«El futuro del cristianismo y de sus instituciones pasa por la cultura de la paz, como espacio decisivo y renovado en la misión de la Iglesia». El arzobispo castrense,Juan del Río, ha destacado la «grandeza» de los militares españoles y sus capellanes,sin cuya labor «no sería posible» la cultura de la paz.
En su carta pastoral con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, y bajo el título «La Cultura de la Paz», Del Río incide en que «sin los trabajos, esfuerzos y profesionalidad de nuestros militares, sin la labor acogedora, cercana y abnegada de nuestros capellanes, esta promoción de la cultura de la paz no sería posible en nuestro país o los demás países de nuestro entorno».
Un acompañamiento que se da «en las alegrías y en las penas, en tiempo de paz o de conflictos» y que, en opinión del arzobispo castrense, es donde se descubre «la grandeza de ser soldado, el cual está dispuesto aentregar su vida para garantizar los derechos de la legítima defensa, de la independencia territorial y de la imprescindible libertad de España y de sus ciudadanos».
En su mensaje, el prelado recuerda que «en el mundo existen el mal y la ambición humana, que destruye a las personas y a las naciones», por lo que insta a los poderes públicos a «mantener la defensa, la integridad y la independencia nacional«.
«La existencia de unas Fuerzas Armadas y unos Cuerpos de Seguridad del Estado, y su pertenencia a ellas, no están reñidas con el compromiso de ser constructores de la paz», destaca Juan del Río, quien reivindica su misión en la España de hoy.
El arzobispo castrense, en su carta, subraya el «deber ético» de condenar la guerra y la carrera de armamentos, posicionándose así en favor del desarme. Además, advierte de los peligros de la «guerra moderna» con armas atómicas, bacteriológicas o químicas.
«Es frecuente oír si todavía es aceptable el criterio de la guerra justa. Una guerra que implique el uso de armas atómicas, bacteriológicas o químicas difícilmente puede ser considerada justa, en cuanto que el daño que de ella se derivaría sería muy superior a la injusticia sufrida. No existe proporcionalidad, dado que una guerra moderna significa la destrucción total. Hoy la guerra se ha convertido en una locura y no en un remedio para reparar las injusticias«, advierte.
En su lugar, invita a poderes, organizaciones internacionales, medios de comunicación, ciudadanos y especialmente, cristianos, a contribuir a la regulación pacífica de los conflictos y a la elaboración de procesos de cooperación y de desarme «que hagan las guerras impensables».