En la Edad Media empezó a introducirse el “intelligo ut credam”, que viene a significar que la razón puede ser un instrumento para comprender mejor la fe religiosa. Anteriormente, había imperado el dicho contrario (credo ut intelligam) para expresar que el mundo y la vida son realmente comprensibles solo a través de la creencia religiosa. Incluso aún antes, algunos doctores eclesiásticos cristianos, como Tertuliano, habían lanzado a los cuatro vientos el aberrante grito de “credo quia absurdum”, para significar que la fe goza de supremacía en la conquista de la verdad por mucho que parezca que contradiga los principios de la razón y de la ciencia.
Hoy se ha subido un peldaño más: la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental, con sede en Granada, ha nombrado académico de honor a Antonio Cañizares, arzobispo católico de Toledo, que de momento se ha limitado, que se sepa, a que su única relación con la medicina sea tomarse los medicamentos prescritos por el galeno de turno.
El señor Cañizares, en su discurso de ingreso (“La causa de la vida, cuestión crucial y decisiva del siglo XXI”), además de confesar su ignorancia en ciencias médicas, se despachó una vez más contra sus obsesiones conocidas por todos: el aborto, la eutanasia, el suicidio, las torturas, la esclavitud o la prostitución, además de la homosexualidad y los anticonceptivos. Aquello fue un púlpito, en lugar del salón de actos de una Real Academia de Medicina y Cirugía. De hecho, es de suponer que aquellos académicos aplaudieron al finalizar Cañizares su homilia.
Sin embargo, como siempre hay gente honesta y coherente, Guillermo Olagüe, catedrático de Historia de la Medicina de la Universidad de Granada, al conocer tan sacro nombramiento, renunció a su escaño como numerario de la Academia, pues –según él- Cañizares “carece de méritos médicos y científicos. Su único bagaje cultural es un conjunto de creencias religiosas, básicamente, dogmáticas, que están reñidas con la ciencia”, mientras que “la Academia es una entidad específica para el cultivo de la ciencia médica”, según puede leerse en el diario Público.
El pensador Martín Heidegger explicó en una conferencia que hablar de filosofía cristiana equivale a decir “hierro de madera” (o es hierro o es madera; o es filosofía –racional y solo racional, en sí misma- o es creencia religiosa). Por la misma razón hacer que un obispo católico de la guisa del señor Cañizares sea miembro de la Real Academia de Medicina y Cirugía es ni más ni menos que otro descomunal “hierro de madera”. Las fuerzas ultracentristas y ultracatólicas van implementando desde hace años un minucioso plan de ir tomando los centros del conocimiento, del saber y de la ciencia. El nombramiento de Cañizares es buena prueba de ello.
Según el diario Público, Cañizares llegó a decir en su alocución de ingreso en la Academia que “vivimos formas de agresión por la ciencia y la tecnología”, y criticó el “laicismo imperante”, “la cultura de la muerte” y el desamparo de “la vida de los no nacidos y enfermos terminales”.
Como cada vez se tiene más desvergüenza incluso en las presuntamente más altas cotas del saber, en su discurso de contestación al obispo, el catedrático de Microbiología y académico, Gonzalo Piedrola, destacó como méritos para ingresar en la Academia sus gestiones para conseguir la devolución de los Libros Plúmbeos a la Abadía del Sacromonte, sus obras asistenciales, su afición por la festividad de San Lucas, patrón de Medicina, su “defensa de la vida” y de la “protección de la vida embrionaria”. O sea, todo un adalid de la investigación científica médica.
Al aberrante grito de Millán Astray ("¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"), Unamuno respondió con unas palabras, que ahora quiero hacer mías:
"Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
Para quien lo desconozca, tras el triunfo del golpe de Estado perpetrado por el general Franco, Millán Astray fue nombrado jefe de Prensa y Propaganda de la dictadura militar. Se les pasó por alto nombrarle también miembro honorario de alguna Real Academia de medicina y Cirugía.
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