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El arzobispo de Granada lamenta que los animales estén más protegidos que los embriones humanos

En su última homilía hace una particular interpretación de la última encíclica del Papa, dedicada al medio ambiente y crítica con gobiernos y empresas por el cambio climático, y prefiere centrarse en la innovación biológica a partir de la investigación, el punto 136 de los 246 que contienen el documento de Francisco, recogido dentro de un apartado titulado “Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno”.

El arzobispo de Granada, Javier Martínez, se ha quejado en su pasada homilía del domingo en la Catedral de “qué protegidas están ciertas especies de animales, incluso por las legislaciones del mundo, y qué poco protegido está el embrión humano, el feto, el anciano, o el pobre”.

Aprovechando la última encíclica del Papa Francisco sobre el “cuidado de la casa común”, el prelado granadino lamentó “la guerra que hacemos contra la creación” y “contra la creación inanimada, contra el mundo de las plantas y de los animales”, un aspecto que, según dijo, hemos de mirar de una “manera amplia” frente a ciertas ideologías.

“Cuánto nos preocupamos por la vida de ciertas especies de animales, que son preciosas -que son preciosas porque todo en la Creación es un regalo del amor de Dios-, y qué poco nos preocupamos a veces por eso que el Papa y otras personas han llamado la ‘ecología humana'”, mantuvo, según informa el Arzobispado en una nota.

Martínez invitó de nuevo a “abrir el corazón” “a las cosas que nos propone y que nos enseña” el Papa Francisco con su última encíclica y destacó dos de sus puntos, que “no somos dueños de la creación” y el que se refiere al vínculo en nuestra vida, porque “no podemos concebirnos como hombres aislados”.

“No somos los dueños del mundo; no somos los dueños, ni siquiera, de nuestro propio cuerpo o de nuestra propia vida. Somos criaturas y administradores de unos bienes que nos han sido dados. Y cuando uno ama al que te da el regalo, uno cuida de esos bienes”, sostuvo el arzobispo, quien asemejó precisamente la creación con la casa familiar: “Una familia cuida normalmente de la casa en que vive. Si la familia tiene una buena salud moral y espiritual, y corporal también (…), cuidamos de nuestra casa. Nuestra casa es el mundo, nuestra casa es la creación”.

Asimismo, subrayó el vínculo que hay en nuestra vida y que los hombres no pueden concebirse como “seres aislados”, al mismo tiempo que apeló a la recuperación de una conciencia que se conciba como parte de este mundo “y que todo lo que sucede” en este mundo “nos importa, nos afecta y refleja nuestro modo de concebirnos a nosotros mismos”. “No hay diferencia entre el modo como tratamos al mundo y el modo como nos tratamos los hombres unos a los otros”.

Para Martínez, y recogiendo las palabras del Papa Francisco referidas a la necesidad de una “verdadera revolución cultural”, “si, sobre todo en el mundo desarrollado (…), seguimos por el camino que vamos, nuestro horizonte, casi inevitable, es la destrucción y la muerte”.

“Por desgracia, eso es lo que sucede: no amamos nuestra vida. No nos sabemos amados por Dios, nos sentimos dueños del mundo y tenemos una especie de resentimiento contra la creación, una actitud explotadora frente a la creación, que destruye la creación en la misma medida en que primero nos destruye a nosotros mismos: destruye nuestra esperanza, destruye nuestra capacidad de gratitud y de amor. Eso es el centro de la revolución cultural a la que el Papa nos invita: recuperar nuestra capacidad de gratitud y de amor por ese don precioso que el Señor nos da que es nuestra propia vida y el mundo en que vivimos”, concluyó.


COMENTARIO: Una vez más el arzobispo granadino da la nota. En esta ocasión con los embriones, que su opinión deben ser muy respetados, pues son obra divina. No parece importarle tanto el respeto a los menores que son abusados por personal religioso, a tenor de su gestión del caso “romanones” con el abuso masivo de una decena de curas de su diócesis.

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