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El Divorcio, el menor de los males. J. Keppler (1900)

Divorcio y Masonería en el siglo XIX

En relación con el interés que demostró la Gran Logia Regional Catalano-Balear para conseguir cierta unidad en la Masonería española a finales del año 1889, y que hemos estudiado en otro trabajo en Nuevatribuna, apareció un extenso artículo antimasónico, firmado por “C”, el 2 de enero de 1889 en el Diario de Barcelona, que recibió la oportuna respuesta desde Las Dominicales del Libre Pensamiento en su número del día 11 de dicho mes a través de un artículo firmado por Demófilo, es decir, de Fernando Lozano Montes.

Así pues, a cuenta de este llamamiento, y entre varias diatribas contra la Masonería, el artículo se detenía en la cuestión del divorcio porque su autor consideraba que era una de las cuestiones que, al parecer, ocupaban a la Orden en esos momentos, como un medio para introducir en la “familia cristiana” una especie de “disolvente”. Pero en eso los masones españoles no tendrían idea propia e iban detrás de sus hermanos franceses, aludiendo a que no había “masón oscuro” que no aspirase a ser una suerte de Naquet, que, como sabemos, fue el autor la Ley de Divorcio en Francia. En ese sentido, se aludía a que se había debido celebrar el 1 de enero una tenida blanca de la Logia “5 de Abril de 88” en la que iban a discutir sobre la materia los hermanos Víctor Ozcariz, F.R. Moncada, M. Guillen, A. Piera y J. González Lequerina, a los que se calificaba sarcásticamente como muy poco conocidos aunque seguramente “ilustres en la non sancta cofradía del mandil”. Desde una postura harto reaccionaria se afirmaba que, si realmente existiera un Gobierno, semejante anuncio bastaría y sobraría para aplica a estos “sujetos” el Código Penal, pero no pasaba nada porque el Gobierno estaba presidido por el “hermano Sagasta”. Por eso habría impunidad pública y hasta estímulos secretos para que la Masonería hiciera lo que estimase oportuno.

Una institución humanitaria como la Masonería no podía dejar de ocuparse de la situación de las mujeres, víctimas de los hombres y de las leyes hipócritas

La defensa del divorcio por parte de la Masonería se interpretaba desde este escrito tan antimasónico como algo lógico dentro del programa de supuesta disolución de la autoridad que pretendía la Orden, como probaría el llamamiento al sufragio universal y a la democracia de la Gran Logia Catalano-Balear para la cooperación masónica. En el caso del divorcio la disolución se refería a la familia.

Y aunque no parecía que la idea del divorcio tuviera mucho predicamento en España, bastaba, según el autor de la diatriba, con que varios periódicos comenzaran a circular el asunto para crear “una atmósfera ficticia”. De forma progresiva la Masonería llevaba a la sociedad española a la decadencia y la anarquía, es decir se ponía en alerta sobre un supuesto método masónico para terminar con los pilares de la sociedad.

El artículo seguía atacando a la Masonería y a su cada día supuesta mayor presencia en la sociedad española.

Por su parte, en la respuesta del semanario del librepensamiento, Demófilo consideraba perfectamente normal que la Masonería se ocupase del divorcio. Una institución humanitaria como la Masonería no podía dejar de ocuparse de la situación de las mujeres, víctimas de los hombres y de las leyes hipócritas en vigor. Fernando Lozano cargaba, especialmente contra la hipocresía del momento, contra la existencia de prostíbulos cerca de las iglesias, de hombres católicos que no respetaban a las mujeres, de la doble moral de tantos hombres casados con otras vidas fuera del matrimonio. Así pues, no parecía razonable tanta queja ni tanto lamento.

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