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Debate: ¿El Día de Asturias debería celebrarse el 25-M en vez del 8-S coincidiendo con la Virgen de Covadonga?

Los diputados Ángela Vallina, de IU, y Pablo Álvarez, del PP,  reflexionan sobre la posibilidad de conmemorar el 25 de mayo, fecha en la que la Junta General del Principado decidió proclamarse soberana y declarar la guerra a Francia en 1808

A FAVOR

25 de mayo, el día en que Asturias toma conciencia de sí como pueblo

Hace ya mucho tiempo que se habla sobre la conveniencia o no festejar el día de Asturias haciéndolo coincidir con el que, también, es el día de la Virgen Covadonga. No se trata aquí de administrar sacramentos ni de discutir sobre la fe que pueda profesarse en esta tierra a la Santina, pero sí de analizar y reflexionar sobre la conveniencia de ligar, o no, una fiesta litúrgica, por tanto, de parte, a una civil que, precisamente por ello, es de todos y de todas, con independencia del credo que se profese o incluso de que no se profese ninguno.

La situación es aún más complicada cuando, desde el poder civil, se confunden obligaciones y se mezclan, en un mismo programa, actos laicos y religiosos como si en vez de estar en pleno siglo XXI estuviéramos anclados a otros tiempos pasados donde la unión Iglesia-Estado permeaba no solo los actos de los representantes de una y otro sino hasta la legislación.

Asturias es hoy, afortunadamente, una Comunidad Autónoma abierta, plural en todos los sentidos, multicultural y también multirracial, en la que, seguramente, tendremos una ciudadanía con muy diferentes creencias religiosas.

Atendiendo a la Constitución Española y, por ende, al resto del ordenamiento jurídico -también el Estatuto de Autonomía de Asturias- estamos en un Estado aconfesional. Es obvio que para Izquierda Unida de Asturias lo ideal es que fuéramos una nación laica, como Francia, sin ir más lejos, pero, aún en ese escalón diferente que es la aconfesionalidad, no cabe dar una preeminencia a una creencia religiosa determinada, como es, en este caso, la católica.

¿Qué sentido puede tener, entonces, ligar a una sola confesión la celebración de una fiesta que debe de ser no de ninguna religión determinada, sino de todos y todas las asturianas y asturianos?

Sinceramente, creo que ninguno. Por el contrario, es una fiesta que se hace para celebrar el día de la Comunidad Autónoma -que no es otra cosa que el modo civil de organizarse una sociedad, como decía plural- pero que termina por convertirse en el festejo de una sola parte a la que se le confiere una preeminencia que, desde una perspectiva de ética política pero también jurídico-constitucional, genera discriminación.

En los últimos años, la celebración del Día de Asturias ha terminado por convertirse en un cruce de titulares en los que el Arzobispo de Oviedo, desde el púlpito, se dedica a hacer política, situándose como juez de la realidad de las instituciones civiles, en lo que le concierne como representante de una religión determinada, y en lo que no es más que una mera reflexión personal basada en sus principios y criterios morales que no tienen por qué ser, en absoluto, los de la sociedad que enjuicia, analiza y hasta condena. Si por la Iglesia fuera, no habría divorcio, ni ley del aborto, ni mucho menos matrimonios entre personas del mismo sexo. Y, sin embargo, esa es la sociedad para la que se ha pensado el día de Asturias: para la de todas esas personas que, más allá de sus creencias particulares, se organizan libremente para generar una sociedad abierta e inclusiva.

Frente al día de Asturias como una exaltación de valores religiosos particulares y de una historia que responde más bien a un cuento de hadas que a la realidad realmente acontecida, somos muchas las personas que llevamos clamando desde hace demasiado tiempo por una celebración que lo sea de los valores que inspiran nuestra sociedad, nuestro modelo político y que no son otros que los de los Derechos Humanos.

Para muchas de las organizaciones que cuestionan el 8 de septiembre, existen otras fechas en el calendario muchísimo más representativas de lo que realmente es y por lo que realmente han luchado y luchan Asturias y sus gentes.

