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[Colombia] Los intocables empresarios de la fe cristiana

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El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Algunos predicadores del Evangelio de Cristo se han enriquecido con una combinación efectiva de coaching, estrategias de mercadeo y religión. Recurren a una manipulación espiritual que no se considera delito, y sus ingresos son inauditables. El control estatal por ahora es imposible, gracias a la libertad de culto y al lobby político. Y la iniciativa que proponía cobrarles impuestos se hundió recientemente en el Congreso.

Afuera de la iglesia Comunidad Cristiana La Unción, ubicada en el barrio Nuevo Bosque de Cartagena, cientos de creyentes se reúnen para recorrer la ciudad y llevar su “mensaje de salvación” a otros. Sobre una grúa blanca se disponen seis parlantes, micrófonos, equipos de grabación y unas diez personas identificadas con camisetas negras o chalecos que dicen en grande: “STAFF”. Un dron sobrevuela y registra la escena. Cuando todo está listo, sube a la plataforma el pastor Esteban Acosta, quien lidera las arengas para que más personas conozcan “la palabra de Dios” y vayan a adorarlo en su iglesia.

Los seguidores, de distintas edades y estratos, lucen animados con carteles y globos de colores; muchos llegan a pie, pero también en motos y en carros, todos repartidos entre la sede actual de la iglesia y la nueva, que están construyendo enfrente. En la vieja estructura, cuyo lote costó “un millón de dólares fiados” según el pastor, caben dos mil personas. En el nuevo templo, con ventanas polarizadas y piso de mármol, entrarán otras dos mil sentadas. Todo financiado con los “generosos aportes” de la feligresía

Esteban Acosta, autodenominado apóstol; y su esposa, la pastora Lisbeth Bello, convencen a sus seguidores de hacer donaciones a cambio de favores religiosos, mientras ellos amasan fortunas para costear una vida de lujos. Para eso emplean estrategias de mercadeo y un mensaje reiterativo cuya promesa es simple: cuanto más dinero le den a Dios a través de ellos, más progreso tendrán en la tierra como recompensa. Lo llaman el “evangelio de la prosperidad”. 

Esta doctrina, que nació en los Estados Unidos en los años ochenta, ofrece esperanza a cambio de billetes. Lo explica el escritor pentecostal Daniel McConell: “La doctrina de la prosperidad es un ejemplo del acomodamiento cultural de la iglesia a los valores mundanos del materialismo norteamericano”. A fines de los noventa, el concepto se expandió con facilidad a los protestantes de América Latina porque la promesa del milagro, la salud y la abundancia tiene mayor penetración en contextos desiguales.

“Un pastor me enseñó que a la iglesia se llevan dos cosas: la biblia y la chequera. La biblia para que aprendás lo que Dios te va a decir, y chequera para que lo adorés”, dijo Cash Luna, de la iglesia Casa de Dios en Guatemala, en un video con más de nueve mil reproducciones.

El precio de la fe

Juan G* creció en un hogar con creencias afines al protestantismo, pero no comulga con esta filosofía “que les llena los bolsillos a los líderes de algunas congregaciones”. Desde hace años ha visto cómo su madre, de 52 años, y su padrastro, de 51, cumplen con el diezmo: consignan a la iglesia La Unción el 10 por ciento de sus ingresos, y además hacen otros aportes cada tanto. Sobre la abundancia prometida, nada. “Respeto sus creencias, pero me indigna que sean tan ingenuos, igual que miles de personas que le entregan una parte de su dinero a los pastores para que se den la gran vida, cuando debería ser para ayudar a los pobres”, dice.

Los parientes de Juan viven en una casa que les dejó la abuela materna, en el sector Luis Carlos Galán, al suroccidente de Cartagena, un barrio fundado en los años noventa a partir de 410 viviendas de interés social que entregó el gobierno de Ernesto Samper. Su madre trabaja como aseadora, y su esposo como vigilante. Ambos se ayudan con los aportes de sus cuatro hijos. No tienen carro, pero dan crédito a lo que dicen sus pastores: “Que la Biblia es un contrato entre Dios y los humanos, y Dios los ha designado a ellos para cobrar a cambio de los favores espirituales”, dice Juan. Él recuerda que en 2004 sus padres iban a la iglesia La Unción, que funcionaba en un pequeño local en el Barrio Ceballos, donde cabían unas 100 personas. Entonces hacían cuatro cultos semanales, pero ahora ofrecen cinco cada domingo y otros cuatro de miércoles a sábado: 36 oportunidades para recibir donaciones cada mes.

