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El confinamiento total en Israel aviva las protestas en la comunidad ultraortodoxa y divide al Gobierno

Israel se ha convertido este domingo en el primer país del mundo en imponer un segundo confinamiento total a escala nacional. Las nuevas medidas entrarán en vigor este viernes, coincidiendo con las celebraciones del año nuevo judío, Rosh Hashaná, y se prolongarán al menos durante tres semanas hasta el 9 de octubre.

Las medidas han aumentado una tensión ya existente con algunos sectores de la comunidad ultraortodoxa del país porque el confinamiento coincide con las festividades religiosas de Rosh Hashaná y Yom Kippur. De hecho, el ministro de Vivienda y Construcciones, Yaakov Litzman, del partido ultraortodoxo Judaísmo Unido de la Torá, ha dimitido del Gobierno y ha denunciado que las medidas «impedirán a centenares de miles de judíos rezar en las sinagogas». Sin embargo, el ministro de Interior, Aryeh Deri, que lidera otro partido ultraortodoxo, ha apoyado las nuevas restricciones.

Con 281 nuevos contagios por cada 100.000 habitantes en los últimos 7 días, Israel es el país con mayor incidencia del mundo solo por detrás de Bahréin. Esa cifra en España es de 116, aunque algunas comunidades superaran la incidencia de Israel: la Comunidad de Madrid, con 313 casos por 100.000 habitantes en los últimos 7 días, y Navarra, con 302.

«En los últimos días los nuevos casos diarios se sitúan entre 2.500 y 4.000. El número de fallecidos en las últimas semanas ha sido elevado, aunque la tasa de mortalidad aún se mantiene muy baja en términos relativos», dice a elDiario.es Noa Hakim, portavoz de la embajada de Israel en España. «Esta es la razón de las nuevas medidas de confinamiento, que deberían servir para controlar de nuevo la pandemia. Hay que recordar que Israel fue uno de los países que gracias a la adopción de medidas tempranas consiguió superar bastante bien la primera ola».

Israel sufrió el pico de la primera ola de la pandemia a principios de abril con una media semanal de 628 casos diarios. Menos de dos meses después ya había doblegado la curva y el 25 de mayo esa cifra era de tan solo 13 nuevas infecciones. Los buenos resultados animaron a levantar las restricciones. Desde entonces, la curva se ha vuelto a disparar, multiplicándose por 5,6 respecto al pico de la primera ola y llegando al actual promedio semanal de 3.566 casos. En los últimos dos meses, el número de test ha aumentado de 25.000 al día a aproximadamente 40.000, según informa el medio israelí Haaretz. A pesar del aumento en el número de pruebas, la tasa de positivos ha permanecido alrededor del 9%, lo que sugiere que el aumento de casos detectados no es resultado únicamente del incremento en el número de test.

Las nuevas medidas restringirán el movimiento de los ciudadanos a un radio de 500 metros de su residencia, las reuniones se limitarán a 10 personas en espacios cerrados y 20 en espacios abiertos, todos los comercios, hoteles, centros turísticos, lugares de entretenimiento y oficinas del Gobierno con atención al público permanecerán cerradas. Supermercados, farmacias y tiendas de teléfonos y ordenadores, entre otros, podrán abrir. Los restaurantes solo podrán ofrecer servicio a domicilio. Las empresas estarán limitadas a 10 personas o un 30% del personal habitual (cualquiera que sea la cifra más elevada) y los colegios volverán a cerrar. En una segunda etapa está previsto que se levante el límite de los 500 metros.

