La segregación por sexos estuvo vigente en el archipiélago balear durante algo más de medio siglo; incluso los turistas que tomaban el sol tenían que ponerse un albornoz
Joan Ferrer aún recuerda cómo era fer un capfico (en castellano, darse un chapuzón) en la Mallorca de su infancia. El camino a pie desde Valldemossa hasta el mar duraba una hora entre atajos y rocas para acortar el sendero. Entonces, hace más de setenta años, “nadie hablaba de Port de Valldemossa, sino de Sa Marina”, aclara. En verano, describe, había “tres o cuatro familias” que tenían una casita “y un pescador o dos”. Pero lo que más recuerda es la figura de aquel hombre que caminaba arriba y abajo todo el tiempo que él y su grupo de amigos –que apenas pasaban de los doce años– estaban allí. “Era el padre de una de las niñas del pueblo que también bajaba a darse un chapuzón con sus amigas, pero no las vigilaba a ellas, sino a nosotros para que no pasáramos a la zona de las mujeres”, explica.