El diminuto personaje que predica desde la grúa viste hoy jean y camiseta. Pero muchas veces Acosta lleva ropa, relojes y zapatos caros. Además sale con guardaespaldas y en carros blindados porque en 2012, supuestamente, intentaron secuestrarlo

Acosta y su familia se movilizan en una camioneta Ford Edge 2019, adquirida a nombre de la Iglesia La Unción ese mismo año, cuyo precio en el mercado es de 150 millones de pesos, y en otra Mercedes Benz, modelo Vito 115 CDI de 2014, comprada a nombre de la entidad religiosa en febrero de 2015 y valorada en más de  200 millones. A nombre de los pastores figuran dos apartamentos en la zona de Manga, en Cartagena. El primero, en el edificio Bari Club House, fue comprado en junio de 2020 por 720 millones de pesos colombianos. El otro fue adquirido en 2014 por 423 millones de pesos, en el edificio Bambú Club House, y cuya hipoteca liberaron en 2021 con el pago de 223 millones de pesos. 

A comienzos de 2020, los Acosta Bello compraron una casa en Naples, Florida, en los Estados Unidos, un lugar de veraneo para millonarios. Desde abril de 2022 esa es la sede del Ministerio Internacional La Unción INC, en cuyo registro aparece Acosta como presidente y su esposa como vicepresidenta. La casa costó 295 mil dólares, según el portal inmobiliario Zillow: unos 1.000 millones de pesos colombianos para la fecha en que se hizo la transacción. Hoy el inmueble está valorado en 481 mil dólares, unos 2.000 millones de pesos, según el mismo portal. Sobre la procedencia de los recursos económicos no responden a las peticiones de la prensa “porque están ocupados orando por el mundo”, dicen.  

En el discurso de persuasión, los defensores de la teología de la prosperidad combinan frases de superación personal con referencias a pasajes bíblicos. En el culto del domingo por la tarde, Acosta dice: “Hermanos, no se conformen con lo que son y lo que tienen, confíen en el poder de la afirmación para lograr riqueza. Tenemos que estar dispuestos a dar dinero a cambio de favores, tomando como referencia el pacto de la palabra del que habla Malaquías”.

Esto no quiere decir que todos los pastores cristianos se enriquezcan con los aportes de sus fieles. Dentro de la propia comunidad cristiana hay quienes condenan estos excesos. Miguel Pulido es un teólogo especializado en pedagogía y pastor de la Confraternidad de La Colina en Bogotá, y refuta a estos predicadores: “La prosperidad material no es central en el Evangelio. Hay iglesias que parecen más un negocio multinivel que un espacio para la reflexión, y eso las deslegitima ante la sociedad y ante quienes conocemos las enseñanzas bíblicas”. 

Tomás Castaño forma parte de la tercera generación de evangélicos en su familia y es el director de Teocotidiana, un portal que invita a la reflexión. Castaño considera que esos “pastores mercantilistas” distorsionan el mensaje de la Biblia y lo adaptan a su negocio. “Hay que dejar de generalizar lo que se dice de la iglesia, porque la iglesia es muchas cosas. La mayoría distribuye sus limitados recursos en acuerdo con sus comunidades y hacen una labor fundamental donde el Estado es ineficiente. Mientras que otras pocas, con mucha influencia mediática, muestran lo peor del hombre y las convierten en reinos heredables”, dice.

En la caravana que recorre una parte de la ciudad, con Esteban Acosta subido al camión, la mayoría camina con una convicción:“Cristo viene y necesita encontrar una iglesia fortalecida en la fe”. Desde la altura el pastor ve un rebaño dispuesto a pagar para que eso sea posible.

Pastores pedigüeños

Antes de que comience el culto a las nueve de la mañana del domingo, afuera del templo de la Iglesia Ríos de Vida, ubicado en Villagrande de Indias, Turbaco, cerca de Cartagena, unas 300 personas esperan que termine el servicio anterior para entrar. Adentro hay otras 900. A la hora prevista empieza el culto. Cinco cantantes se distribuyen por la tarima con alabanzas y cantos mientras los asistentes acompañan a coro. Músicos y técnicos enriquecen el montaje. El sonido es profesional, hay cinco pantallas gigantes, iluminación de colores, equipos de grabación y transmisión en línea para quienes prefieren la virtualidad.

La primera que habla es la predicadora María Paula García (su apellido de soltera), vestida con jean y camisa. Pero es inevitable recordarla con el vestido verde de flores amarillas que le diseñó Carolina Herrera para la boda de su hijo mayor, según contó la pastora en sus redes. Tras la música empieza el sermón del día con el “Plan de ruta para hacer frente a un gobierno adverso”, refiriéndose al de Gustavo Petro. “Dios no está nervioso porque el dólar subió en Colombia. Dios tiene control sobre sus hijos, porque, aunque estamos en el mundo, no pertenecemos al mundo. Nuestra economía la sacamos del mundo diezmando y ofrendando”, dice García. Los asistentes asienten, y tras cada sentencia responden: “Amén”. 

