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Del laicismo agresivo y la memoria de la II República a los incumplimientos del PSOE

El Papa Benedicto XVI disparó en el aeropuerto de Lavacolla denunciando un supuesto laicismo agresivo del Gobierno español, llegando a comparar la política del Gobierno socialista con el clima de confrontación existente en España durante la II República. Luego vinieron las formas diplomáticas en Santiago como prolegómeno de la visita que realizará hoy a Barcelona, donde las declaraciones en el avión que le trajo a España pueden calentar unos ánimos que ya estaban excitados con el gasto de este viaje y con la importancia y transcendencia que le han dado el gobierno de la Generalitat y el de España.

Primera reflexión: la Iglesia es insaciable. No le basta con unos acuerdos con la Santa Sede que sitúan a la Iglesia Católica en posición de beneficio y dependiendo su existencia de los presupuestos generales del Estado. Se permite tener una radio propia que siembra la discordia, que introduce la crispación en la vida pública y que está en manos de los periodistas de la derecha más extrema. Y una Conferencia Episcopal que se tira a la calle a manifestarse contra el Gobierno sotana en ristre.

Segunda reflexión: el Gobierno socialista pone la mejilla las veces que haga falta y juega con una ambigüedad calculada para tirar de la soga sin llegar nunca a romperla; y al final se rinde con los símbolos religiosos en las escuelas, con las clases de religión y con los tratos de privilegio hacia quien cada día le ataca por tierra mar y aire.

Tercera reflexión: las declaraciones del Papa antes de llegar a España, además de constituir un disparate histórico, son gasolina en unos rescoldos que están controlados por la responsabilidad de la mayoría de los ciudadanos y de los partidos. Existe un respeto hacia los cultos católicos y hacia sus creyentes que nunca ha pedido explicaciones del papel jugado por la Iglesia española como soporte espiritual e ideológico de la dictadura franquista sin que jamás se haya disculpado por ello. Las afirmaciones del Cardenal Gomá, afirmando que de “la boca de los cañones (franquistas) se reflejará la luz del Evangelio nunca han tenido disculpas.

¿Qué pretende el Papa, convertir el laicismo al que tiene derecho toda sociedad democrática en un anticlericalismo como reacción a su provocación?

Nadie está obligado en España a usar preservativos, a divorciarse, a abortar o a tomar la píldora del día después? ¿A nadie se le impide seguir las doctrinas de la Iglesia Católica, pero lo que no puede pretender es que la Iglesia tenga capacidad legislativa en la sociedad democrática.

¿Por qué no se atreve a dar esa batalla en Francia, en Alemania, en Holanda o en Grecia? Sencillamente porque se siente crecido en España por la debilidad del Gobierno socialista en su política con el Vaticano.

Para que el ridículo del Gobierno sea más evidente ante la provocación del Papa, dos días antes de la visita de Benedicto XVI, el recién nombrado ministro de la presidencia, Ramón Jauregui, anunció en la Cadena Ser que el Gobierno incumplirá su promesa electoral de presentar en el Congreso, en esta legislatura, la Ley de Libertad Religiosa. El ridículo es de libro y la respuesta del Papa una bofetada en la debilidad del Gobierno.

Personalmente creo que hay que mantener la calma en un país en donde hay especialistas de todo tipo en convertir la religión en causus beli. Pero la firmeza y la incorporación democrática de los valores de laicidad no está reñida en absoluto con el respeto a todos los cultos. Si el Vaticano quiere seguir envenenando a la sociedad civil, será su responsabilidad, pero la izquierda democrática caería en un error si aceptará responder a la provocación.

Las quejas del Vaticano por la pérdida de fe de la sociedad española y de la latinoamericana no buscan en la autocrítica su explicación en un universo de valores superados por la modernidad, de curas pederastas sin castigo y sin ser capaces de realizar ningún esfuerzo de modernización de su doctrina. Como ser católico en una sociedad libre es un acto de voluntad individual, esos problemas no nos conciernen a la sociedad civil. Pero sus comportamientos auguran un futuro muy poco halagüeño en una iglesia que ya no encuentra nuevos sacerdotes y donde los fieles salen de estampida, sobre todo en America Latina, donde las distintas iglesias protestantes, le están ganando la partida. Respeto, sí; pero mutuo. Y el Papa no cabe que ha entrado en esta ocasión en España por la puerta equivocada.

Carlos Carnicero es periodista y analista político

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