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Educación, coeducación, sexualidad y feminismo

Preocupado por la violencia machista, siempre vuelvo al feminismo y a la necesaria prevención  del trágico mal en  la  ciudadanía del futuro. Si, muchas veces dudo bastante de  las muestras de dolor que cierto sector muestra tras cada asesinato machista. Creo mucho más en la educación y en la cultura como construcción humana que une los conocimientos a las conductas. Así que sería bueno reparar en lo que realmente se hace para rebajar tanto duelo. Pienso que ampliar los medios y la formación de la gente menuda a la vez que  de quienes- como profesorado, policías y juristas- han implicarse de una manera más directa vendría muy bien. Cuando hablamos de educación y de las leyes que muestran la voluntad social de atender un problema, es un primer paso al que a la vez debiera  acompañase con la actitud decidida de respetar las normas y con ellas  las personas. Es ese un problema mayor para una sociedad que busca más  la evasión que pensar en el mañana  colectivo.

Superando carencias aquí señaladas de escuela y medios, hemos de volver al empeño por si, pese a todo, pueden servir para formar y sensibilizar al común. Buscando entre leyes y reglamentos, encuentro un entramado en que se muestran buenas intenciones que se quedan sin financiación, con falta de desarrollo, o -lo que es peor- con falta de compromiso para su cabal implantación. Conjunto normativo que ha propiciado, con su tendencia  regresiva, la situación presente. De poco ha servido la rigurosa e interesante como “Guía de Coeducación”  del Instituto de la Mujer en 2.008. Ésta, pese a  acabar con apartado legal  anclado en la LOE, es un instrumento útil digno de mayor seguimiento. Hablando de la mencionada  ley de educación, aparte de ensalzar la implantación de contenidos para la ciudadanía, deja sin señalar que la misma reconoce como público el servicio que prestan los colegios concertados desde su ideario en su mayoría católico. Si a ello se lo que la LOMCE añade después, podemos observar que la enseñanza actual vuelve a adolecer de las limitaciones  de la escuela franquista de religión en el ambiente y la segregación del alumnado por sexo. Cuestión esta última que manifiesta una gran aversión hacia la coeducación. Con tal realidad, pierde eficacia el aparato legal vigente constituido por: Ley  de Medidas de Protección Integral  contra la Violencia de Género 1/ 2.004. Ley 3/2.007 Ley para la Igualdad Efectiva de Hombres y Mujeres. Además se cuenta con un rosario de normas autonómicas de escasa influencia. Tan escasa, que hubo de esperar a que casi se consensuara una ley más reciente más decidida frente a la violencia machista, invalidada después por la falta de financiación. A ello habría que añadir el escaso desarrollo que estas normas, que igualmente decaen en su aplicación y no pocas contradicciones.

Uno de los mayores inconvenientes formativos son los referidos a la coeducación. Además de la citada separación por sexos, hay otros aspectos que dan mayor claridad a la ideología que se esconde bajo las supuestas razones de tal segregación. Porque la coeducación es bastante más que la común asistencia a centros y aulas de jóvenes, esa visión conservadora se opone a otros aspectos. Ocurría en Pamplona en la que algunos centros habían implantado el desarrollo coeducativo entendido como una  convivencia  menos sexista. La sociedad y los partidos más conservadores así como ciertas familias a las que tales representan montaron el número. En principio de poco valieron las razones de que atenuando el patriarcado y la homofobia  ambiental, se prevenía la violencia y desconsideración humanas que decimos querer eliminar Otro aspecto, quizá tan importante como, es la falta de atención a de otros aspectos que vienen a completar la educación sexual.  Aparte de lo que los programas escolares  prevén al respecto, hay otras disposiciones que, como la Ley 2/2.010 de Salud sexual  y reproductiva (del aborto), obligan a la sociedad a esta formación, la misma no es una realidad. En los centros, apenas se tratan a la ligera como otros conceptos. En otros casos ni eso. Hay profesorado que, alegando a su falta de preparación, da de lado  a ese importante  asunto. Con independencia de aunque fuera así, hay otras situaciones a que tal carencia se hace frente. El caso es que con gran frecuencia queda al albur de lo que ocurra en el centro y de la voluntad o preparación del o la  docente de turno. Por otro lado, en muchas familias tampoco se aborda la cuestión que queda a cargo de las amistades o de las redes. Es por tanto una nueva renuncia a esa colaboración educativa que familia y escuela deberían atender de manera compartida y que la sociedad debiera plantearse antes de que surja el conflicto.

Antonio Martínez Lara

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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