Siguen los cantos animados y llega el momento de las asesorías personalizadas. Varios seguidores de mayor rango pasan a la parte de adelante del auditorio, dispuestos a escuchar las preocupaciones de los creyentes, que se emocionan, lloran y cada tanto cae alguno al suelo aturdido. Los que siguen sentados no se sorprenden, pues esto ocurre en cada servicio. Luego llaman a los nuevos asistentes para que entreguen sus datos al equipo: les preguntan nombre, edad, teléfono, profesión y si son dueños de negocios. Les prometen que los contactarán. 

A los pastores Miguel Arrázola y María Paula García se les conoce en Cartagena por haber convertido su iglesia, Ríos de Vida, en una máquina de hacer billetes. En 2016 se echaron al hombro, dentro de su comunidad religiosa, la campaña por el “No” en el plebiscito que sellaría el acuerdo de paz entre el Estado y las FARC. Juntos también lideraron las protestas por las cartillas de convivencia de la exministra de Educación, Gina Parody, especialmente por lo referido a la llamada “ideología de género”. 

Entre las propiedades de los Arrázola está un apartamento en el Conjunto Residencial Burano, valorado en 500 millones de pesos; y la venta de otro, por 800 millones, que dejaron para mudarse a la urbanización Barcelona de Indias, cuyos inmuebles se venden por encima de los 2.000 millones. Su iglesia tiene sedes en Turbaco, Barranquilla, Soledad, Barú, Puerto Colombia, Sincerín y Miami. Esta última, registrada el 13 de octubre de 2011 como Iglesia Cristiana Familiar Ríos de Vida, con la dirección de un chalet valorado en 494 mil dólares. 

La pareja Arrázola fue tendencia en redes por los videos donde, en plena pandemia, pedían a sus creyentes que no dejaran de aportar a la iglesia: “Mientras más das, más lleno serás. Tú deberías moverte y dar todo lo que tienes, porque tú vacías los bolsillos acá y Dios te los llena”, decía Miguel. Su esposa María Paula pedía que depositen su dinero en una cuenta celestial a nombre de ellos en la banca terrenal. Arrázola y García obtuvieron la personería jurídica de su iglesia Ríos de Vida en octubre 2010, y la han convertido en un exitoso negocio familiar. 

En la jornada dominguera del templo es el turno de Miguel Arrázola. No tiene buena dicción, pero los asistentes le entienden y se ríen de sus chistes: “Yo he visto gente pesimista con poca fe, más flojos que una cabuya tirada en el piso (…). El enemigo siempre con sus mismos trucos, como el del comunismo, que te invita a la autocompasión. Eso no va con Dios ”, dice, y comenta la posibilidad de que las iglesias paguen impuestos: “Esas pretensiones de Satanás no llegarán a ninguna parte”. 

Los pastores muestran sus posesiones en redes y actos públicos, pero han aprendido a cuidar el rastro del dinero. Por eso, tal vez, no figuran a su nombre los lotes ni los contratos para construir una iglesia con capacidad para 5.000 personas que costó 18.000 millones de pesos, pero sí es comprobable que importaron materiales por 516 mil dólares en 2018 (unos 2.000 mil millones de pesos en ese momento). Tampoco hay pruebas de sus aportes a las campañas de varios candidatos. Menos se sabe cuántos empleados tienen, ni cuánto gana cada uno. Pero el periodista y activista cartagenero Edison Lucio Torres, en su investigación “El Roscograma del pastor Arrázola”, contó que el recaudo de Ríos de Vida es tan alto que una empresa de transporte de valores debe recoger el producto de la colecta. Publicar esto le costó amenazas y censura. Su caso fue reseñado en un informe sobre acoso judicial de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), donde se narran cómo se ha utilizado el sistema judicial para intimidar al periodista.

“En mi caso estuvieron enfrentados los derechos de libertad de expresión y de prensa con el del derecho al buen nombre del pastor. Arrázola interpuso una tutela ante un juzgado municipal, en lugar de hacerlo como correspondía ante un juzgado de circuito. El juez falló a favor de él sin analizar todos los documentos, y me obligó a desmontar todas las notas”, comenta Torres vía telefónica.

A las iglesias no se les puede meter a todas en el mismo saco. Pero crea suspicacia el hecho de que el Ministerio del Interior otorga personería jurídica especial después de llenar una solicitud bastante sencilla. Entre 2013 y 2021 han sido reconocidas por el Estado colombiano 4.527 entidades religiosas. Solo nueve corresponden a cultos diferentes al cristiano evangélico: cuatro del islam, dos budistas y tres judías.

