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El arzobispo Sebastián sobre deficiencias y tratamientos

La homofobia es un defecto y una deficiencia y muy peligrosa, señor arzobispo emérito de Pamplona, pero esta sí que tiene tratamiento: una cura de realidad

El arzobispo emérito de Pamplona tiene toda la santa razón. El nuevo cardenal afirma que «muchos casos de homosexualidad se pueden recuperar y normalizar con un tratamiento adecuado» y que, al fin y al cabo, no es más que una «deficiencia», «es una manera deficiente de manifestar la sexualidad, porque esta tiene una estructura y un fin, que es la procreación».

Esta posición vanguardista hay que contextualizarla en su justa medida y tiempo, debería añadirse a otras realidades y acciones que diesen fuerza a estas afirmaciones y reflexiones del representante de la Iglesia. Mirando al futuro y a la tolerancia.

Por ejemplo, prohibir los libros de Nicolás Copérnico, ya que su teoría heliocéntrica es una barbaridad; convocar a Galileo Galilei el próximo 16 de febrero de 1616 ante el Santo Oficio, ya que la teoría copernicana que defiende es «una insensatez, un absurdo en filosofía, y formalmente herética». Impregnaría con más fuerza estos argumentos organizar alguna cruzada contra el infiel desalmado, excomulgar a los ignorantes que mantienen que la tierra es redonda, convocar a Torquemada para evaluar los tratamientos psicológicos radicales para combatir la brujería o posicionarse contra la utilización de los preservativos para prevenir el contagio del sida.

Es prioritario y urgente en nuestra época actual del medioevo recuperar y normalizar la homosexualidad con un tratamiento adecuado. ¿Alguien lo duda? ¿Quién sabe de enfermedades y de patologías, la OMS? ¿Cómo se atreve la Organización Mundial de la Salud a excluir la homosexualidad de la clasificación estadística internacional de enfermedades y problemas de salud?

Que la percepción mayoritaria de la sociedad es considerar que la homosexualidad es una deficiencia es más que evidente y constatable. Ahí están los estudios, el INE y las encuestas de todo tipo.

Tan solo una pequeñísima minoría de la ciudadanía, tan solo el 88% afirma que la homosexualidad debe ser aceptada por la sociedad, un escasísimo 86 % opina que debería poder hablarse con naturalidad sobre diversidad sexual, un ridículo 81% acepta relaciones entre varones y un 84% entre mujeres.

Prácticamente nadie, tan solo el 76%, aprueba el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Por tanto, las afirmaciones del señor Sebastián encajan perfectamente con la mayoría social.

¿Qué sabrán de nuevo esos herejes de la Organización Mundial de la Salud, cuando definen la sexualidad como un aspecto central del ser humano a lo largo de su vida, que abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual? La ignorancia es osada.

La procreación es el fin y «lo demás está de más».

Algunas y algunos mal pensados, intolerantes y estrechos de miras y con espíritu torticero, pueden plantear esta especie de silogismo con las doctas palabras del emérito.

Primera premisa: la sexualidad es inherente a la naturaleza humana y tiene como «fin» la procreación. Segunda premisa: la homosexualidad es una enfermedad porque tiene una estructura y un fin que no es la procreación; por lo tanto, se concluye que el celibato debe ser una deficiencia y una enfermedad porque no garantiza, que sepamos, la perpetuación de la especie ni la procreación.

El nuevo cardenal, para preservar a este mundo de promiscuidad, lujuria y perdición, reflexiona: «El señalar a un homosexual una deficiencia no es una ofensa, es un ayuda». Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen.

Sin duda sabias palabras de la púrpura cardenalicia, y aun adquieren una mayor dimensión cuando recurrimos a la definición de deficiencia de la Real Academia Española: 1. f. defecto (? imperfección). ~ mental. 1. f. Funcionamiento intelectual inferior a lo normal que se manifiesta desde la infancia y está asociado a desajustes en el comportamiento.

Sobran las palabras, pero ¿de quién?

Otro dato relevante y a tener en cuenta es que el colectivo gay, de lesbianas, bisexuales y transexuales nunca ha estado estigmatizado o marginado y sus derechos siempre han sido respeta- dos y protegidos en la totalidad de los países en la historia.

Es evidente que «la homosexualidad se puede recuperar y normalizar con un tratamiento adecuado», como la mayoría de enfermedades, pero en casos de pertinaz tozudez homosexual, «desde el punto de vista de la moralidad» se puede recurrir a acciones más contundentes.

Por ejemplo, rezar el rosario a las puertas de una clínica, como hacen millones de navarros, y navarras o incluso a las puertas de los bares de ambiente.

Todas estas reflexiones dichas, por supuesto, desde el espíritu constructivo, tal y como dice el arzobispo emérito de Pamplona desde la «estima». «Cuando una persona tiene un defecto, el buen amigo es el que se lo dice». Pues bien, con vocación de cumplir sus consejos e intentando ser buenos amigos, le decimos que la homofobia es un defecto y una deficiencia y muy peligrosa, señor arzobispo emérito de Pamplona, pero esta sí que tiene tratamiento: una cura de realidad.

«No juzguéis, y no seréis juzgados» (Mateo 7:1-5).

Fernando Sebastián cardenal 2014

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