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El Ayuntamiento de Madrid lleva razón (o los medios de comunicación y la libertad de expresión)

Hace unos días el Ayuntamiento de Madrid estableció una unidad en su Departamento de Comunicación que tenía como objetivo monitorizar –a través de una web- los medios de comunicación, corrigiendo la información incorrecta y sesgada que tales medios puedan proveer sobre cualquier política pública que se genere y/o aplique por las autoridades municipales, así como otras intervenciones que afecten a los ciudadanos de ese municipio.

Ni que decir tiene, tales medios de comunicación se movilizaron en masa liderados por la Federación de Asociaciones de Prensa de España (FAPE), acusando a las autoridades de tal municipio de querer limitar la libertad de expresión, asumiendo incorrectamente que dicha libertad existe hoy en España. Una observación rápida de los mayores rotativos y de las principales cadena de televisión, tanto privados como públicos, muestra claramente la escasísima (en realidad, nula) variedad ideológica de los medios de información, tanto radiofónicos como prensa escrita en papel y televisión. En todos estos casos, tales medios promueven el ideario de sus propietarios, en el caso de los medios privados, y de las fuerzas políticas que los controlan, en el caso de los medios públicos. Y todos ellos son de derechas o centro-derecha. Y a lo que más se llega es a un ligerísimo centro-izquierda (más centro que izquierda), pero en ningún caso a izquierda.

Si el lector cree exagerada esta observación, le invito a que me encuentre uno de los mayores medios de comunicación (aunque solo sea uno) que haya editorializado a favor del gobierno Syriza en su oposición a las políticas de austeridad impuestas por la Troika. Compruébelo y lo verá. ¡Ni uno! ¡Y ello en un país de cuarenta y seis millones de ciudadanos! Sí que hay voces críticas (poquísimas) que tienen acceso a tales medios, un acceso sumamente limitado para colaboradores de izquierda. En realidad, hay en España una dictadura mediática de la cual la población española no es plenamente consciente, pues los propios medios se encargan de dar la impresión de que sí que hay libertad de prensa, presentando un poco de variedad dentro de un marco sumamente limitado. En realidad, los propios medios presentan lo que ellos llaman voces de izquierdas, previamente seleccionadas, para que no desentonen demasiado. Aparece así la izquierda “respetable”, que ocupa estos puestos asignados regularmente a las izquierdas. Es interesante señalar que esta izquierda respetable (por lo general ex comunistas o socialistas), para ganarse la respetabilidad que se le exige, añade su voz para criticar a las izquierda a la cuales adjetiva como radicales, utópicas, o últimamente bolivarianas. Es cierto que más recientemente ha aparecido en España una cierta tolerancia hacia estas últimas voces de izquierda, definida (por la sabiduría convencional) como radical, como consecuencia de que el radicalismo de esta nueva izquierda es sumamente popular y la popularidad de los programas, donde aparecen tales voces, aumenta con su presencia. La Sexta es un ejemplo de ello. Pero cuando esto ocurre en las tertulias, hay siempre una mayoría de voces del establishment para intentar neutralizarlas. Siempre aparecen en situaciones minoritarias, padeciendo, por cierto, muchos abusos, como ocurre en el programa La Sexta Noche, donde las estridencias, abusos verbales y falsedades provenientes de los tertulianos de derechas son una constante. Es interesante señalar que el extremismo de la derecha española aparece cuando define a La Sexta como el canal de izquierdas, por permitir, siempre en posición minoritaria, a voces de la nueva izquierda en algunos de sus programas.

La situación en Catalunya es incluso peor

En Catalunya la situación es incluso peor, pues el control y diversidad ideológica es mucho menor. No hay en las tertulias voces de izquierdas, excepto algunas que intentan ser muy respetables y que, incluso siéndolo, aparecen infrecuentemente. Así pues, la diversidad ideológica en los medios catalanes es incluso más limitada que en España. Y la instrumentalización de los medios públicos de la Generalitat, promoviendo el independentismo por una parte y el neoliberalismo por otra, es abusiva en extremo. Vean sus programas y sus tertulias (o su programa de “Classe d’Economia” de TV3), y se darán cuenta de la certeza de esta observación. La manipulación de tales medios públicos por el partido gobernante no tiene nada que envidiar a la manipulación de TV1 por el gobierno del PP.

