Mientras unos defienden que el sector más ultraconservador se ha levantado contra el papa Francisco, en un intento de diluir las declaraciones de quienes le acusan de haber estado protegiendo a depredadores sexuales, lo cierto es que el Sumo Pontífice se desmarca con declaraciones rotundamente conservadoras, haciéndose la guerra a sí mismo.
¿El aborto, el divorcio y la orientación sexual? A veces da la impresión de que hemos vuelto a los años ochenta, década en la que se legaliza el aborto y el divorcio en España, después de la despenalización de la homosexualidad en 1979. Pero no sucede lo mismo en todos lugares, de ahí que sean temas que se debaten actualmente y que llevan a personalidades, como el papa Francisco, a meterse en frondosos jardines de los que sale muy malparado, en un mes de agosto que ha tenido que lidiar con varios frentes que han mermado su imagen de Sumo Sacerdote abierto y progresista… ¿o es que se ha abierto una guerra en su contra desde la iglesia?
El Papa y las amistades peligrosas
El Encuentro Mundial de las Familias tiene lugar este año en Dublín, sirviendo de marco para que el papa Francisco reconozca el fracaso de la iglesia irlandesa de cara a afrontar lo que denomina «crímenes repugnantes de los abusos» a menores, reclamando de paso medidas severas que impidan que tales hechos se vuelvan a repetir y regalando imágenes imborrables para el recuerdo durante la misa que dirige en el Phoenix Park de Dublín.
Posteriormente se reúne durante poco más de hora y media con un grupo de víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en Irlanda, que de poco sirve para lavar su imagen o la de la iglesia, al quedar empañada ante la acusación del exembajador del Vaticano en los Estados Unidos, el arzobispo Carlo María Vigano, que este domingo, 26 de agosto, le acusa de proteger a un depredador sexual de seminaristas al ignorar sus advertencias sobre otro arzobispo, Theodore McCarrick, que habría dirigido la Archidiócesis de Washington entre 2000 y 2006 bajo las órdenes del propio Bergoglio, quien le habría encubierto hasta que acepta su renuncia cuando casi que no le queda más remedio, el pasado 28 de julio, suspendiéndole « del ejercicio de cualquier ministerio público junto con la obligación de permanecer en una casa que se le indicará, para una vida de oración y penitencia, hasta que las acusaciones [de abusos sexuales a menores y jóvenes seminaristas] a él dirigidas sean aclaradas por el proceso canónico regular».
«En este momento extremadamente dramático para la Iglesia universal debe reconocer sus errores y, de acuerdo con el principio proclamado de tolerancia cero, el papa Francisco debe ser el primero en dar un buen ejemplo a los cardenales y obispos que encubrieron los abusos de McCarrick y renuncie junto con todos ellos», escribe Vigano en un demoledor testimonio de 11 paginas, publicado en un medio conservador católico. Si bien algunos, como el arzobispo de Chicago, Cardenal Blase Cupich, interpretan esta acusación como un ataque de aquellos a los que «no les gusta el Papa porque es latino» e hijo de inmigrantes italianos, otros apuntan a un ataque de un grupo minoritario de ultraconservadores, contrarios a las posturas supuestamente abiertas y tolerantes de este Papa, que los más lanzados señalan estarían dirigidos por el Tea Party en los Estados Unidos.
El Papa y los consejos envenenados
Sin embargo y a pesar de la magnitud de esta acusación, la controversia se desata realmente tras el vuelo de vuelta al Vaticano, cuando un periodista le pregunta sobre cómo deben enfrentarse las familias ante el descubrimiento de la orientación sexual de sus hijos, cuando son menores de edad.
«Tu pregunta es clara, ¿qué le diría a un padre que ve que su hijo o su hija tiene esa orientación? En primer lugar, yo le diría que rece, que no condene, que dialogue, que comprenda, que dé un poco de espacio al hijo o a la hija. Darles espacio para que se expresen. Luego, ¿a qué edad se manifiesta esta inquietud del niño? Es importante. Una cosa es cuando se manifiesta desde la infancia, cuando hay muchas cosas que se pueden hacer, con la psiquiatría, o… para ver cómo son las cosas. Es otra cosa cuando se manifiesta 20 años después o algo por el estilo. Pero nunca diré que el silencio es una solución. Ignorar al hijo o a la hija con orientaciones homosexuales es una falta total de paternidad y maternidad. Tú eres mi hijo, eres mi hija, como eres, y yo soy tu padre y tu madre. Hablemos», responde el Sumo Pontífice.
