’ “la gran resistencia de la Orden Franciscana” a lo largo de todo esta encrucijada que, según ellas, “ha hecho de los superiores cómplices, lo que ha aumentado nuestro dolor”. “Las víctimas no se han sentido apoyadas en ningún momento por la Orden que no se ha hecho cargo y ha apelado que eran relaciones entre adultos”, lamentan a esta revista.
Por su parte, los franciscanos en su comunicado admiten que “en este proceso no hemos sabido siempre ponernos del lado de las víctimas”. “Por ello, pedimos perdón a ellas, a la Iglesia y a la sociedad. Estamos dispuestos dedicar todos nuestros esfuerzos a reparar el daño causado”, subrayan los religiosos tras la sentencia.
“Manipuladas en nombre de Dios”
Según ha podido saber Vida Nueva, las propias denunciantes tendrían conocimiento de que habría más casos, personas que no han salido “por temor a la estigmatización y sospecha que supone ser mujer y dar un paso al frente ante tu familia o tu congregación”. “El abuso de personas adultas no se entiende y se piensa que son relaciones consentidas”, expresan las mujeres agredidas con Garrido, que hacen un llamamiento “urgente” a toda la Iglesia, desde los laicos a los pastores, pasando por las comunidades consagradas de vida monástica y apostólica a “formarnos” para evitar lo que consideran “una manipulación de las sectas que hay que conocer”.
“Adultas sí, pero en situación de vulnerabilidad. Manipuladas en nombre de Dios para cometer abuso de poder, conciencia, espiritual y sexual”, remarcan estas religiosas. “El caso de Javier Garrido refleja la situación eclesial del momento”, exponen las víctimas: “Ha habido una parte de la Iglesia que ha peleado, con mucho trabajo para aunar, hasta que ha llegado la sentencia”. “Otra parte de la Iglesia, resistente, que estaría simbolizada por la orden”, añaden.
Conscientes del alcance del ‘caso Garrido,’ desde la Provincia Franciscana de Arantzazu hacen además un llamamiento a toda persona que haya podido sufrir abuso por parte de la institución a denunciarlo a las autoridades competentes y a comunicarlo a la propia congregación a través del teléfono 644 781 181 o del correo electrónico: transparencia.arantzazu@gmail.com.
Podría sentar jurisprudencia
Fuentes eclesiales consultadas por ‘Vida Nueva’ comparten que el alcance de esta sentencia es tal que sentaría jurisprudencia, teniendo en cuenta el aparente vacío legal existente a la hora de juzgar los casos de abusos a adultos. O lo que es lo mismo, esta condena por “falso misticismo” y “solicitud de confesión” podría ser el pilar por el que juzgar al jesuita esloveno Marko Rupnik, el genio católico de los mosaicos expulsado por los jesuitas y cuyo caso se ha reabierto por expreso deseo del Papa a través del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Lo cierto, es que más allá de Garrido y Rupnik, al propio abuso de poder, conciencia y sexual, se suma un talón de Aquiles para las víctimas. No son parte del proceso, lo que implica que no se pueden personar con un abogado ni tienen derecho a una sentencia escrita, lo que exige, tal y como ha revindicado recientemente el decano del Tribunal de la Rota, Carlos Morán, una reforma legislativa para evitar la desprotección de las víctimas y por tanto su revictimización.
“Hacemos un llamamiento a la Iglesia como institución a que en el Derecho Canónico urgentemente tenga garantías procesales, que evolucione a que la víctima sea parte, que tenga una sentencia en mano”, reivindican las víctimas.
Es más, en su deseo, las consagradas que han vivido este calvario expresa que “ojalá haya protección para que se pueda denunciar sin tantos obstáculos”. “Todo esto lo llevo en el corazón, corazón tan herido que espero que la justicia que ahora se cumple tenga el fruto de la paz y… ojalá el perdón”, remata una de ellas.