«Cuando aumentó la incidencia pregunté a Ronni Gamzu [jefe de la respuesta a la pandemia] cuándo sabríamos que tendríamos que volver al confinamiento y los expertos dijeron que nos confinaríamos cuando el sistema sanitario levantase una bandera roja», afirmó el primer ministro, Benjamin Netanyahu, en rueda de prensa tras tomar la decisión. «Dijeron que podíamos seguir dos meses a pesar de que la incidencia era alta. Continuamos con mínimas restricciones hasta la semana pasada. El jueves pasado levantaron la bandera roja y nos advirtieron de que la situación requería medidas inmediatas. Esto no es un problema de camas o ventiladores, es un problema de agotamiento de los equipos médicos».

Actualmente hay 1.056 pacientes por COVID-19 ingresados en hospitales del país. 519 de ellos están en estado grave y 144 requieren de la asistencia de ventiladores. «En este momento los hospitales están atendiendo a los afectados por el coronavirus con normalidad y se encuentran lejos de alcanzar una situación crítica o de presión», asegura Hakim.

Sin embargo, a pesar de las declaraciones de la embajada, este lunes el primer hospital del país ha anunciado que derivará a otros hospitales a los pacientes de coronavirus porque no puede aceptar a más. Se trata del Gailee Medical Center, en la ciudad de Nahariya, que tiene 85 ingresados. El problema, según el director del hospital, es la falta de personal.

«Las posibilidades que tenía era trasladar a más pacientes en estado grave al centro del país para que fuesen tratados por personal experimentado o tratarlos nosotros utilizando personal que hemos formado», ha dicho este lunes Masad Barhoum, director del centro. «Ese personal que hemos formado está preparado para una situación en la que el sistema entero esté en un estado de insuficiencia y, gracias a Dios, esa no es la situación en este momento. Hasta ahora he decidido no trasladar a pacientes al centro del país, pero dada la situación actual he emitido la orden de dejar de aceptar pacientes por coronavirus».

A principios de septiembre el Gobierno ya estaba discutiendo las posibles medidas para combatir el aumento de casos y el ministro Litzman ya se enfrentó directamente a Gamzu, según informaron medios locales. «Quieres un confinamiento durante los festivos porque no quieres que la gente rece. No permitiremos que esto ocurra», dijo Litzman. Según Gamzu, la población ultraortodoxa representa un 22% del total de casos mientras que constituye un 12% de la población del país. Además, el experto ha señalado que el 80% de los nuevos casos se da en ciudades con gran porcentaje de población ultraortodoxa. «Desafortunadamente, estamos siendo testigos de violaciones sistemáticas de las directrices», afirmó Gamzu durante una visita al asentamiento de Beit Illit a principios de septiembre. «Todas las tardes se celebran actos en la ciudad que violan todos los procesos y ayer [1 de septiembre] se abrieron los centros educativos de la ciudad en contra de nuestras instrucciones». En zonas de mayoría árabe también hay una alta incidencia, según informan medios locales.

El domingo, después del anuncio del nuevo confinamiento y en un episodio que ya se ha repetido más de una vez en zonas con mucha población ultraortodoza, manifestantes religiosos en la ciudad de Bnei Brak, Tel Aviv, se enfrentaron al grito de «¡nazis! ¡nazis!» a la policía que intentaba hacer cumplir el toque de queda impuesto desde principio de septiembre. Los religiosos lanzaban basura y otros objetos. En un vídeo que ha circulado en redes sociales se ve como uno de los agentes coge una bolsa de basura y se la tira a un grupo de ultraortodoxos que se resistía a dispersarse.

El enclave ultraortodoxo de Bnei Brak se convirtió durante la primera ola en el principal foco de coronavirus del país. Miembros de esta comunidad en todo el país han acusado al Gobierno de discriminación por centrarse en los lugares con alta concentración de población ultraortodoxa. En muchos de ellos, declarados zonas de riesgo, existían medidas excepcionales como un toque de queda nocturno. De hecho, a principios de septiembre el Gobierno había planeado un confinamiento completo para estas poblaciones con alta incidencia, pero tuvo que ceder a un toque de queda nocturno tras la presión ejercida por líderes ultraortodoxos, según informa Haaretz.

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