Comunicado de prensa de la asociación Derecho a una Muerte Digna (DMD)
SOBRE LA NOTICIA DE QUE EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FRANCESA, FRANCOISE HOLLAND, LLEVARÁ EN 2013 A LA ASAMBLEA UNA LEY DE REGULACIÓN DEL SUICIDIO ASISTIDO Y LA MUERTE DIGNA:
– Como afirma el Comité Consultivo Nacional de Ética de Francia (informe Sicard), es preciso abrir vías legales para regular la asistencia médica que ayude a “terminar la vida con dignidad”, debiendo el Estado asumir la responsabilidad de regular el suicidio asistido y ayudar a los “enfermos incurables y conscientes” que deseen dejar de vivir.
– Entre el 80% y el 90% de los franceses desea una legislación de la eutanasia, en palabras del Comité, ciudadanos que no desean verse sometidos a una “medicina sin alma” en un periodo de extrema vulnerabilidad. En España, según la última encuesta del CIS de 2009 , el 75,7% opina que debería permitirse por ley la eutanasia y el 64,2% el suicidio médicamente asistido en pacientes con cáncer terminal, con resultados similares para enfermedades degenerativas que incapacitarán física o mentalmente en el futuro (69,9 y 59,9%, respectivamente).
– Según el informe Sicard, los médicos franceses continúan considerando la muerte como un fracaso, haciendo un uso desproporcionado de la tecnología, sin identificarse con la cultura del alivio del sufrimiento de la Ley Leonetti de 2005 (similar a las leyes de muerte digna de Andalucía, Aragón y Navarra). Al igual que en España, no se respetan los derechos del paciente, dificultando el acceso a una sedación paliativa profunda que garantice al alivio del sufrimiento, aliviando el dolor del enfermo moribundo sin tener intención real de ayudarle a morir. “Las sedaciones superficiales, practicadas por temor a ser acusado de eutanasia, pueden ser de una gran crueldad contra las personas, por lo que es necesario un tratamiento médico que acelere la llegada de la muerte”.
– En la misma línea que en el Estado español, la Academia de Medicina de Francia manifestó recientemente que ningún médico será autorizado a dar la muerte, demostrando una vez más que en ambos países los colegios profesionales están muy alejados de los ciudadanos, un hecho que plantea serias dudas sobre su representatividad.
– Sorprende que en lugar de aprender de la experiencia de países vecinos como Holanda, Bélgica o Luxemburgo, la propuesta francesa descarte inicialmente legislar la eutanasia. “La muerte es el momento de la vida en que la autonomía de la persona debiera ser más respetada”, por lo que cualquier avance en las libertades individuales (testamento vital, rechazo de tratamiento, alivio del sufrimiento, suicidio asistido…) debe ser bienvenido.
– En una sociedad globalizada la muerte voluntaria es un hecho frecuente que no está en discusión, cada individuo decide según sus posibilidades. Lo que reclaman los ciudadanos es que se regulen los derechos de salida, tomar sus decisiones con mayores garantías, permitiendo la “asistencia medicalizada para terminar la vida con dignidad”. Penalizar la eutanasia y el suicidio asistido no sólo no evita la muerte voluntaria, sino que supone un desprecio a la soberanía popular que deslegitima la democracia.