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El dilema institucional de Andorra

La contradicción entre lógica judicial y la figura de uno de los jefes del Estado crece con el paso del tiempo. La despenalización del aborto, como en la inmensa mayoría de los Estados europeos implicaría la renuncia automática del Copríncipe Episcopal, cualquiera que fuera, mientras no se produzca un (poco previsible) cambio radical de las directrices vaticanas.

La asimetría de los coprincipados, entre un presidente de república y un eclesiástico, ha sido siempre muy valorada por la ciudadanía del estado pirenaico. No sólo por la evidencia destacada por el expresidente Pujol a un pregón de fiestas de la Sede, que sin mandatario obispo, Andorra no existiría, como ya no existen con personalidad política propia los condados originarios de Urgell y de Foix.

Los movimientos en favor de la sustitución del obispo por el rey de España, con apoyo de una minoría andorrana, fracasó en el debate de la Carta Magna del 93, por miedo, no tan absurdo, a un acuerdo hispano-francés que anexionara el territorio andorrano a uno de los dos, o que se lo repartieran.

Esta -simple sensación o realidad- que el doble coprincipado actual garantiza la perdurable independencia del país, como casi todo, tiene un precio: el obispo de la Seu, por propio convencimiento y por obediencia al vaticano, no puede tener el máximo cargo institucional de un país donde esté permitido el aborto, más que sea indirectamente, por despenalización, y sin excepciones.

La reivindicación de suprimir del código penal la interrupción voluntaria del embarazo -hasta ahora penada hasta con dos años y medio de prisión para la mujer-, no sólo ha sido iniciativa feminista, sino mayoritaria en el conjunto de la sociedad. Se presentó una iniciativa legislativa popular, que el Consejo general (parlamento) rechazó.

La solución provisional pero permanente ha sido la hipocresía pública, con un variado de «hacer el andorrano» que es ignorar los viajes de mujeres en los estados vecinos para abortar sin consecuencias penales. Cada año, el departamento de Salud de la Generalitat facilita la estadística de las que han elegido esta salida. El año pasado fueron 107 mujeres, con relativas sorpresas en las características de las pacientes: la mayoría eran asalariadas, de una franja de edad entre los 35 y los 39 años, solteras (aunque con un 21,5 por ciento de casadas) y cerca del 53% con estudios medios o superior. Estos datos complementarias desmienten la idea de las adolescentes y jóvenes embarazadas por ignorancia de los métodos anticonceptivos.

Hay que añadir a estos datos son sólo de los centros públicos catalanes, y no se tiene constancia de los casos en centros privados, ni tampoco facilita estadísticas la sanidad francesa, lo que hace intuir que las cifras reales serán bastante más altas.

La exigencia de la despenalización del aborto va subiendo de grados. Durante las recientes fiestas mayores de septiembre en la Seo de Urgel, y en uno de los conciertos más concurridos, dos mujeres subieron al escenario con una pancarta y entre el público se quemó una fotografía del copríncipe episcopal andorrano. Actos sin consecuencias penales posibles en territorio español, con los antecedentes conocidos, por mucho que se haya manifestado indignación al otro lado de la frontera.

Y la lucha continúa, con muestras de solidaridad por parte de entidades feministas españolas y de Latinoamérica, y Stop Violencias ha convocado una serie de actos: el próximo día 27 una videoconferencia de activistas de Argentina, donde el aborto sigue estando delito; el día siguiente, otra charla con el título: «Andorra y la doble moral, aborto sí … pero fuera de casa» y finalmente, el sábado 29 manifestación en el centro de Andorra la Vella.

No parece que el resultado de las elecciones legislativas, en la próxima primavera, vaya a cambiar el estado de la cuestión, sea cual sea la fuerza ganadora el gobierno resultante. Y así el dilema y la paradoja, la hipocresía política (que no es en ningún caso exclusiva de esta valles pirenaicos) deberá continuar mientras no ceda el Vaticano para ello o el obispo, o se cambie la Constitución del 93 para sustituir el coprincipado eclesiástico o ambos, para dar paso a una república andorrana, que ya empiezan a reclamar algunos grupos, a estas alturas muy minoritarios.

Robert Pastor

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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