Aprovechemos la celebración del 9 de diciembre para llamar a construir conciencias libres y críticas
Llega otro 9 de diciembre. De nuevo, en recuerdo de aquella proclamación por ley de la separación de las iglesias y el Estado realizada en Francia en el ya lejano 1905, celebramos esta fecha como Día Internacional del Laicismo y la Libertad de Conciencia.
Poco que celebrar. Poco hemos avanzado en la aproximación a un Estado Laico. La secularización progresiva de la sociedad española, el paulatino abandono general de la religión, no se traduce en la sensibilización hacia la necesidad de articular un Estado de y para toda la ciudanía, un Estado Laico. Más bien parece dar paso a una confusa multirreligiosidad.
El Estado Laico se apoya en dos principios: la libertad de conciencia y la igualdad de trato a todas las conciencias. Dado que cada conciencia está constituida por los principios morales que la configuran y las religiones se presentan como paquetes cerrados, dogmáticos y excluyentes de estos principios (conciencias predefinidas y controladas) aparece un procedimiento imprescindible para acercarse a ese Estado Laico: la separación iglesias/Estado.
A pesar de los avances en los derechos de la ciudadanía el Estado español muestra demasiados restos de la pasada dictadura nacional-católica que cercenan su desarrollo.
Así la iglesia católica sigue conservando una amplia serie de privilegios:
-En el orden económico como una financiación escandalosa -unos 12.000 millones anuales cuando constitucionalmente se había comprometido a la autofinanciación-, una descarada apropiación -a través del mecanismo franquista de inmatriculación- de unos 100.000 bienes públicos, una inadmisible colección de privilegios fiscales, etc.
-En el orden social donde a través de unos acuerdos preconstitucionales (firmados post pero redactados pre) ejerce un fuerte control sobre la Educación para sustentar un adoctrinamiento acientífico machista y homófobo como anclaje de una cultura de base dogmática que refuerza el papel de la religión como control social y facilitando su apuesta por el patriarcado como eje de la organización de la vida de la ciudadanía.
La necesidad de esa separación iglesias/Estado también se manifiesta cuando dirigimos la atención a la libertad de Conciencia. La conjunción de unas leyes inadmisibles -apoyadas en unos indefinibles “sentimientos religiosos”- con unos restos muy importantes del poder judicial ultracatólico hacen muy difícil esa libertad en un amplio campo que incluye desde la expresión pública de cualquier idea crítica hasta la libertad para decidir en conciencia sobre la propia muerte.
Por otra parte atravesamos momentos en los que la lucha por la libertad de Conciencia no puede limitarse a romper las barreras contra la que ésta choca (como la segregación por creencias o la libertad de expresión y/o de publicación) sino que resulta imprescindible buscar, descubrir y superar las barreras que la controlan sin aparente violencia. El capitalismo de la vigilancia, con su capacidad de análisis sobre inmensas masas de datos extraídas de Internet, ha desarrollado multitud de herramientas que, potenciadas por los recursos de la inteligencia artificial, están consiguiendo conducir las conductas de la ciudadanía (desde comerciales a políticas) hacia sus intereses. Ya no se busca tanto imponer por la fuerza como dominar desde la sombra. El convencimiento anula la crítica.
El futuro que nos atropella exige una educación que edifique una conciencia crítica, no sólo hacia las configuraciones dogmáticas sino también ante los mecanismos de control conductual que se están desarrollando y que se presentan con el atractivo envoltorio de “nuevas tecnologías”.
Aprovechemos la celebración del 9 de diciembre para llamar a construir conciencias libres y críticas.
Asturias Laica
8 de diciembre de 2025




