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El asesinato de la joven kurda iraní Mahsa Amini a manos de los Guardianes de la Revolución Islámica (GRI), el 16 de septiembre, y bajo el falso pretexto de ser una bad-heyab («mal-hiyab»), no sólo dividió la historia de la Teocracia Totalitaria Islámico-Chiita (TTICH) en un «antes» y un «después», sino que manifestó la insuperable brecha existente entre el poder y la sociedad: una junta militar-clerical de extrema derecha y de corte medieval frente a un Irán con «espíritu de época» (el concepto hegeliano de Zeitgeist) que desde su Revolución Constitucional de 1905 -que le convirtió en el primer país de Asia en tener un parlamento-, no ha parado de luchar por un sistema moderno, justo, igualitario y democrático de gobernanza.
Este año hemos estado ante el movimiento de protesta geográficamente más amplio de la historia del régimen islámico, extendido a 138 ciudades en la totalidad de 31 provincias de Irán.