Para él no es golpe militar sino sublevación popular: «En Egipto se veían los gérmenes de una dictadura religiosa, algo que percibió la sociedad, que protestó en masa»
Es alto como un minarete. Piel oliva y frente despejada, como una antesala de su franqueza. Lleva aquí veinte años, pero a diario los informativos lo teletransportan a su país. "Los egipcios luchan por una sociedad más justa porque ya saben lo que hay al norte del Mediterráneo, aunque también es cierto que desconocen lo negativo".
Fares Abdeen (Sentris, 1970) luce pasaporte de Lavapiés, territorio sin bandera, zona de tránsito en la que nadie se siente extranjero. "La gente se saluda en diversas lenguas y la palabra que más se repite es hermano", explica este Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de El Cairo.
"¿Cómo se pudo convertir un barrio castizo en un nido de yonquis, luego en un refugio de inmigrantes precarios y finalmente en un espacio de convivencia?", se pregunta. "A los vecinos de toda la vida habría que levantarles un monumento por entender el cambio".
Una vacante en el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos le trajo a Madrid, donde fue responsable de la biblioteca y relaciones públicas. "Terminé el contrato y pensé que empezar de cero en tu país resulta difícil y arriesgado, aunque seas un ulema". La alternativa laboral pasaba por la traducción y la interpretación, que le permitieron seguir trabajando en España, "ese país donde la gente es alegre, aunque eso no significa que esté contenta".
Un oficio bello y complejo, pues no basta con comprender la desnudez de una palabra sino que también hay que aprehender sus ropajes, o sea, el contexto: terminología y conocimiento. "Tienes que seguir estudiando toda la vida", afirma Fares al filo de la medianoche, después de haberse llevado algo a la boca tras un largo día sin pan. "El error se paga muy caro, porque puedes hacerle un daño terrible a un ser humano". Sabe de lo que habla, ya que fue uno de los intérpretes del juicio por los atentados del 11-M. Lo cuenta mientras bebe un refresco, aunque más bien se hidrata. "El ramadán es duro porque se pasa mucha hambre y sed, pero también te fortalece y hace que abandones hábitos poco saludables". Durante un mes, los musulmanes practican el ayuno del alba al ocaso, lo que incluye cualquier líquido, incluida el agua. "Aquí realmente sólo practicas la abstinencia, pero en su contexto supone una fiesta".
La calle es un oasis atestado de terrazas que se revela como un espejismo del consumo. Fares afronta los rigores de la crisis con el rictus optimista y el ceño escéptico. "Los jóvenes van a tener que salir al extranjero, porque el mayor problema es enfrentarse a la nada". Un país sin industria, explica, no aguanta las recesiones, mucho menos con un sector primario arrasado.
"Soy muy antiguo respecto a este concepto, pero se trata de lo real. Los servicios son incapaces de sostener España, con dificultades para recibir más turismo, porque ahora tampoco resulta un destino barato". De aquellos polvos… "Todos los partidos metieron la mano en la misma basura, porque no explicaron al pueblo qué significa la especulación. Todos, repito, tienen las manos manchadas".
Su tono didáctico da un salto a su tierra, que también sufre convulsiones. "La dejé atrás cuando pasamos del socialismo al capitalismo salvaje, con un país convertido en un Estado policial para reprimir las protestas", recuerda este egipcio de porte elegante y formas exquisitas. "Mubarak representaba lo peor de la dictadura militar y policial. Pero, tras su derrocamiento, el Ejército lo ha hecho mal. Se celebraron elecciones sin base ni fundamento, porque no había Constitución. Ganaron los Hermanos Musulmanes, la fuerza política más organizada, pero en un año no han hecho nada, excepto hablar de cuestiones religiosas. No podemos permitirnos ese lujo con serios problemas de paro, pobreza, salud…", enumera Fares, que no comulga con los golpes militares pero entiende que el Ejército se ha limitado a transmitirles el mensaje de la población: Presidente Mursi, váyase: así no se puede.
"Había un descontrol y una inseguridad total. En la calle se veían los gérmenes de una dictadura religiosa, algo que percibió la sociedad, que protestó en masa. La política no consiste en ganar en las urnas, casar a niñas e imitar el wahabismo de Arabia Saudí, de donde procede su financiación", concluye este ciudadano de Lavapiés, que es como decir del mundo. "Después de tanto tiempo, podría decir que soy español. Aunque, la verdad, cuando uno deja su país, ya no es de ninguna parte".
El intérprete y traductor egipcio Fares Abdeen. HENRIQUE MARIÑO
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