El 24 de junio de 1888 tuvo lugar la inauguración del Colegio masónico de Getafe, propiedad del Gran Oriente Nacional de España, para la enseñanza de huérfanos de masones.
Hubo un banquete y varios brindis, comenzando el vizconde de Ros, Gran Comendador, pero destacando, claramente, el brindis con discurso de Rosario de Acuña. En el mismo aunó el homenaje a la masonería con la emancipación de la mujer, por lo que constituye un texto, aunque breve, sumamente sugerente para la relación entre ambas cuestiones. Acuña expresó que brindaba por el enaltecimiento de la mujer española en todas las esferas del orden intelectual, no por usurpación de los “destinos masculinos”, sino por el íntimo convencimiento de su propia valía que la convertiría en “hermana y compañera” del hombre, empleando la terminología masónica, con el fin de que fuera declarada responsable tanto de sus crímenes como de sus virtudes. Ella deseaba que las mujeres del futuro, “nuestras descendientes, las mujeres del porvenir”, encontrasen libre el camino, y que pudieran disfrutar del triunfo de la hora de la verdad y de la justicia. Y porque la masonería resumía todos esos ideales, ella brindaba por la masonería española, por su significación, como garantía de los deseos de ese momento, que podrían ser sueños, quimeras o locuras, pero que mañana serían “razones, evidencias y hechos”. Brindaba porque la institución masónica, a la que ella pertenecía, consiguiese el reconocimiento de la mujer.