Una de esas fechas el 25 de mayo que conmemora una trascendental toma de conciencia cívica. Ese día, en 1808, la Junta General de Asturias se declaró soberana frente al vacío de poder que se produjo con la huida de Carlos IV y la invasión napoleónica.

Es un levantamiento que reivindica, por un lado, la censura a un modelo monárquico caduco y decandente que, ante la adversidad, sólo se preocupa de su propio bienestar exiliándose (huyendo) sin detenerse a socorrer al país que abandona, y, también, contra la tiranía de una potencia extranjera que entra en un país para saquearlo y ponerlo a al servicio de sus propios intereses.

Fue el 25 de mayo de 1808 un grito de libertad y de toma de conciencia de la sociedad civil asturiana de su propia identidad y fortaleza.

Una sociedad como la actual, en un régimen político aconfesional y que desde IU aspiramos que además llegue a ser laico, no tiene sentido mantener vinculada la celebración del Día de Asturias con la fecha señalada para la invocación de un credo religioso que no representa a todas las ciudadanas y ciudadanos de nuestra Comunidad Autónoma.

El 25 de mayo es, sin duda, un hito histórico y su conmemoración la ocasión ideal para celebrar el Día de Asturias, garantizando una celebración laica como se merece una sociedad plural como la de Asturias y en la que todas las personas que creen en la democracia se sentirían representadas sin exclusiones de ningún tipo ajeno a lo que debe ser una celebración civil.

AUTORA

Ángela Vallina Diputada y portavoz de IU en la Junta General del Principado


 EN CONTRA

25-M. Más respeto para la Junta y menos folclore narcisista

Adrián Barbón ha planteado conmemorar anualmente el 25 de mayo, seguramente en la creencia narcisista de conseguir un beneficio en su imagen pública, promoviendo una fecha histórica que representa la unión de los asturianos en torno a la Junta General, la institución que hace 212 años aglutinó el sentimiento de todos contra el invasor francés, que lo hizo antes que ninguna otra región española, y sobre todo que hoy simboliza la soberanía popular asturiana y su parlamento, la voz de todos nosotros.

Lo cierto es que Adrián Barbón se equivoca en el momento, porque las prioridades de un millón de asturianos pasan por la crisis sanitaria y el desplome del empleo. Con 128.000 personas en las listas del paro, y con más de 49.000 puestos de trabajo en riesgo de desaparición en lo que queda de año, su Gobierno debe de acordar medidas urgentes y contundentes cuanto antes. Ya llegan tarde y él lo sabe.

Se equivoca también en el tono, pues lo de celebrar «algún tipo de conmemoración histórica», suena a que le interesa más lo folclórico que el significado profundo de ese día. Y en cualquier caso, es una frivolidad para todos los asturianos que hoy, ven en riesgo su modo de vida y para los de hace dos siglos, que arriesgaron la suya por defendernos a todos.

Y se equivoca en las intenciones, no disimuladas por destacados miembros del PSOE autóctono o por parte de la izquierda que habitualmente apoya su Gobierno, como es la de desplazar con otra fecha alternativa al 8 de septiembre, Día de Asturias y fiesta regional, por su inseparable connotación religiosa ligada al día de la Virgen de Covadonga.

Pero sobre todo, al margen de las equivocaciones del presidente, el anuncio que realizó es esta misma semana supone un desprecio infinito a la Junta General de Principado, un parlamento regional ninguneado por Adrián Barbón desde el inicio de su mandato. Y para muestra un botón: en el último año Adrián Barbón aprobó 70 decretos a todos los asturianos, y no tramitó (con excepción del Presupuesto) ni una sola ley en el parlamento asturiano.

Sin duda, como dijo nuestra portavoz Teresa Mallada, menos samba y mas trabajar, pero también menos desprecio al parlamento y más leyes y acuerdos con los representantes de los asturianos.

AUTOR

Pablo González Diputado y portavoz adjunto del PP en la Junta General del Principado

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