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El “comecuras” Vicente Blasco Ibáñez: escritor e impulsor de la educación laica y popular en Valencia

El catedrático de la Universitat de València Luis Miguel Lázaro presenta un estudio sobre las escuelas laicas valencianas que impulsó Blasco tres décadas antes de la proclamación de la II República.

El escritor Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867 – Menton, 1928) fue un personaje clave de la cultura valenciana de principios del siglo XX, probablemente la figura más internacional tras San Vicente Ferrer y la familia Borja. Republicano, furibundo anticlerical y masón, el autor de best sellers como Los cuatro jinetes del ApocalipsisLa Barraca o La araña negra, tuvo un papel fundamental como impulsor de la cultura y la educación laica tres décadas antes de que la breve experiencia de la II República convirtiera en política de Estado el acceso de las clases populares a las escuelas públicas. 

“Se trataba de poner en marcha un proyecto de educación alternativo que buscaba un nuevo modelo educativo y garantizar el acceso de las clases populares en un momento histórico en que la desescolarización era habitual”, explica por teléfono a elDiario.es el catedrático de la Universitat de València de Teoría e Historia de la Educación Luis Miguel Lázaro, autor de La nueva Atenas del Mediterráneo. Vicente Blasco Ibáñez, cultura y educación populares en Valencia (1890-1931)recientemente editado por la Institució Alfons el Magnànim.

Lázaro se ha pasado más de 15 años estudiando la creación de las escuelas laicas y de la Universidad Popular por parte del movimiento republicano blasquista en Valencia, al inicio del siglo XX, una época de hegemonía de la Iglesia Católica en la educación. El popular escritor concluyó que la “única manera de modernizar España pasaba por un proyecto de emancipación popular para los sectores sociales menos favorecidos que no tenían prácticamente acceso a la educación”, sostiene el autor del estudio.

Valencia sufría a principios del siglo XX unos inquietantes índices de analfabetismo: el 48% de los hombres y el 64% de las mujeres eran analfabetos (en la década de 1930 bajó al 24% en el caso de los varones y al 34% en el de las mujeres). El pensamiento de Blasco —”un personaje en el sentido literario, poliédrico, multifacético y complejo”— bebía de la tradición del pensamiento anarquista y del republicanismo y de la masonería, de la cual formó parte.

“Todo ese universo ideológico al final acaba traduciéndose en un modelo escolar de carácter alternativo a los sectores más conservadores e integristas”, defiende el catedrático Luis Miguel Lázaro quien incide en la originalidad de Blasco al “enlazar” con las propuestas de modernidad de otros países europeos y los Estados Unidos. “Te miras las pastorales de la jerarquía católica en España y Europa y siempre responsabilizan a la masonería de los intentos de subvertir la democracia”, apostilla el investigador.

El autor también repasa los modelos de escuelas racionalistas y de renovación pedagógica, así como el componente antiautoritario en el que “la disciplina no sea preocupación central del docente”. Así, bajo ese prisma el movimiento blasquista crea la primera Universidad Popular en Valencia en 1903 y decenas de escuelas laicas tanto en la ciudad como en el resto de la provincia. Lázaro ha buceado en la hemeroteca, especialmente en las páginas del diario El Pueblo, para reconstruir el devenir de escuelas laicas de nueva creación como las de Carles, Cheste, Sagunto, Catarroja o Cullera, entre muchas otras.

El estudio también repasa el papel de Blasco Ibáñez como editor al frente de Prometeo o Sempere, las editoriales que, a un módico precio, inyectaban en el mercado miles de ejemplares de sus propias obras y de autores “que leen las élites progresistas de la burguesía europea”. “Es una obra intelectual, comercial y cultural de primer orden”, destaca Lázaro. “Hablamos de miles de ejemplares puestos en circulación, esa faceta de difusor de la cultura hay que verla de manera global, incluye el apoyo a la escuela popular, a la educación para adultos, a la lectura y la apuesta por el autodidactismo en el contexto de analfabetismo”, agrega el catedrático de la Universitat de València.

Pese a las dificultades económicas y la oposición de la jerarquía eclesiástica, el movimiento blasquista propició un importante impulso a la cultura popular. “Lo que late en Blasco es un impulso claramente ilustrado, en el que coincidía con su admirado Voltaire y, de hecho, una de las primeras obras que editó fue el Diccionario filosófico“.

El autor del estudio celebra que se haya alcanzado un tardío consenso en la sociedad valenciana para reivindicar la figura y el legado de Blasco Ibáñez. “Ha sido un hombre maltratado durante muchos años, para la derecha era un ‘comecuras’, los socialistas durante muchos años no lo veían bien y la izquierda nacionalista tampoco le tenía cariño porque los republicanos siempre han sido muy jacobinos”, explica Lázaro, quien destaca la excepción del escritor Joan Fuster, quien sí que reivindicó su figura como un “fuera de serie”.  

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