¿Pero dónde estamos? ¿Hacia dónde algunos nos empujan? ¿Qué está pasando aquí? En poco tiempo, el Opus Dei le ha marcado dos goles al Gobierno.
El primero, a través del libro de Pilar Urbano sobre la Reina. Fue una vigorosa inyección de autoestima para la derecha. Y una exhibición de impotencia del Gobierno y del PSOE porque no faltaba más que -en medio de la crisis económica internacional- desde la Moncloa o desde Ferraz se hubiera abierto una grieta en La Zarzuela, puntualizando o criticando a Sofía de Grecia y a sus ineptos colaboradores [¿o no fueron ineptos, sino todo lo contrario?]. El segundo gol, éste de vaselina, lo ha marcado también el Opus, gracias a Jorge Fernández Díaz, diputado y miembro de la mesa del Congreso, veterano político del PP, que desde hace algún tiempo pertenece a la Prelatura. El pase en profundidad fue de Fernández Díaz y el envenenado disparo a puerta, de José Bono. Y, de nuevo, el PSOE mirando hacia otro lado, no sea que se nos enfade Bono y, como ya hiciera siendo ministro de Defensa, dé otra espantá y acabe montando una tangana.
Surrealismo
Este episodio de la entronización de Santa Maravillas de Jesús en el Congreso de los Diputados –que debería ser un referente admirable de laicismo- es surrealista. Nos retrotrae –ligeramente pero con espanto- al Madrid de La Corte de los Milagros, que escribiera Ramón María del Valle Inclán, con la reina Isabel II y sus devaneos sentimentales; su confesor, San Antonio María Claret, y Sor Patrocinio, la monja de las llagas, y de los hechizos reales.
El Pontífice polaco
Santa Maravillas de Jesús fue beatificada en Roma y canonizada el 4 de mayo de 2003 en Madrid, con motivo de la visita, que fue la última, de Juan Pablo II a la capital del Estado. Sucedió ese día que el Pontífice polaco, entre otras actividades, recibió a toda la familia Aznar-Botella [salvo a Alejandro Agag, que estaba en sus negocios de la Fórmula 1 en Barcelona] y, en cambio, ninguneó al jefe de la oposición al que concedió sólo unos minutos.
Un favor importante
Aznar consiguió un favor muy importante, aunque se ignora si se lo pidió o no a esa monja beata que estaba a punto de ser santa. Consiguió, ciertamente, que Juan Pablo II no le reprochara públicamente haber apoyado la invasión militar de Irak, guerra a la que el Sumo Pontífice se había opuesto con gran dureza dialéctica y con significativa frecuencia. Un gran favor, sin duda, porque las elecciones municipales y autonómicas estaban a la vuelta de la esquina. Esas elecciones que, respecto a la Comunidad de Madrid, produjeron el milagro del tamayazo, ¡qué cosas!
¿La leyó, no la leyó?
¿Leyó acaso Aznar la “Oración para pedir un favor a Santa Maravillas”? ¿No la leyó? Quien sí pudo leerla hace poco fue Fernández Díaz e incluso pudieron leerla él y Bono juntos, suplicando que la santa les otorgara la posibilidad de colgar una placa en el Congreso de los Diputado en honor suyo.
Oración a la Santa
El texto de la oración a Santa Maravillas es breve: “¡Cristo Jesús, que nos mandaste aprender de tu Corazón humildad y mansedumbre! Te doy gracias por haber glorificado en la Iglesia a tu humilde sierva, Santa Maravillas de Jesús. De esta manera manifiestas, Señor, que le has dado en el cielo el premio debido a la fidelidad (…) Haz que el ejemplo de sus virtudes suscite en muchas almas el seguir el verdadero Camino, la Verdad y la Vida, Que eres sólo Tú. Dígnate concederme por su intersección el favor que te pido. Así sea”. [Esta oración debe completarse con un padrenuestro, un avemaría y un gloria].
El laicismo
Según la oración mencionada, la monja en cuestión ya ha recibido “en el cielo el premio debido”. ¿Consideran Fernández Díaz y el inefable Bono que Santa Maravillas de Jesús ha de ser premiada no únicamente en el cielo, sino además en el Congreso de los Diputados? La placa en homenaje a esta monja sería una nimiedad, si no significara una apuesta inequívoca que tiende a frenar el laicismo propio de un Estado no confesional como es España desde la Constitución de 1978.
Afrenta a la democracia
En plena ofensiva de la jerarquía católica en contra del laicismo y del relativismo, cuando cardenales, obispos y Benedicto XVI repiten una y otra vez que la ley natural debe situarse por encima de las leyes humanas -más allá de mayorías y de minorías, lo que supone una afrenta a la democracia- la iniciativa sobre la monja maravillosa es un bofetón a la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Un guiño más
Es en el Congreso de los Diputados donde se dirimen, se discuten y se aprueban o no las leyes de este país. La llamada ley natural es un guiño más al retorno de la teocracia y al retroceso de la democracia. Que haya propuesto Fernández Díaz el reconocimiento a esta monja en el Congreso es algo secundario. Pero que lo haya impulsado el mismísimo presidente del Congreso resulta algo muy grave. Dos goles seguidos del Opus. Quo vadis, Bono?
Enric Sopena es director de El Plural