Ante esta situación el ciudadano está totalmente desprotegido. Los medios tienen secciones que se autodefinen como “los defensores del lector”, que consisten en un mero ejercicio de márquetin, ya que no abordan la enorme desinformación y ocultación de la realidad que hay en los medios. Ejemplos de ello los hay a montones, como la cobertura de Podemos por parte de El País. Cuando hubo el acto de presentación de Podemos en Barcelona, en un barrio popular, en Horta (21.12.14), estaba entre los asistentes el que fue alcalde de la ciudad, y más tarde Presidente de la Generalitat, mi amigo Pasqual Maragall (sentado cerca de mí). Cuando el público, que abarrotaba el estadio, lleno a rebosar, notó su presencia, le ofreció una gran ovación (el socialista Pasqual Maragall fue el alcalde más popular que Barcelona haya tenido). Pues bien, cuál no fue mi sorpresa cuando El País dijo, al día siguiente, que en lugar de recibir una ovación, había sido abucheado. Y cuando escribí exigiendo una corrección, ni se dignaron en responderme, y como era de prever, no hubo ninguna corrección. La derecha pujolista, representada por el Sr. Joan B. Culla, el intelectual orgánico del nacionalismo de derechas, que tiene una columna semanal en El País, publicó de nuevo esa noticia, sin que, otra vez, hubiera ninguna corrección. Por desgracia, esta situación es muy representativa. El ciudadano no está protegido frente a tanta corrupción (y no hay otra manera de definirlo) mediática.

El miedo de las autoridades públicas frente al cuarto poder

Y el miedo que tienen las autoridades públicas hacia los mayores medios de información explica que esta dictadura mediática (el mayor obstáculo para el pleno desarrollo de la democracia española) se reproduzca con toda su cultura y por su propia casta mediática (los presentadores y los tertulianos, además de escasamente variados, tienen una permanencia enorme). El Sr. Culla ha sido tertuliano en TV3 y en Catalunya Ràdio durante años. Dentro de su falta de diversidad, hay una fijación de puestos que responde a los intereses ideológicos, poco afines a la experimentación, incluso dentro de su propia línea política.

Este miedo a los medios apareció recientemente en la comisión parlamentaria en Catalunya que investigó la corrupción en la vida política catalana, centrándose en el caso Pujol (cuyo máximo defensor siempre fue, por cierto, el Sr. Culla) y sus derivados. En su informe, la comisión mostró hasta qué punto el famoso oasis catalán era un charco putrefacto. Pero lo que es incluso más notable y digno de mención –y que no aparece en el informe- es que los medios de comunicación de Catalunya sabían que era un charco putrefacto, y permanecieron callados, con un silencio ensordecedor. Los medios –todos los principales rotativos en Catalunya y los mayores canales de televisión- sabían de la enorme corrupción en el establishment convergente conservador (del cual el Presidente Mas es el heredero). Y no dijeron nada. Repito, no dijeron nada. Y cuando escribí al presidente de la comisión parlamentaria, el dirigente de las CUP, el Sr. David Fernández, quejándome por ello de que dicha comisión no hubiera analizado las causas de este silencio ensordecedor, me respondió que no tuvieron tiempo de hacerlo. Y ahí está el punto clave. Seguro que el Sr. Fernández decía la verdad. No dudo ni un segundo de su honorabilidad. Pero el tiempo es una variable que depende de la prioridad política. Y es una lástima que no se considerase que era un tema prioritario mostrar y denunciar que los medios habían sido cómplices de tanta corrupción. La verdad es que el Parlamento catalán no se atrevió.

Y ahí está el problema. Los políticos no se atreven a meterse con los medios –el cuarto poder-. Siempre me frustra que los dirigentes de izquierdas sean tan respetuosos y dóciles con los periodistas y con los medios, siendo estos los mayores cómplices de la falta de libertad de expresión que dicen defender. Y los Colegios de Periodistas, ocupándose exclusivamente de los intereses corporativistas de su medio, permanecen callados sobre esta situación que no puede definirse de otra manera que escandalosa. Y, por cierto, he mirado el contenido académico de las carreras universitarias de periodismo en España, y es sorprendente la falta de visión crítica que aparece en ellos.

Una última observación

Considerando la falta de diversidad ideológica en los medios, aplaudo la decisión de un municipio de izquierdas, como el de Madrid, que intenta proteger a la ciudadanía, denunciando la desinformación de los mayores medios. Se me dirá que no debería ser una autoridad pública la que realizara este análisis y denuncia. Pero dicho argumento ignora que una función pública es garantizar que la información proveída sea veraz, defendiéndose de la continua manipulación ampliamente practicada por tales medos. Que en situaciones ideales sería mejor que lo hiciera un medio independiente, yo estaría de acuerdo. Pero en la vida real, donde las derechas controlan todos los medios, me parece razonable y lógico que las izquierdas utilicen sus recursos para enriquecer la libertad de expresión, intentando corregir el continuo sesgo de los medios que, más que de información son de persuasión. Felicito al Ayuntamiento de Madrid por ello. Sería aconsejable que otros gobiernos municipales progresistas lo hicieran también.

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra

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