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En la mayoría de los países de mayoría musulmana existen graves restricciones a la disidencia religiosa. En esos casos, el problema está asociado a la alianza entre las autoridades religiosas y políticas. Sostengo que la alianza entre los eruditos islámicos (los ulemas) y las autoridades estatales se construyó históricamente, en lugar de ser una característica del islam. De ahí que la idea esencialista de que el islam rechaza intrínsecamente la separación entre religión y el estado, mientras que el cristianismo la apoya, es engañosa. En cambio, este artículo muestra que la alianza ulema-Estado en el mundo musulmán se construyó después de mediados del siglo XI, y revela que la separación Iglesia-Estado en Europa occidental también se institucionalizó históricamente durante ese periodo. Utilizando métodos de historia comparada, el artículo explica los antecedentes políticos y socioeconómicos de estas transformaciones epocales, prestando especial atención a las relaciones entre las clases religiosas, políticas, intelectuales y económicas.
Esta es la parte 3 (de 4) del estudio original en inglés. La parte 1 se puede leer AQUÍ y la parte 2, AQUÍ.
Autonomía religiosa: Dinamismo intelectual y económico
Desde el siglo VIII hasta mediados del siglo XI, la autonomía religiosa, la diversidad y la tolerancia se asociaron a la existencia de una burguesía influyente y de polímatas productivos en el mundo musulmán. Según Goitein, las tierras musulmanas contaban con una economía monetaria eficaz, que ofrecía condiciones alentadoras para los comerciantes musulmanes y judíos. Cita a un escritor del siglo X que afirmaba que «los mercaderes son más poderosos que los visires [ministros]» porque «una letra de cambio era aceptada con mayor facilidad que una asignación de ingresos por impuestos». Heeven caracteriza la situación como una «revolución burguesa». Goitein escribe: «La «revolución burguesa» de Oriente Medio durante los primeros siglos del islam tuvo muchas repercusiones en la historia mundial. Por mencionar sólo una: a través de ella los judíos, que hasta entonces se habían dedicado principalmente a la agricultura y a otras ocupaciones manuales, se convirtieron en un pueblo predominantemente comercial.» Del mismo modo, Maristella Botticini y Zvi Eckstein explican con más detalle que la «transición completa de los judíos de la agricultura a la artesanía y el comercio tuvo lugar» aproximadamente entre los años 750 y 900, bajo el gobierno omeya, abasida y fatimí, donde «los judíos estaban legalmente autorizados a poseer tierras… y dedicarse a cualquier ocupación que desearan».
A principios del periodo medieval, los comerciantes musulmanes financiaron a muchos ulemas y filósofos. Los filósofos musulmanes, o polímatas, hicieron importantes contribuciones en diversos campos, como las matemáticas, la óptica y la medicina. Sus contribuciones incluyeron el desarrollo de los números arábigos, la invención de la cámara oscura y la distinción entre viruela y sarampión. Los mercaderes musulmanes también impulsaron el florecimiento comercial y agrícola, que incluyó la innovación de instrumentos económicos como el cheque y la letra de cambio. Incluso desde el punto de vista político, los comerciantes musulmanes eran influyentes. A mediados del siglo X, bajo el gobierno abasida, los comerciantes «constituían una comunidad crediticia internacional de la que el gobierno sólo podía abusar con un riesgo considerable».
A mediados del siglo XI comenzó una importante transformación. La relativa separación entre los ulemas y el Estado comenzó a deteriorarse, una ortodoxia suní literalista se hizo cada vez más influyente, y la economía monetaria fue sustituida gradualmente por un nuevo sistema de asignación estatal de los ingresos de la tierra. Esta transformación provocó gradualmente un estancamiento intelectual y económico en el mundo musulmán (Kuru 2019, capítulos 5-7).
La alianza entre los ulemas y el Estado
La transformación de mediados del siglo XI tuvo dimensiones económicas, políticas y religiosas. Desde el punto de vista económico, la disminución de los ingresos agrícolas en Irak ya había debilitado al antiguo régimen. En el siglo XI, el nuevo régimen económico surgió con el uso cada vez más frecuente de las iqtas (impuestos sobre la agricultura y las rentas de la tierra) asignadas a los militares y otros funcionarios del Estado. En los siglos posteriores, varios sultanatos musulmanes desarrollaron y utilizaron versiones del sistema de iqtas. Desde el punto de vista político, la estructura estatal adquirió una forma más militarista. A partir del siglo XI, centrarse en las conquistas militares se convirtió en otra característica común de los sultanatos musulmanes. Estos nuevos sistemas económicos y políticos marginaron a la otrora influyente clase mercantil. La alianza emergente entre las autoridades religiosas y políticas se basó en estas transformaciones económicas y políticas (Kuru, 2019: 93-116).
También existió una profunda dimensión religiosa en esta transformación. En la primera mitad del siglo XI, los califas abasidas de Bagdad intentaron recuperar el poder político frente a los gobernantes chiíes que dominaban el norte de África, Egipto, Siria e incluso Irak. Para cambiar esta situación, dos califas abasidas posteriores llamaron a la unificación de los sultanes, los ulemas y las masas suníes. Declararon un credo que definía una «ortodoxia suní». Aquellos cuyas opiniones se consideraban contrarias a este credo, incluidos ciertos chiíes, filósofos y teólogos racionalistas (mutazilis), fueron declarados apóstatas y se enfrentaron a la amenaza de ser ejecutados.
