En tanto que se trata de una creación netamente humana, se puede afirmar con rotundidad, sin ningún género de duda, que dios se equivoca. Es más, dios es una equivocación, un error humano, uno más de la especie que se apellida Sapiens y se autoproclama superior a todas las demás. ¿Existe un error más tonto y peligroso, más humano, que sustituir el uso de la razón, que diferencia al ser humano de animales, plantas y minerales, por algo tan irracional como la fe? Capaz de hacer costumbre el hecho de tropezar dos y más veces en la misma piedra, el ser humano persiste en el error y lo hace seña de identidad.
En torno a dios, como idea equívoca, se generan otras muchas equivocaciones. Todas las religiones se apoyan en creencias, dogmas, veneración, temor, normas para la conducta individual y colectiva, condenas, castigos, perdón y rituales como la oración y el sacrificio. Este constructo ideológico no es más que un mecanismo de dominación de un grupúsculo de humanos sobre la sociedad en su conjunto apelando al elemento menos racional del individuo. El engranaje permite que, a lo largo de la historia, se sucedan unas religiones a otras y que unos dioses ocupen el lugar de otros.