«Somos libres y tenemos un ideal que defender«. Estas palabras, pronunciadas por el presidente francés, François Hollande, tras la matanza a principios de este año en el semanario Charlie Hebdo continúan teniendo vigencia después de los atentados de París el pasado 13 de noviembre.
Acabar con esos ideales que Francia defiende bajo su bandera tricolor, el laicismo, su himno (La Marsellesa) y el lema «Libertad, igualdad, fraternidad» ha sido el propósito del grupo terrorista Estado Islámico en los últimos años. En el primer vídeo que los yihadistas difundieron para reivindicar los ataques de París aseguraban que habían «tomado como objetivo la capital de las abominaciones y de la perversión, la que porta el estandarte de la cruz en Europa, París». A su juicio, en la sala Bataclan «se concentraron cientos de apóstatas en un concierto amoral y de desenfreno«.
Para Hollande, los yihadistas pretendían atentar contra «los valores que defendemos por todo el mundo (…), contra lo que somos, un país libre que habla al conjunto del planeta». Entre esos valores está el laicismo, del que Francia se enorgullece y que aplicó al prohibir desde 2004 en las escuelas e institutos públicos cualquier símbolo religioso, incluyendo el velo islámico.
«El objetivo último de los terroristas no es siquiera la libertad de expresión, sino atentar contra la esencia misma de las sociedades democráticas en su conjunto, pertrechados por la ideología del salafismo yihadista, una visión radical y belicosa del credo islámico que justifica moral y utilitariamente el uso de la violencia», opinaba la investigadora del Real Instituto Elcano Carola García-Calvo en un artículo publicado tras el ataque a Charlie Hebdo.
Cabeza visible de los ataques contra EI en Siria
Para Estado Islámico, Francia es una de las cabezas visibles de la coalición internacional que también lidera EE UU contra ellos en Siria. En otro vídeo difundido por la banda yihadista se amenazaba con hacer volar la Casa Blanca, llevar a cabo atentados en Roma y golpear de nuevo París.
«Estado Islámico, mediante su órgano de propaganda Dabiq, ha declarado que Francia, ‘nación de la coalición cruzada contra el Califato‘, está entre los cinco países donde ‘es muy importante que tengan lugar atentados’ y ‘los musulmanes continuarán flanqueando a los cruzados en sus propias calles y llevando la guerra a su propio suelo'», recordaba la semana pasada en un artículo de opinión Fernando Reinares, investigador principal del Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey Juan Carlos.
En un tercer vídeo reciente, el grupo yihadista amenazaba con tumbar la torre Eiffel, uno de los símbolos de París y Francia, así como aviones de Air France, la aerolínea gala. Además, culpaba a Francia y a Europa de ser el causante de esta «guerra»: «Europeos, el Estado Islámico no inició la guerra contra vosotros que los Gobiernos y la prensa se encargaron de haceros creer (…). Sois vosotros los que habéis comenzado un ataque contra nosotros. Pagaréis el precio cuando vuestros hijos sean enviados a combatir contra nosotros y vuelvan degollados, mutilados, dentro de un ataúd o con un trastorno mental».
En un encuentro digital en 20minutos el pasado mes de abril, Reinares sostenía que Francia es «el blanco más probable del actual terrorismo yihadista, debido tanto a la proclamada animadversión hacia este país por parte de Al Qaeda en el Magreb Islámico como, asimismo, al hecho de que es la nación occidental de la que más individuos han partido para incorporarse a organizaciones yihadistas en Siria e Irak». No obstante, matizaba que atentados yihadistas como el de Charlie Hebdo en París o el ataque al Museo Judío de Bruselas «pueden ocurrir en cualquier otro lugar de Europa occidental, incluyendo por supuesto a España».
Yihadismo endógeno y crisis de identidad
La mayoría de los yihadistas que atacaron en París el 13 de noviembre son franceses o belgas (como en el caso del supuesto cerebro, Abdelhamid Abaaoud) que decidieron irse a Siria para formarse como combatientes de Estado Islámico. Según publicó The New York Times en septiembre, fuentes de la inteligencia estadounidense calculan que desde 2011 en torno a 30.000 extranjeros de 100 países occidentales se han sumado a Estado Islámico en Siria o Irak. El primer ministro francés, Manuel Valls, aseguró en octubre que «en torno a 1.700 franceses se han unido a redes yihadistas en Siria e Irak».
Se trata de un yihadismo endógeno, como apuntan en un análisis conjunto Reinares y García-Calvo, que tiene su origen en una crisis de identidad «suficientemente extendida entre las segundas y terceras generaciones de musulmanes que forman parte de nuestras sociedades europeas. Una crisis de identidad a la que la implicación en una insurgencia yihadista, percibida como exitosa ofrece un valioso sentido de pertenencia e incluso pasar a formar parte de una nueva sociedad yihadista», sostienen.
También la experta argelina Dalia Ganem resalta un problema de identidad en estos potenciales yihadistas: «Nunca se sintieron ciudadanos franceses completos que pertenecen a esa sociedad».
Para la arabista Luz Gómez García, la elección de París responde también a varios factores: en primer lugar, por su valor simbólico como «cuna de los grandes ideales de Occidente» y su carácter «festivo y monumental», pero también porque en Francia «los yihadistas tienen más facilidades de infraestructuras, por ser la población que ha aportado más miembros a Estado Islámico».
«Cuando en una sociedad hay identidades nacionales en conflicto y una se presenta además como excluyente, existe una división interna que no inhibe, más bien al contrario, favorece que musulmanes, por una u otra razón vulnerables y privados de una identidad en la que reconocerse a sí mismos y ser reconocidos por los demás, vean una solución en la identidad de la nación del Islam, cuyos portadores más destacados son en este momento las organizaciones dominantes en el yihadismo global», explicaba Reinares en 20minutos.
Venganza contra su marginación
Por otro lado, la analista Dalia Ganem señala que la maquinaria propagandística de los yihadistas ofrece a estos jóvenes la oportunidad de venganza contra los sistemas que les han marginado y promete una comunidad idílica donde integrarse. «Tienen un deseo de vivir en una comunidad perfecta y en esto Estado Islámico es muy fuerte porque, a través de la propaganda (…), difunde un mensaje de una comunidad perfecta (…) donde hay justicia social, donde pueden practicar su religión y donde serán aceptados como son», indica.
Luz Gómez García coincide en este punto al asegurar que el hecho de que los terroristas atentaran en «lugares de la vida parisina» es también «un reflejo de la rabia de estos jóvenes marginados» contra los lugares «de donde se han sentido, en cierta medida, excluidos».