Si bien estas palabras causan verdadero estupor e indignación entre la comunidad homosexual, desde la oficina de prensa del Vaticano prefieren quitar hierro al asunto aclarando que han sido malinterpretadas, pero no porque se hubiera referido a que son los progenitores quienes deben recibir ayuda psiquiátrica, sino matizando que refiere más bien a ayuda psicológica para los menores. En cualquier caso, optan por no publicar tan supuestamente inocuas declaraciones en la página oficial del Vaticano, lo que no impide que sus palabras se propaguen y lleguen hasta el otro hemisferio del globo, Argentina, al que fuera hogar del Papa, desde donde un humorista, Jey Mammon, le responde en Twitter con un imbatible zasca: « Hola @Pontifex_es fui al siquiatra recién. Me preguntó “quien te deriva” le dije “El Papa”. Me dijo que la homosexualidad no es considerada enfermedad por la OMS desde hace un rato ya y que le manda un abrazo enorme».
El Papa y las cosas de mujeres
En Argentina es donde se ha estado debatiendo encarnizadamente la despenalización del aborto, cuya aprobación choca finalmente contra el Senado, el pasado 8 de agosto, que bloquea su instauración, por el momento, lo que no supone el fin de su reivindicación. Miles de argentinos han decidido sumarse en las últimas dos semanas a una campaña para apostatar de manera colectiva que ya suma 4.000 solicitudes. « Apostato porque la jerarquía de la Iglesia no me representa y no quiero que hable más en mi nombre. No puede ser que los senadores voten por sus creencias religiosas y no por la salud de miles de mujeres que arriesgan su vida en abortos clandestinos», señala una de las apostatas, Julieta Domínguez, delante de una mesa de información de la Coalición Argentina por un Estado Laico (Cael) ubicada delante de la Conferencia Episcopal Argentina, en Buenos Aires.
Esta ubicación no deja de ser un curioso ejercicio de respuesta a las movilizaciones que antaño hiciera la iglesia contra cuestiones como el debate sobre la legalización del matrimonio igualitario, allá por 2009, cuando el colectivo LGBT se encuentra con un serio detractor a sus demandas en el arzobispo de Buenos Aires, en aquel entonces más conocido sencillamente como Jorge Bergoglio, quien apela «a una guerra de Dios» contra lo que le parece tan infame proyecto de ley. Lo que quizás sirva para explicar el hecho de que Francisco parezca estar eludiendo pisar el país que le viera nacer, que todavía no ha visitado como Sumo Pontífice, donde sí recuerdan con quien se las están viendo y tendría que enfrentarse no con una, sino con dos campañas de fuerte calado en el debate social: la que promueve la acción de apostatar y otra a favor de la separación definitiva entre la Iglesia y el Estado.
El Papa y las cosas de pareja
Ya de vuelta en la cuna de sus ancestros, el Papa vuelve a meterse en camisas de once varas, en esta ocasión en relación a la Ley del divorcio que a estas alturas se debate en Italia, en lo que tilda de «una moda» durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro del Vaticano. «Yo respeto todo, pero el ideal no es el divorcio, la separación, la destrucción de la familia. El ideal de la familia es la unidad (…). Las dificultades y problemas que las familias atraviesan no pueden minar la importancia de la institución familiar para la sociedad, para la humanidad o poner en discusión la necesidad humana fundamental del amor duradero (…). El amor vivido en el matrimonio es un don de Dios, que debe cultivarse cada día con el diálogo, con el tiempo que pasan juntos, con la ternura», declara el Papa, apelando a «la comunicación entre las generaciones y el rol de los abuelos en consolidar los lazos familiares y en la transmisión de la fe».
Progresista, lo que se dice progresista, no parece que sea definitivamente el papa Francisco. Luego no parece que tenga mucho sentido que sean los ultraconservadores quienes quieren echar por tierra su imagen, dado que deben estar muy en consonancia con su catecismo. Recuerdo aquellas palabras de Thomas Moore, «el que calla otorga», tal y como se interpretan al menos en aquella película de Fred Zinnemann, Un hombre para la eternidad (A man for all seasons, 1966, Reino Unido), que vendrían a interpretar que el silencio del papa Francisco a las acusaciones de proteger a un depredador sexual en la Iglesia podrían estar ciertamente fundadas, siendo la guerra que lidia más contra sí mismo y sus acciones pretéritas que contra sus detractores.