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LA sociedad gallega está conmovida estos días por otro episodio que vuelve a escandalizar y que, de momento, deja sin bautizar a una criatura. La madrina es una persona que, en caso de necesidad, se compromete a sustituir a los padres. Es un compromiso personal y consciente. Pero el obispo de Tui-Vigo, Luis Quinteiro Fiuza, ha respaldado la decisión del párroco de As Neves, Francisco Javier de Romero, quien se negó a aceptar como madrina de una niña a una mujer que vive con su pareja sin estar casados, defendiendo que “el párroco debe actuar con la necesaria fortaleza para rechazar un padrino que podría causar escándalo entre los fieles”. Pero el escándalo lo causan ellos con su intolerancia.
Pero lo más insólito es la nota del comunicado eclesial que se permite calificar un modo de convivencia perfectamente legítimo en nuestros días, pues dice “el hecho de que determinadas conductas públicas e inmorales estén muy extendidas entre los fieles no hace que estos puedan ser admitidos como padrinos”. “¿Inmoral?”. Inmorales son los curas pederastas. Además, el párroco das Neves, se atreve a intervenir en la historia y las tradiciones de Galicia, con grave disgusto a sus feligreses, pues ha prohibido la famosa procesión de los ataúdes que se venía celebrando cada 29 de julio durante las fiestas de Santa Marta de Ribarteme, prueba de fe sencilla.
La feliz convivencia en pareja es un acto de amor, legal y constitucionalmente protegido sin más requisito. El cura es un entrometido vecino al consignar que a la persona elegida por los padres como madrina “es obligado exigirle una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir, lo que parece no coincidir con el hecho de convivir sin que medie matrimonio”. ¿Pero quién es él para exigirle a una ciudadana nada?
Nótese la hipocresía, si la Iglesia que cuando casa dice aquello de que “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”, anula matrimonios con hijos por razones pintorescas, sobre todo de gentes de la farándula, que se vuelven a casar sacramentadamente las veces que quieran.
Hipócritas, sepulcros blanqueados, que diría Cristo. En Lucas 7, 36-50, Jesús perdona delante de un fariseo a una mujer de mala vida y fama, mostrando de nuevo el aspecto más ilustrativo de su misericordia. Hoy anda escasa.