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El fetichismo: ¿una categoría jubilada?

La Iglesia Católica, después de todos los guantazos que ha recibido sin misericordia a manos de la ciencia, yace tirada en el suelo y, por la posición indigna en la que se encuentra, genera la sensación no gratuita que ya no tiene mayor importancia ni relevancia en la vida social de este siglo; sabiéndose derrotada, se ha atrincherado en las decrépitas zanjas de los dogmas; su credibilidad se desmorona cada vez más con el paso del tiempo y los escándalos de pederastia, en los que sus jerarcas se han visto involucrados, aceleran, sin duda, ese proceso. La iglesia católica por ejemplo en 1610, prohibió a sus feligreses de manera farrea la lectura de las obras de Copérnico. En 1633, la Inquisición que, como dice Dussel era la antigua CIA, forzó a Galileo a retractarse, de manera pública, de su apoyo imprudente a Copérnico, hecho que, como es mustiamente conocido  éste, para salvar su vida, hizo. En todo caso, el peso de la evidencia y las ulteriores investigaciones le dieron la razón al carácter y el temple científicos.

La modernidad, el siglo de las luces, puede jactarse de que venció en todas las contiendas a la Iglesia católica —y al mundo cristiano en general— que era la que más relevancia tenía en occidente. Estas victorias han dado un aire de evidente superioridad a la Ciencia física. Con la caída de la religión, aumentó el secularismo. Y en nuestra época, vivimos en una sociedad secular, pero la religión no está vencida, es mucho más vieja que la ciencia y las batallas ganadas no suponen el triunfo definitivo. En todo caso, gracias a ese avance de la ciencia, el miedo cobarde, que dominó por tanto siglos y que contribuyó de manera significativa en el aumento de la miseria general del ser humano del medievo, al infierno, es algo que la mayoría de las personas —siempre hay algunos— hoy en día ya no sobrellevan.

Sin embargo, es preciso preguntarse si la actitud idólatra, que tanto furor causaba al sensible, amoroso y tierno dios de Israel, sigue existiendo en nuestra época revestida con indumentarias modernas. No es fácil responder a esta pregunta, pero, por lo que se ve, parece que sí. La superación de una deidad religiosa, no supone el avasallamiento de todas las deidades. Los ídolos demandan adoración, sangre y tiempo. En el sistema económico capitalista, si el obrero no dedica la mayor parte de su vida y tiempo al trabajo que realiza, probablemente estará condenado a vivir en la pobreza. La salvación ya no es buscada en el otro mundo, sino más bien en éste mundo y, (retiene siempre el carácter individualista), es una salvación económica, ya que la pobreza es el infierno de nuestra época.

El fetichismo es un tema absolutamente relevante.  Mientras siga existiendo el ser humano, el único capaz de manifestar su diferencia específica, en el mundo, el tema del fetichismo continuará siendo cardinal.  El fetichismo, a pesar de ser un término de origen religioso, es posible que pueda ser aplicado en una crítica económica o política como lo hizo Marx. El gran desarrollo de la modernidad tiene como base uno de los mayores mitos: el mito de la superación de todos los mitos. El fetichismo se da en diferentes campos, pero los más importantes para configurar la vida de los seres humanos son el económico, cultural y político. En este trabajo se tratará de clarificar el concepto de fetichismo y sus dimensiones analíticas y de cómo éste es un problema que puede ser abordado abiertamente sin ruborizarse la cara ante intelectuales de gran peso.

Definición

Para el prolífero filósofo Argentino Enrique Dussel:

La extraña palabra “fetichismo” viene del portugués. En esta lengua fetico significa “hecho” (la “h” se transforma frecuentemente en “f’, por ejemplo en “fechoría”; o “hermosa” en “Formosa”, la isla del Pacífico). Los “hechos por 1a mana de los hombres “son los ídolos. Fetichismo e idolatría es semejante. Es un hacer “dioses” como producto de la imaginación dominadora del ser humano; dioses “hechos”, que luego se los adora como lo divino, lo abso1uto, lo que origina el resto (Dussel, 20 Tesis de Política, 2006).

