Personas como el señor Cañizares necesitan un curso acelerado de ciudadanía y derechos humanos hasta que comprendan que la dignidad de ser humano y los derechos,…
Hay personajes que parecen sacados directamente de la Edad Media y chocan frontalmente con sus anacronismos de pensamiento, con una sociedad abierta, plural y tolerante en la que cada vez más se amplía el conocimiento y concepción del mundo y el de ciudadanía. Es el caso del Cardenal Antonio Cañizares.
Su pensamiento, recurrente con un discurso ya familiar en Granada, se ha formulado esta vez en la homilía del domingo 2 de septiembre en Toledo, como sigue: «El hombre no es sin Dios y la grandeza del hombre está en Dios». Son palabras muy viejas de alguien que cree y propone que el ser humano no es completo sin una determinada creencia (la del señor Cañizares) y que los demás nos situamos en el mundo como 'eslabones perdidos' en el proceso de humanización.
Con parecidas reflexiones en términos religiosos o de razas, sexos e ideologías se han destruido a 'los otros' con asesinatos y guerras en las que todo estaba justificado pues no se mataban seres humanos sino a bestias, o a enemigos subversivos o a infieles. Hay demasiadas muertes en la lucha por la razón y la libertad de conciencia para que se sigan aceptando silenciosamente las proclamas de exclusión.
Personas como el señor Cañizares necesitan un curso acelerado de ciudadanía y derechos humanos hasta que comprendan que la dignidad de ser humano y los derechos, que el pensamiento más avanzado de racionalistas y soñadores solidarios han ido definiendo históricamente, son iguales para todos, independientemente de sus creencias y que el humanismo engloba a las personas religiosas al mismo nivel que a las agnósticas y a las ateas.