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SANTIAGO DE COMPOSTELA, 25/07/2022.- Los reyes Felipe y Letizia, la princesa Leonor (i) y la infanta Sofía (4i) durante la ofrenda al apóstol Santiago, uno de los actos más destacados de la festividad del 25 de julio, que supone un espaldarazo al año Xacobeo en el Día de Galicia, este lunes en la catedral de Santiago. - Lavandeira

El 15-M de doña Letizia

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Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que desde el 15-M no se ha visto expresión más revolucionaria en España. Sujetaos las mitras, si no os habéis enterado. La reina Letizia se abstuvo de santiguarse y hacer la señal de la santa cruz en la ofrenda laica que todos los años dedican nuestros borbones a Santiago Matamoros, a la sazón apóstol. La cosa está que arde. Felipe VI pide al santo que apague los incendios, demanda que también tiene su riesgo: igual nos envía una Filomena, que este santo siempre fue un poco bruto. Y delante del mismo interpelado, en la catedral compostelana, va Leti y se marca este no-gesto, este acabose, esta anomalía antiespañola, este anuncio sordo de las siete plagas, este no persignarse que pone en riesgo la salvación de España.

Siempre se ha dicho que la Casa Real debe ser un dechado de ejemplaridad. Está bien que trinquen los millones y se los lleven a paraísos fiscales, pues casi todo se le perdona al borbonismo que ha mantenido la dignidad, las tradiciones y la unidad de nuestra España feudal. Pero Leti, coño, si hasta yo me santiguo siempre antes de escribir una palabrota en el artículo.

Personalmente, ya a la llegada de sus majestades sentí una extraña inquietud con temblores de desastre. Aunque elegante, el atuendo de Letizia no anunciaba nada bueno: vestido naranja de dos piezas cruzadas con efecto drapeado, manga japonesa y falda midi, con corte evasé, marcando la cintura. Sin ánimo de ofender, digo yo que este aliño indumentario es más propio para una visita a Sodoma y Gomorra que a la casa del señor, y más si es catedralicia. Que se lo pregunten a monseñor Rouco Varela, a Jorge Fernández Díaz y a su ángel de la guarda Marcelo. Conociendo España, no me extrañaría que la Fiscalía actuara de oficio y la enchironara por ofender los sentimientos religiosos de todos los españoles. Abogados Cristianos, c´est la guerre. Cloaqueros: a por ella, oé.

Entre nuestros periódicos católicos, ha caído un manto de silencio sobre esta blasfemia por omisión. Aunque, en el digital VozPópuli, la periodista Bea Téllez de Meneses pone un poco de caspa exculpatoria al no-gesto: «Al verla, muchos usuarios se están preguntando por qué ha hecho esto, si es que la esposa del rey Felipe se despistó y no se dio cuenta de que había que santiguarse o si es que la reina es atea y no cree en dios, a pesar de que está casada por la Iglesia y sus hijas han recibido todos los sacramentos correspondientes. Este gesto de la reina Letizia durante la misa está siendo muy comentado en las redes y ha sembrado la duda sobre si es católica o no o tal vez lo que le ocurre es que no es católica practicante». Ya sé que la prosa y la puntuación son un poco ya tal, pero hablando de asuntos católicos eso es insignificante: antes quemaban libros y científicos, ahora por lo menos ya solo queman comas y sintáxises.

Pero no nos descuidemos, que los designios del señor son inescrutables y a lo peor al papa Francisco se le pasa la rojez y nos manda a España otra cruzada como contra los albigenses: «Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos». Consuela mogollón, ¿eh?

Desde un punto de vista contemporáneo y libertario, yo creo, como auguró mi muy apreciado Jaime Peñafiel, que la boda de Felipe con la pagana Letizia fue el principio del fin de nuestra inestimable monarquía. Los borbones se tendrían que casar entre primos o entre hermanos, como antaño, que intelectualmente no vamos a notar la diferencia.

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