En la segunda mitad del siglo XI, los gobernantes selyúcidas se aliaron con los califas abasidas y los ulemas para consolidar la ortodoxia suní y eliminar a los chiíes ismaelitas. Los filósofos musulmanes también fueron objeto de ataques debido a sus pensamientos heterodoxos. Ghazali (m. 1111), un miembro genial de los ulemas, desempeñó un papel intelectual de primer orden en los ataques contra los chiíes y los filósofos ismaelitas y Avicena (m. 1037), apóstatas debido a sus tres puntos de vista poco ortodoxos: que el mundo es eterno, que el conocimiento de Dios sólo abarca los universales y que la resurrección es sólo espiritual. Ghazali escribió que defender estos puntos de vista se castigaba con la muerte-
La base institucional de la alianza ulema-Estado era una red de madrasas. El gran visir selyúcida Nizam al-Mulk (r. 1064-92) patrocinó una madrasa en Bagdad que se convirtió en la pionera de esa red. Estas instituciones se denominaron posteriormente en su honor: madrasas Nizamiyya. Estas madrasas estaban financiadas por waqfs (fundaciones). Sin embargo, las madrasas no podían definirse simplemente como privadas o independientes, porque los gobernantes y funcionarios políticos eran los que proveían su financiación. Las madrasas Nizamiyya promovían la ortodoxia suní y formaban un tipo particular de ulema que aceptaba el servicio al Estado.
La forma selyúcida de combinar el sistema iqta, el estado militar y la alianza ulema-estado surgió en Asia Central, Irán e Irak en la segunda mitad del siglo XI. Un siglo después, se extendió a Siria y Egipto bajo los ayubíes y luego los mamelucos. Más tarde, se hizo dominante en una vasta geografía, desde los Balcanes hasta la India bajo los otomanos, los safávidas y los mogoles. Estos sultanatos eran poderosos desde el punto de vista militar, pero no consiguieron reavivar el dinamismo intelectual y económico de los primeros musulmanes porque eliminaron a los filósofos y marginaron a los comerciantes.
Utilizo el término «alianza» porque existía una relación recíproca entre los ulemas y el Estado. El Imperio Otomano (1299-1922) fue el caso en el que la alianza ulema-Estado tuvo una mayor institucionalización. En este, los ulemas tenían ciertas prerrogativas religiosas, legislativas, judiciales y educativas. En algunos casos, los ulemas incluso cooperaron con los jenízaros para deponer sultanes. No obstante, los sultanes tenían poderes ejecutivos, incluyendo la coerción y las finanzas, que podían utilizar contra ciertos miembros de los ulemas.
En resumen, el caso otomano revela que la relación entre los ulemas y el Estado significaba una asociación mutuamente beneficiosa, más que una dominación unidireccional del Estado sobre los ulemas o viceversa. Después del siglo XI, la alianza ulema-Estado utilizó la ortodoxia religiosa y la violencia del Estado para suprimir a los contrincantes. Amenazados con la ejecución en este mundo y con el fuego eterno del infierno en el más allá, muchos musulmanes se vieron disuadidos de explorar intelectualmente fuera de los límites trazados por la alianza entre las autoridades religiosas y políticas. Sin embargo, en la Europa occidental del siglo XI se inició un proceso diferente en cuanto a las relaciones entre estas autoridades.
Europa Occidental: La separación entre Iglesia y Estado
Europa occidental y el mundo musulmán: Una breve comparación
Entre los siglos IX y XII, Europa Occidental tenía unas condiciones científicas y socioeconómicas inferiores a las del mundo musulmán. En cuanto a la alfabetización, las bibliotecas musulmanas de ciudades como Bagdad, El Cairo y Córdoba contaban con cientos de miles de libros, mientras que las de Europa Occidental tenían menos de 600 libros. Los musulmanes comenzaron a producir papel en el siglo VIII, mientras que los europeos occidentales tardaron cinco siglos más en hacerlo. En términos de urbanización, hacia el año 1000, la Córdoba musulmana tenía la mayor población (450.000 habitantes) de Europa, incluida Constantinopla (300.000), mientras que la mayor ciudad cristiana occidental, Palermo, sólo tenía 75.000 habitantes. Bagdad era incluso mayor que Córdoba. Desde el punto de vista financiero, los musulmanes empezaron a acuñar monedas de oro a principios del siglo IX, cuatro siglos y medio antes de que los europeos occidentales consiguieran hacerlo.
Una de las principales razones de esta divergencia era que los pensadores y los comerciantes gozaban de un estatus social relativamente alto en tierras musulmanas, mientras que los clérigos y la élite militar dominaban Europa occidental. Según Norbert Elias, hasta mediados del siglo XI sólo había «dos clases de personas libres» en Europa occidental: el clero y los nobles guerreros. Esta situación comenzó a cambiar a mediados del siglo XI. El desarrollo agrícola, en particular, y el crecimiento económico, en general, condujeron al desarrollo de las ciudades y a la aparición de una clase mercantil libre y floreciente. Marc Bloch también considera el año 1050 como un punto de inflexión en Europa Occidental. Hasta entonces, explica, los habitantes de las ciudades eran marginales porque dependían del comercio, socavado por las clases eclesiásticas y la nobleza. Otra razón por la que Bloch plantea esto es la transformación de la relación entre la Iglesia católica y la autoridad real.
(CONTINUARÁ)
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen