Un Sant Jordi con las banderas del Palau de la Generaliat a media asta parece un oxímoron en una Catalunya que, cada 23 de abril, se rinde a los pies de la fiesta por antonomasia de los libros y las rosas. Pero a Salvador Illa, que precisamente tanto le gusta presumir de «normalidad», le ha tocado afrontar una Diada excepcional como president, porque inédito es que coincida con un luto institucional, en este caso, por la muerte del papa Francisco. Una imagen resume el ecléctico equilibrio en el majestuoso edificio de la plaza de Sant Jaume: la fuente del Pati dels Tarongers luce ataviada de flores rojas y la ‘senyera’ que está a escaso metro y medio está coronada por un crespón.
La Iglesia en España, una gran inmobiliaria libre de impuestos
Tenemos Papa, León XIV, que sigue la estela de Francisco que concebía la Iglesia como un hospital de…