La joven puso una querella judicial en 2017 y la envió al Vaticano. Un año y medio después, la justicia tomará declaración al acusado.
El arzobispado de Toledo ha apartado a un sacerdote imputado por abusar sexualmente de una menor entre 2010 y 2013. Después de denunciar los hechos ante la justicia civil en octubre de 2017, la supuesta víctima escribió una carta al papa Francisco y otra al cardenal Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y adjuntó una copia de la querella. El obispado abrió un proceso canónico contra dicho clérigo, José Luis Galán Muñoz, aunque no ha precisado la fecha concreta y cuándo tomó las medidas cautelares. En junio de 2018, el vicario general de la diócesis tomó declaración a la supuesta víctima. La justicia ha tardado dos años y cuatro meses en llamar a declarar a la joven, ahora de 22 años, y espera escuchar al acusado este viernes. Después, la jueza decidirá si abre o no un juicio penal.
La diócesis se ha negado a hacer comentarios «para proteger la intimidad de la víctima y del sacerdote» y no ha especificado qué medidas ha tomado, aunque sí ha detallado a este diario que el acusado ya no está ejerciendo el sacerdocio en una parroquia. El cura, antiguo secretario de estudios del seminario menor de Toledo en 2004, era director espiritual de un colegio religioso de Talavera, centro donde estudiaba la denunciante. Los supuestos hechos, desde tocamientos hasta violaciones, tenían lugar periódicamente cada 15 días en la iglesia de San Ildefonso de Talavera de la Reina, de la que era párroco el acusado desde 2009.
La denunciante asegura que el sacerdote, al que conoció en el Camino de Santiago en una excursión con el colegio, la recibía en el despacho parroquial para tratarla espiritualmente, ya que en esos momentos «estaba pasando un mal momento con la separación de sus padres». Durante las sesiones, además de abusar de ella, la supuesta víctima cuenta que la maltrataba físicamente y psíquicamente. «Me llamaba puta. Me decía que no valía nada, que nadie me iba a creer y que me mataba si lo contaba», relató la joven el pasado día 8 de marzo en el Juzgado de Instrucción Número 4 de Talavera. Las amenazas también estaban acompañadas, dice, de palabras de consuelo. «Me decía que [lo que me hacía] era un regalo de Dios», añadió.
El mismo año que comenzaron los supuestos abusos, la joven comenzó a padecer anorexia nerviosa y a tener ideas suicidas, según indica el informe clínico que acompaña la querella. Hasta la fecha, la joven ha sido ingresada 12 veces por intento de suicidio. El documento médico añade que su trastorno alimentario y las ideas suicidas son producto de un síndrome de estrés postraumático originado por ciertos episodios «terroríficos, impactantes o peligrosos» que ha vivido y que su mente ha bloqueado. Después de confesar que sufrió los abusos, sus psiquiatras le recomendaron que escribiera lo que recordara en unos cuadernos. En inglés, la supuesta víctima describió varios de los encuentros con el acusado. Después, decidió ir a la justicia. El abogado del sacerdote preguntó a la supuesta víctima si la querella obedecía a una venganza por celos contra la madre por la relación sentimental que mantenía con el sacerdote. La denunciante de los abusos lo negó.
En junio 2017, antes de imponerse la denuncia y tras conocerse la relación que mantenía con la madre de la denunciante, el obispo de Toledo, Braulio Rodríguez (que según una sentencia canónica ignoró denuncias de un caso de abusos cuando era obispo de Salamanca a mediados de los noventa), trasladó a Galán a la parroquia de San Juan de la Cruz en Toledo como vicepárroco. También fue designado como profesor adjunto a Cátedra en el Instituto Teológico San Ildefonso. El párroco actual de San Juan de la Cruz ha explicado a este periódico que el acusado nunca llegó a incorporarse al oficio y el Instituto ha admitido que este curso 2018/2019 Galán no ha dado clase. En enero de 2018, el acusado ofreció un curso junto a otro sacerdote a varios presbíteros sobre «la moral del amor esponsal, el sentido unitivo procreador, la vivencia de la virtud de la castidad».
En la sala, por primera vez, la joven también relató cómo su madre, tras uno de los ingresos hospitalarios, la llevó a la casa particular de Galán para que, junto con otro sacerdote, le hicieran un exorcismo. «Mi madre y José Luis me dijeron que tenía un demonio dentro y que por eso estaba enferma», cuenta. Según su relato, el otro sacerdote le preguntó «si había participado en orgías», le tumbó y le introdujo los santos óleos por la nariz. Al día siguiente, la joven asegura que volvió sola para otra sesión de exorcismo en la parroquia y, en esa ocasión, Galán la violó y la agredió físicamente. La ley eclesiástica que regula los rituales de exorcismo destaca que es el obispo el que debe autorizarlo y que la víctima debe aceptar voluntariamente.