El anticlericalismo medieval y moderno fue un movimiento creyente, es decir, sin salirse de los principios cristianos y católicos, una de las características que le diferenciarán del posterior. Este primer anticlericalismo se reflejó en la literatura y, también se manifestó en la cultura popular. Se criticaban los vicios, excesos y pecados de los eclesiásticos, pero no se cuestionaron los dogmas ni la existencia misma de la Iglesia. Se trataría de una censura moral, pero no de un movimiento verdaderamente antirreligioso. Tenemos que tener en cuenta que la religión impregnaba de tal manera la sociedad que determinaba los modos de vida y la concepción del mundo, algo que cambiará, sustancialmente, en la Edad Contemporánea, donde la defensa de la autonomía del individuo, de la sociedad y del Estado frente a la Iglesia llevarían a una fuerte crítica hacia su poder económico, la preeminencia social de los eclesiásticos, su influencia en la educación y la cultura, y su injerencia en la vida pública y política, llegando, incluso a rechazar toda manifestación externa de religiosidad.
En la Edad Media se censuró la simonía y la avaricia del clero o sus costumbres contrarias al Evangelio. El arcipreste de Hita, el autor del Libro de Alexandre, el Canciller Ayala, Fernando del Pulgar o Fernán Pérez de Guzmán son autores que nos han dejado ejemplos de lo que exponemos. En la Edad Moderna, el anticlericalismo se convirtió en más ácido; se criticaban los pecados de la lujuria y la holgazanería, sin olvidar la avaricia. En estas críticas hay que incluir las polémicas entre las Órdenes Religiosas, como las habidas entre jesuitas y dominicos con argumentos que luego serían utilizados contra el clero, en general. Los autores del Siglo de Oro, como Lope de Vega, Tirso de Molina, Mateo Alemán o Cervantes dedicaron su atención a los excesos del clero. En el mundo de la cultura popular fue el momento en el que nacieron muchos refranes anticlericales.
En el siglo de la Ilustración, el modelo cultural cambió porque se plantearon presupuestos contrarios, basados en el imperio de la Razón, a muchos de los principios tradicionales defendidos por la Iglesia, además de plantearse un modelo de Estado que chocaba con los intereses y privilegios eclesiásticos. Fue el momento en el que se inició el cambio hacia el anticlericalismo contemporáneo. En el mundo literario español destacaría la figura de Samaniego con sus fábulas, donde satirizó al clero.