El actual Observador permanente de la Santa Sede en la ONU es un nombramiento personal de Francisco, y busca rehacer las relaciones con el Gobierno tras la abrupta marcha de Fratini
La exhumación de Franco y la renovación del Episcopado español, tareas urgentes del nuevo delegado del Papa, que tomará posesión en breve
El Consejo de Ministros ha dado el visto bueno al nombramiento del diplomático filipino, de 60 años, y uno de los hombres de máxima confianza del Papa en cuestiones diplomáticas
El Consejo de Ministros dio ayer el visto bueno al nombramiento del nuevo Nuncio en España. Y, como adelantó hace un mes eldiario.es, el elegido es el actual Observador Permanente de la Santa Sede en la ONU, el filipino Bernardito Auza. Se trata de una decisión personal del Papa Francisco, que quería cerrar la brecha abierta por su anterior representante, Renzo Fratini, que llegó a acusar al Gobierno de querer “resucitar a Franco”.
La noticia ha sido confirmada a Vida Nueva por fuentes de Moncloa y, como decimos, se trata de una decisión tomada directamente por Bergoglio, que se hará oficial en los próximos días. A sus 60 años, Auza es un peso pesado en la diplomacia vaticana, habla perfectamente castellano y en los últimos años ha demostrado una gran capacidad de diálogo, que será imprescindible para su nuevo trabajo, al que accederá muy pronto.
En España, Bergoglio le tiene encomendadas dos tareas impostergables: a corto plazo, volver a zurcir contacto y alianzas con el Gobierno, muy descosidas en la última etapa de Fratini a cuenta de la exhumación de Franco. En este sentido, como también adelantó RD, la Iglesia no pondrá trabas a la salida del dictador y, si llegara el caso de que éste fuera a ser enterrado en la cripta de La Almudena, se negaría aduciendo razones de seguridad (tal y como ha solicitado el Ejecutivo socialista y como adelantamos aquí).
En segundo término, y pensando en las elecciones a la Conferencia Episcopal de marzo de 2020, Auza tendrá que desmontar el frente ultra de muchos obispos españoles, que seis años después de la llegada de Francisco todavía siguen viviendo, pensando y opinando como si este pontificado fuera algo pasajero, una tormenta de verano y fuera a regresar la restauración reaccionaria a Roma.
Lo tendrá difícil: de hecho, de los 84 obispos en activo (entre titulares y auxiliares), sólo 22 han sido nombrados por Francisco. 26 fueron designados por Benedicto XVI y la mayoría, 36, son obispos gracias a la decisión de Juan Pablo II. Muchos de estos últimos son, precisamente, la avanzadilla de los movimientos más conservadores.
En ese grupo están, entre otros, Reig Pla (Alcalá de Henares), Fidel Herráez (Burgos), Cañizares (Valencia), Demetrio Fernández (Córdoba), Braulio Rodríguez (Toledo), Javier Martínez (Granada), Juan José Asenjo (Sevilla) o el considerado por muchos como sucesor natural del cardenal Rouco Varela como líder del frente conservador, Jesús Sanz, de Oviedo.
Por contra, Juan Pablo II también nombró a algunos de los prelados que sí han asumido los cambios planteados por Francisco, como Julián Barrio (Santiago), Ricardo Blázquez (Valladolid y actual presidente de la CEE), Carlos Osoro (Madrid) o Juan José Omella.
Con todo, la renovación que habrá de abordar el nuevo Nuncio se centrará en los 13 arzobispados donde la mayoría de cuyos líderes ya han cumplido, o están a punto de hacerlo, los 75 años, edad en la que deben presentar su renuncia y jubilación.
Y es que la principal tarea de un Nuncio es la de elaborar las famosas ternas de candidatos de las que salen los futuros obispos. Para ello, habrá de revisar el funcionamiento de los seminarios, y el comportamiento de los 18.000 curas de nuestro país. Porque, como ocurriera en tiempos de Pablo VI y Tarancón, sin obispos renovadores es imposible llevar a cabo una renovación. Una vez conformada la nueva nómina de obispos se elegirá a su cúpula el próximo marzo.