El 8 de febrero de 1692, un médico del pueblo de Salem, en Massachusetts, concluyó un supuesto diagnóstico que condenó a 19 personas a la horca, en su mayoría mujeres. Dijo sobre los juegos de unas niñas: “No hay ningún problema físico que cause ese comportamiento. No hay dudas de que se trata de la influencia directa del demonio.”
Su intervención había sido solicitada cuando las hijas, la sobrina y la esclava nativa de Barbados de la familia del pastor Samuel Parris fueron vistas bailando desnudas, mientras la nodriza cocinaba algo en un caldero. Para el puritanismo de Salem, el cuadro era insoportable. La primera en ser acusada de brujería, obviamente, fue la esclava de origen caribeño. Ella debía ser la culpable de embrujar a las niñas, que eran de familias adineradas, religiosas y blancas. Las niñas fueron interrogadas y la culparon de iniciarlas en ritos satánicos.