Además añade Enrique Dussel:

El fetichismo consiste en un mecanismo cognitivo por el que se oculta en una relación (el cuarto predicamento de Aristóteles) el momento fundamental (es decir, el fundamento oculto) de lo que aparece (superficialmente). Esto se logra al interpretar como absoluto el término fundado o relativo de la relación (Dussel, 2013, pág. 141).

Por otro lado, en la misma obra y siguiendo el mismo pensamiento continúa Dussel:

Es la inversión por la que «la persona se hace cosa, y la cosa se hace persona», como enuncia Marx (si aplicáramos el enunciado ético de Kant a los economistas burgueses y neoliberales, de nunca tomar a la persona como medio sino como fin, resultarían ser crasamente inmorales y materialistas, ya que para éstos los únicos criterios son el mercado y competencia: meras cosas)” (Dussel, 2013, pág. 142).

El fetichismo consiste en crear dioses ficticios, salidos de la imaginación tiránica del ser humano. Estos son hechos por sus manos, pero luego, idólatramente, son adorados como realidades independientes del ser humano.

Pues bien, para poner un ejemplo pedagógico, el árbol de aguacate no puede ser pensado sin la semilla, pues en la semilla está potencialmente el árbol. La positividad, a pesar de que sea lo que se ve, es un momento de la totalidad que compone al árbol. Sería un error tratar de explicar la existencia del árbol desde sí mismo. El árbol es la manifestación positiva de una realidad positiva en el pasado pero negativa en el presente. Elevar el momento positivo y olvidar el negativo, es un acto de fetichismo. Esto en general sucede porque la manifestación fenoménica, que es lo que en ese momento aparece, impide ver la totalidad de la cosa ante el sujeto.

En política se da este fenómeno cuando la voluntad del gobernante y la del resto de instituciones del estado se convierten en la sede del poder político; la potestas se diviniza, se des-relaciona de la potentia y se vuelve a sí misma, se vuelve autorreferencial, como si ella fuera la fuente del poder negativo, poder que únicamente reside en la potentia.

Origen de la teoría del fetichismo

El concepto que aquí desarrollamos estuvo en la mente de Marx desde que él era muy joven.  La primera vez que Marx usó este concepto es en “Debates sobre la ley castigando los robos de leña” (1842): “La provincia tiene —dice Marx— el derecho de crearse estos dioses, pero, una vez que los ha creado, debe olvidar, como el adorador de los fetiches, que se trata de dioses salidos de sus manos” (KOHAN, 2005 ). También lo trabaja en “los Manuscritos económico filosóficos de 1844” y, además, aparece en los Grundrisse (los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política de 1857-1858). Por último aparece en “El capital” en 1867, la obra fundamental de Marx. Como se puede evidenciar, sin ánimo de hacer apología a la idea que aquí se trabaja, éste concepto no es algo aislado del pensamiento de Marx, es parte constitutiva o central de la doctrina de aquel.

Néstor KOHAN nos apunta en su artículo “La herencia del fetichismo y el desafío de la hegemonía en una época de rebeldía generalizada” (2005): “la importancia social y política de la teoría del fetichismo y de la alienación de Marx, a la hora del análisis de crítica social que merece el desarrollo de las fuerzas hegemónicas del capitalismo a nivel global” (KOHAN, 2005 ).  A pesar de la importancia de la misma, ha sufrido un olvido, esto debido a la profunda huella o estela que dejó Luis Althusser en el pensamiento marxista, y parece que, por lo que el marxismo estándar sostiene, todo lo relacionado con dicha categoría es catalogado de hegelianismo, idealismo o narrativa burguesa. Por lo tanto, dicha categoría se ve cada día más alejada de los círculos académicos. ¿Pero a qué se debe la importancia de este concepto?; para Marx fue un concepto insustituible y por ese motivo es que fue expuesto y trabajado en la obra principal, la más madura de todas: el capital.

Es importante analizar esta categoría pues el fetichismo, en sus diversas manifestaciones, impide, según Kohan, que veamos con claridad ciertos fenómenos históricos tales como:

La cosificación de las relaciones sociales, la personificación de los objetos creados por el trabajo humano, la inversión entre el sujeto y el objeto, la cristalización del trabajo social global en una materialidad objetual que aparenta ser autosuficiente y crecer por sí misma –por ejemplo el equivalente general que devenga interés–, la coexistencia de la racionalidad de la parte con la irracionalidad del conjunto y la fragmentación de la totalidad social en segmentos inconexos, etc. (KOHAN, 2005 )

El fetichismo que trabajó y popularizó Marx y que fue una pieza inamovible, fundamental, de su sistema, es, como hemos visto, ciertamente un término complejo, pero, dado lo imperioso que es su aclaración, ineludible.

Dussel —nos dice Mario Orospe Hernández—  identifica así tres dimensiones analíticas sobre el proceso del fetichismo que podrían ser aplicadas ya no sólo a la cuestión económica, sino que también nos podrían ayudar a explicar el mismo proceso en los diferentes momentos constitutivos o sistemas parciales de un Mundo (Hernández, 2016)

Estas dimensiones, nos permitirán tener una mejor compresión acerca de la importancia del concepto y del porqué se le debe prestar la debida atención y no esquivarla aludiendo a que se trata de una categoría oscura, dudosa, ininteligible y saltable en el sistema de Marx.

Tipos

Existen ciertamente muchas formas de fetichismos, pero aquí nos circunscribiremos a señalar tres que, a nuestro juicio, son las más importantes para comprender la importancia y la relevancia de esta cuestión. El complejo concepto de fetichismo se puede descomponer como ya vimos, por fines puramente teóricos, en tres dimensiones analíticas: lógica, ontológica e ideológico.

1. Lógica

En esta primera forma el fetichismo invierte el sentido de la realidad de las cosas. Lo relativo es totalizado, y lo fundamental es relativizado. La relación, una de las categorías de Aristóteles, está compuesta por cuatro términos, “un término, un pasivo, la relación propiamente dicha y un sentido o dirección de la relación”, elevar uno de ellos y olvidar los otros es un evidente fetichismo. Un hijo, lógicamente hablando,   no puede, por más que quiera, pensarse sin el padre o una hija sin la madre. A pesar de que el padre y la madre murieran, sus hijos no podrían suponer que ellos pueden explicarse desde ellos mismos; ellos no se originaron a sí mismos; no se crearon, son el resultado de un acto voluntario o involuntario de sus progenitores. Es, viéndolo seriamente, una estupidez aceptar que una cosa evidentemente fundada sea puesta y tomada como fundamento, y sin embargo eso es lo que ocurre hoy en día en los campos materiales más determinantes en la configuración de la sociedad. Lo relativo ha tomado el puesto que no le pertenece; percibir esto es fundamental para poder ver más allá de las apariencias.

En palabras de Mario Orospe Hernández:

El fetichismo negaría uno de los términos de una relación, de manera que el otro término se clausura en torno a sí mismo: “Si el hijo en la relación de filiación niega a su padre, no le queda otra que negarse como hijo”. Sería un afirmarse como hijo de sí mismo. Se fetichizaría y se divinizaría, pues se pondría como el Absoluto, es decir, una parte se pone como el todo negando a las otras partes (Hernández, 2016)

2. Ontológica

La segunda dimensión del fetichismo es la ontológica. Aquí se fetichiza la totalidad, pero para ello es preciso la existencia de una exterioridad, la diferencia, que será subsumida y trasformada en una determinación más en la interioridad de la totalidad; es negada como exterioridad y es aceptada solo como identidad en la totalidad y no como diferencia. Por ejemplo, en el capital, el trabajo vivo, la fuente creadora del valor, dice Dussel, es la exterioridad, que desde la nada del capital crea el valor.

Acerca de la importancia de esta categoría dice Hernández:

El tema de la exterioridad posibilita la crítica de cualquier sistema y totalidad, pues ésta debe realizarse desde un punto de apoyo exterior, que sin embargo no se encuentra literalmente fuera del sistema: esta expresión es sólo una metáfora espacial para dar cuenta más bien de una trascendentalidad interior, en el sentido recién revisado (Hernández, 2016).

3.Ideológica 

Finalmente, el fetichismo tiene una dimensión ideológica. Sobre esa forma de fetichismo nos ilumina Hernández, él dice:

En esta dimensión el fetichismo se referiría a un ocultamiento que, mediante mecanismos ideológicos, conferiría a las cosas mismas un estatus divino. Aquí se cree que las cosas hechas por el hombre (facere) poseen atributos propios de las deidades: aparecen como creadoras desde la nada, eternas, providentes, etc (Hernández, 2016).

En este sentido, las cosas pierden su carácter histórico y adquieren arbitrariamente un carácter natural, son, en alguna forma, divinizadas; pues olvidar el origen histórico de las instituciones o de toda otra cosa que existe en el mundo y naturalizarla es absolutizarla o, dicho de otra manera, divinizarla. Toda institución política, económica, religiosa o de cualquier otra índole es el resultado de la praxis humana; no surge, de la nada, de sí misma. Pensarlo sería una grave traición al movimiento dialéctico.

La absolutización de lo positivo y el olvido de lo negativo

Absolutizar el momento positivo de una realidad cualquiera, olvidando el momento negativo, que en el pasado fue positivo y en el presente es negativo, es una traición a la realidad misma. La mesa en la que escribo no es, pues, el conjunto de cualidades primarias, notas objetivas y secundarias sólo, sino que además el momento positivo de la totalidad de la mesa. Tomar la realidad de la mesa como un fenómeno aislado y no ser capaz de ver la subjetividad objetivada en ella es deshonesto intelectualmente, probablemente su fenómeno, no por magia alguna, me impide ver la opresión ontológica que en ella existe.

Absolutizar un momento de la totalidad de una realidad cualquiera conlleva una falta intelectual y una ética.  Es una falta intelectual de la que la mayoría no se percata, esto debido a lo somero de los juicios que emiten y a la poca importancia que le prestan a la desaforada cantidad de entes que se les presentan durante la actividad diaria. Es una falta ética pues se debe dar créditos no sólo a la apariencia o determinación objetiva del fenómeno sino al creador del fenómeno. Y por lo general se admira el objeto, lo fenoménico, y se olvida que eso es el resultado de una relación social en la que una de las partes está objetivando su vida y la otra viviendo de su muerte, el fenómeno impide advertir la totalidad del fenómeno, no por algún poder mágico, sino por nuestra miopía intelectual, la mesa en la que escribo fue formada por una conciencia libre, un sujeto, y unas herramientas, los objeto. Es injusto, no dar crédito al que se lo merece. Pensar que los grandes edificios o las grandes construcciones humanas en las metrópolis son el resultado de la fuerza económica y tecnológica de un país desarrollado, es elevar un término y olvidar la relación; son las clases marginales las que con su fuerza de trabajo objetivan la subjetividad, dejan su vida, y hacen posible esos rascacielos.

Bibliografía

Dussel, E. (2006). 20 Tesis de Política. México: siglo xxi editores, s,a, de ev,.

Dussel, E. (2013). 16 Tesis de Economía Política. Buenos Aires: Docencia.

Hernández, M. O. (2016, June ). ScienceDirect. Retrieved from Fetichismo y antifetichismo en la Filosofía de la Liberación de Enrique Dussel: https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1665857416300059#fn0120

KOHAN, N. (2005 ). La herencia del fetichismo y el desafío de la hegemonía en una época de rebeldía generalizada. Utopìa y Praxis Latinoamericana, 1.

Víctor Salmerón

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.  

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