Pasé cerca de la iglesia y el mismo lugar, que hace meses lucía un monumental lazo naranja, ahora lo ocupaba una cartela anunciando una procesión con motivo de los 50 años de permanencia del colegio salesiano en Linares. Nada más normal, este centro concertado, además de impartir el servicio público de la educación financiado por un estado aconfesional, es muy dado a las procesiones. Como quiera que tienen varios titulares (María Auxiliadora, San Juan Bosco, Domingo Savio,..) son frecuentes las procesiones, incluyendo la del rosario de la aurora, a lo largo del año. Eso, si además, no hay un motivo especial, como el anunciado arriba o el de hace poco dos años con la llegada de las reliquias de Don Bosco.
Por lo ya apuntado aquí y en escritos anteriores, creo conveniente exponer de manera somera, pero sin ambages, mis razones para entender que la educación ha de ser pública y laica, como la sociedad en todo lo que afecta a lo común, creencias aparte. Esa es una situación que, a mi entender, no se da en la educación, siquiera en la de centros de titularidad pública, entre otras cosas Concordato de origen franquista y mantenido con la Santa Sede. En estos últimos hay adoctrinamientos que contavienen con sus dogmas el aprendizaje racional o científico. Hablo de hechos acaecidos en mi labor docente hace casi treinta años. Un alumno de apenas once vino llorando contrariado por la desorientación que recibía sobre el origen del mundo de la clase de religión (los siete días de la Biblia) y lo de la clase de Naturales (la evolución).Podría citar más sucesos de mi niñez o razonamientos, pero sólo voy añadir la referencia a las declaraciones de los señores Maravall y González (ex-ministro y ex-presidente del gobierno socialista) arrepintiéndose, como siempre lamentablemente en la oposición, ambos de haber instituido la red de centros enseñanza concertada.
Unos días después de ver el citado cartel, pude enterarme en Linares28 del conjunto de actos que acompañarán a la tal procesión en la conmemoración del medio siglo. En el vídeo se daba cuenta de diversos aspectos que, como ciudadano entiendo discutibles, y más con la implicación de la corporación Municipal. Ésta, ignorando una vez más su condición, de parte del estado aconfesional, privilegia (de nuevo y van…) a un centro religioso concertado, propiciando su expansión en los últimos años en detrimento de la red pública (a la que curiosamente Esa Corporación nunca ha dedicado reconocimientos similares). Aceptado el derecho contitucional de la familia a elegir colegio para su prole, no ha de confundirse éste con campañas tendenciosas y/o poco solidarias, como la del citado lazo naranja, usurpando reivindicaciones más perentorias como la de atención a la dependencia. En tal campaña, propiciada por las Escuelas Católicas Andaluzas (en que la institución salesiana tiene un papel destacado), se favorece la educación como una mercancía o como una distinción ideológica-religiosa y clasista. Con ello se contribuye al mantenimiento del status de colegios bien vistos (los que antes eran de pago) y a colegios-gueto ( o de pobres), contrarios ambos a una educación más integradora. Lamentablemente no se tiene memoria cabal de lo que han sido esos 50 años. Parece como si se volviera a los tiempos en que , como rezaba en la peseta, siguiera siendo Franco caudillo de España por la gracia de Dios y a la par se vuelven a pedir vocaciones sacerdotales, en este caso a cargo de la maestra de pastoral. Resulta paradójico que , pese al retroceso clerical, se avance en la equiparación de género (incluida la paridad en la comisión organizadora), lo que no se puede decir de todos los colegios concertados.
Entre aquellos inicios y este regreso, ha pasado la vida de varias generaciones de familias, alumnado y profesorado. Aparte de la buena voluntad, que se le ha de reconocer al todo el mundo, y al margen de épocas de mayor o menor dogmatismo, será justo reconocer, más que a una estructura más bien burócratica, como esa nueva fundación local, a las personas. Sí, a esas personas anónimas o más conocidas, que han laborado por la educación, entendida como emancipación personal y colectiva para pensar, decidir y actuar con auténtica autonomía y libertad. De entre la gran pléyade de personas que han formado entre el alumnado y el profesorado, yo he tenido la suerte de compartir experiencias con maestros intelectualmente inquietos, pedagógicamente creativos y social o sindicalmente comprometidos. Ese tipo de ciudadano que en este tiempo, en tantos aspectos aciago, tan necesarios nos son para remontar la enrevesada crisis de esta ciudad y de la sociedad en conjunto.
Sea tal mi deseo de una conmemoración inequivocamente solidaria y con la ética que requieren unos tiempos de pobreza creciente y de miedo a pensar y a comprometerse en lo común.