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El derecho a la libertad de conciencia, por Teresa Galeote

La libertad de conciencia es un derecho fundamental básico de los sistemas democráticos.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, las dos primeras acepciones para Conciencia son:

1.Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.

2. Conocimiento interior del bien y del mal.

Podemos agregar que es un valor de la persona que se manifiesta en la autodeterminación consciente y responsable de su propia vida. Para ello se necesitan las condiciones políticas, jurídicas y sociales que permitan dicho derecho. Llegado a este punto, se deduce que la esclavitud o el sometimiento que padecen muchas personas limita el ejercicio de la libertad de conciencia, ya que las condiciones materiales que se ejercen sobre ellas se lo impiden.

La esclavitud estuvo en el corazón de la economía durante siglos y la lucha contra su abolición duró siglos, sin que se haya erradicado de la faz de la tierra; aún existe diversas formas de esclavitud. Las víctimas de la esclavitud no pudieron ejercen la libertad de conciencia porque la sociedad esclavista se lo impedía, pero siempre hubo mujeres y hombres que lucharon por la libertad, aunque les costase la vida. Así pues, la libertad de conciencia queda sujeta a las condiciones económicas, políticas y culturales en las que se insertan los diferentes grupos humanos y clases sociales que componen la humanidad.

¿Qué libertad de conciencia promulgan quienes se lucran del sometimiento de otras personas, quienes hacen del tráfico de armas, de personas, de órganos o de drogas, su forma de vida. Son muchos los liberales y personas de variado pelaje identitario que aceptan o promueven dichas prácticas arropándose en la libertad de empresa; están convencidos de obrar en consecuencias con su libertad de conciencia, aunque les importe muy poco la libertad de las personas con las que se lucran.

La prostitución es el segundo negocio más lucrativo después de las armas, y en dicha industria la única libertad que se respeta es la de quienes hacen caja con la explotación de las mujeres empobrecidas. ¿Debe ser el Laicismo neutral a la controversia sobre la prostitución? Yo pienso que no, porque cuando hablamos de derechos humanos, cuando hablamos de dignidad no podemos ser neutrales.

Algunos laicos y laicas sostienen que dicho tema debe mantenerse al margen, aunque siguen argumentado que defienden a capa y espada la libertad de conciencia. ¡¡Libertad, libertad!!, cuántas barbaridades se comenten en tu nombre. Siempre hay un pero cuando se tocan asuntos delicados y éste lo es. Porque primero tendríamos que definir que entraña el concepto Libertad, Fraternidad e Igualdad, esa hermosa proclama que se lanzó en la Revolución Francesa; conceptos por los que tantas personas han luchado y han perdido sus vidas. Oliype de Gougues fue guillotinada por defender su libertad de conciencia y redactar la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Y es que “los varones ilustrados” se habían olvidado de las mujeres. ¿Libertad para qué?, debemos preguntarnos. De libertad hablan quienes penetran en otros países para hacerse con las materias primas que ofrecen sus tierras. De libertad hablan los hombres cuando reclaman la suya a costa de la sumisión de sus mujeres.

La violencia sobre las mujeres que se ejerce en la prostitución está fuera de toda duda, y esa violencia implícita y explícita se da por la situación de esclavitud a la que son sometidas las mujeres empobrecidas. Dichas mujeres son vigiladas, obligadas a consumir drogas y otras sustancias, además de las enfermedades que las mujeres prostituidas deben arrastran durante toda su vida. Se sumergen en una espiral de sufrimiento de la que es difícil salir: desgarros vaginales, hemorragias y otra accidentes derivados de la brutalidad que los hombres ejercen sobre ellas, incluida la muerte.

“Sin prostitución no hay trata”, hay que repetir a quienes hacen una separación entre voluntaria y obligada. Son las condiciones económicas y culturales las que permiten dicha lacra. No tienen libertad de conciencia las mujeres y niñas que son trasportadas, como ganado, desde todos los lugares del mundo para divertimento de hombres y lucro de la gran industria del sexo, que las vigilan y explotan, convirtiéndolas en un producto de consumo.

Es la cultura impuesta la que marca las pautas de una sociedad que no tiene tiempo, ni quiere ir a la raíz de los problemas; una cultura que ha colonizado y sigue colonizando las conciencias de hombres y mujeres. Romper las creencias arcaicas que amparan al Patriarcado, escindiendo a las mujeres en vírgenes, madres y esposas, monjas o putas, en siglo XXI es aún un gran reto; esta cultura niega a las mujeres la plena libertad que los hombres reclaman para ellos. La Libertad de conciencia solo puede darse alejada de todo condicionante que la secuestre, es obligado desenmascarar la falsa libertad que se esgrime cuando se banaliza la dignidad que contiene dicho concepto. La neutralidad es el refugio de la cobardía.

Legalizar la prostitución es legalizar la esclavitud. ¿Puede entenderse que una mujer acepte todos los días que su cuerpo sea violado 20/30 veces. Michaela Huber, directora de la Sociedad Alemana Traumatismo y Disociación, afirma: “para permitir que personas extrañas penetren tu cuerpo, es necesario suprimir fenómenos naturales como el miedo, la vergüenza, el asco, el sentimiento de extrañeza, el desprecio, la culpa”. En lugar de eso, las mujeres ponen en marcha la indiferencia, una neutralidad, una concepción funcional de la penetración, una resignificación de este acto para convertirlo en un “trabajo” o un “servicio”. Y explica qué es la disociación: “la disociación es un corto circuito de las funciones integradoras cuando el estrés se hace insoportable”. Para Michaela Huber, el comprador no es el tipo simpático que solo quiere un poco de sexo. ¡No!, la prostitución atrae a los psicópatas y alimenta los comportamientos antisociales de los hombres. ¿Dónde se aloja la Libertad de conciencia de las mujeres prostituidas? ¿Acaso quienes la defienden aconsejarían a sus hijas, madres, mujeres, amantes, hermanas dedicarse a dicho práctica?

La prostitución no es algo irremediable que los hombres necesitan, aunque muchos presuman de ser adictos a ella. Suecia, Finlandia y Francia han abolido la prostitución con muy buenos resultados y otros países se inclinan por ello. La II República Española también la abolió.

Por último, decir que la prostitución también degrada al hombre, porque le hace mero comprador de sexo, arrancado de él la humanidad que se le supone. Los seres humanos son un fin en sí mismos y no pueden ser utilizados como mera mercancía.

Para elegir con plena libertad de conciencia hace falta una política basada en los derechos humanos, donde la justicia social y el trabajo sean bienes que los gobiernos pongan al alcance de mujeres y hombres.

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