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Cuando monseñor entra por la puerta, la ciencia y la razón saltan por la ventana

El cardenal Antonio Cañizares fue nombrado el jueves miembro de honor de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental. Al día siguiente, el académico Guillermo Olagüe, catedrático de Historia de la medicina de la Universidad de Granada, renunció a su sillón en la institución. Lo hizo, ha declarado a Público, porque “la academia es una entidad específica para el cultivo de la ciencia médica” y Cañizares “carece de méritos médicos y científicos. Su único bagaje cultural es un conjunto de creencias religiosas, básicamente, dogmáticas, que están reñidas con la ciencia”.

El propio clérigo reconoció en su discurso en la universidad la ausencia de méritos científicos, pero el microbiólogo Gonzalo Piédrola, el académico que le contestó, destacó como tales su papel en la creación de centros asistenciales… y su afición a los actos por san Lucas, el patrón de medicina, además de que todos los intervinientes resaltaron como su mayor mérito la defensa de la vida, según cuenta el biólogo Juan Antonio Aguilera, miembro del Círculo Escéptico, en una nota publicada en la web de Europa Laica.

La defensa de la vida de Cañizares no es lo que entendería el común de los mortales, sino la visión que tiene el ala más reaccionaria de la jerarquía católica. “Le lleva a oponerse a los condones, aunque eso suponga extender el sida y la muerte en África: a la investigación con células madre y con embriones, aunque así deje de aliviarse mucho sufrimiento; al aborto, aunque se niegue el derecho de las mujeres sobre sus propios cuerpos, y al derecho sobre la propia muerte”, recuerda Aguilera. Y lo dejó claro en su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental al decir que “vivimos formas de agresión por la ciencia y la tecnología”, y atacar el “laicismo imperante”, “la cultura de la muerte” y la indefensión de “los no nacidos y enfermos terminales”.

Un país bajo palio

En un país civilizado, el nombramiento de alguien como Cañizares como miembro de una academia científica habría sido un gran escándalo mediático. En España, no. Aquí, el presidente del Ejecutivo se humilla ante el Papa; él y sus ministros prometen o juran el cargo ante el Crucifijo; en la escuela pública, se adoctrina a los niños en diferentes credos con cargo al erario; el partido del Gobierno asume los dogmas vaticanos como verdades y se opone, por ejemplo, a que la unión legal de dos homosexuales se llame matrimonio y haya más de un tipo de familia… Cuarenta años después de la muerte de Franco, el Estado continúa saliendo de procesión bajo palio, sigue sin ser aconfesional, tal como establece la Constitución, por culpa, en gran medida, de un socialismo mojigato que, cuando ha estado en el poder, se ha comportado ante el Vaticano como un acomplejado.

Como Olagüe, no soy anticlerical. Conozco buena y mala gente tanto dentro de la Iglesia católica como fuera. Pero, como Olagüe, pienso que las creencias religiosas deben quedar en el ámbito de lo privado y nunca ordenar la vida de la sociedad civil ni inmiscuirse en la ciencia y la medicina. Los clérigos de una religión únicamente tienen autoridad moral sobre sus fieles. Al resto, lo que digan nos da igual porque no seguimos a su dios, que es del que supuestamente emana su código de conducta.

Es un disparate que una academia de medicina dé la bienvenida como miembro de honor a alguien cuyo único mérito es predicar un credo, que carece de la mínima formación científica y que se ha pronunciado reiteradamente en contra de la dignidad y el bienestar humanos, demonizando el preservativo y el derecho a la muerte digna. Y también es censurable que una universidad pública, como la de Granada, acoja un homenaje a un individuo así, como ha denunciado UNI Laica. Por eso, hay que aplaudir la integridad de Guillermo Olagüe al renunciar a su sillón “por la carencia de méritos científicos y médicos de Cañizares, y la desvirtuación de lo que debe ser la Academia, un foro de científicos y médicos que tratan y discuten asuntos relacionados con la ciencia y no con las creencias”.

Es la España que tenemos, un país donde todavía lo que dicen los obispos va al BOE. Si quiere que eso cambie, que la religión se quede en el ámbito que le corresponde, el privado, póngase a ello, ¡hágase socio de Europa Laica! La libertad religiosa incluye el derecho a no creer y a que los credos de otros no regulen tu vida.

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