Los diezmos, por lo general, son pagados por fieles que quieren contribuir a lo que llaman “la extensión del evangelio”. Es decir, la misión social de la iglesia. Pero no es la única modalidad de donaciones que reciben los predicadores. También están los pactos, para los cuales los congregantes deben establecer un valor monetario que entregan a la iglesia a cambio de que se les cumpla una petición. Si no se les cumple, probablemente deban subir la apuesta o fortalecer su fe. Algunos pastores conminan a los creyentes para que “sellen milagros”: al recibir el favor deben retribuir a Dios con una donación proporcional.  

En el culto del domingo Arrázola retoma las razones detrás de los diezmos: “Cuando usted diezma, su prosperidad fluye, su contrato se concreta, su deudor le paga, su hoja de vida se impone y llega a manos de quien decide”, dice. 

En un video de Youtube con más de 500 mil reproducciones, desempolvado por la congresista Cathy Juvinao, Arrázola dice: “Deberías moverte y dar todo lo que tienes, porque cuando salgas de aquí y llegues a tu casa estarás repleto. Muévete. Dios es el que dijo que trajéramos todas las arras, a través del profeta. Usted vacía los bolsillos y Dios se los llena”, dice, y la gente en bandadas entrega sus donaciones.

En el servicio de Ríos de Vida llega el momento de recoger los donativos. Por todo el salón caminan hombres con grandes cestas de mimbre. Arriba tienen un orificio donde entra la limosna con facilidad, pero no es tan grande como para meter la mano y sacarla. La gente se moviliza y los recolectores miran con seriedad a quienes no aportan.

Estas “empresas religiosas” se han tecnificado para recibir los aportes: los diezmos, pactos, sellos, ofrendas o pagos de servicio pastoral se pueden abonar en efectivo, cheques, transferencias, con tarjeta de crédito y cualquier plataforma. 

En Colombia se hizo público recientemente el hecho de que las iglesias han diversificado sus actividades económicas: ofrecen capacitaciones, consejería matrimonial, charlas vocacionales para jóvenes, congresos nacionales de pastores y formación de líderes; además tienen librerías, cafeterías, guarderías y alquilan sus sedes a terceros. De acuerdo con la información que suministra la DIAN, algunas iglesias tienen otros negocios: imprentas, canales de radio y de televisión, ferreterías, transporte de pasajeros, catering para eventos, hoteles, pompas fúnebres, espectáculos musicales, consultorías de administración empresarial y más de 100 ítems.

Otro ingreso es la monetización de sus actividades en las plataformas digitales. En las redes sociales a los pastores de estas iglesias se les atribuye la categoría de celebridad o de figura pública. Miguel Arrázola tiene 612 mil suscriptores en su canal de Youtube, 46 mil seguidores en Twitter y 1,8 millones en Facebook. Esto le ha reportado unas ganancias de al menos 255 millones de pesos (al cambio actual del cálculo en dólares). Esteban Acosta, el pastor de La Unción, no está a ese nivel, pero tiene 15 mil suscritos a su canal de Youtube, 16 mil seguidores en Facebook y 20 mil en Instagram.

Manipular no es delito

Los predicadores del evangelio de la prosperidad podrán parecer manipuladores, pero lo que hacen no es un delito para la ley colombiana. Por eso son intocables: cualquier actividad de recaudación que realicen está amparada en la Ley 133 de 1994, que en su artículo 14 dice: “Las iglesias y confesiones religiosas con personería tienen entre otros derechos, los siguientes […]. De solicitar y recibir donaciones financieras o de otra índole de personas naturales o jurídicas y organizar colectas entre sus fieles para el culto, la sustentación de sus ministros y otros fines religiosos de su misión”. En esos otros fines podría caber desde la casa de Esteban Acosta en Florida hasta la lujosa boda del hijo de los Arrázola García.

Moisés Carreño, un abogado especialista en Sociología y Psicología Social, explica que la autonomía de la voluntad es de las cosas más importantes en el mundo de los derechos. En el caso de estos pastores, el creyente entrega su dinero por voluntad propia a cambio de una promesa indemostrable: los favores religiosos. Y como cree fielmente en la palabra de su pastor, no se considera víctima.

“En Colombia los delitos están descritos en el Código Civil y en el Código Penal. Si no están ahí, no existen para la justicia ordinaria. Es estúpido intentar impartir justicia con base en la creencia de si Dios existe o no, o si hace favores a cambio de plata. Hay muchas formas de encontrar sustento a la manipulación, pero de ahí a que haya un delito, es largo el trecho. Lo que queda es la condena social, la ética, y la conciencia”, apunta el abogado. 

El activista ateo de la laicidad Ferney Rodríguez considera curioso que la sociedad señale a quienes estafan, pero no cuando algo similar ocurre con las iglesias. “Por el contrario, si lo que se usa para obtener dinero es un discurso religioso, la sociedad ni el Estado lo ven mal, porque se escudan en la libertad de cultos y el privilegio religioso para seguir operando sin ningún reproche ni fiscalización. Son intocables y el esquema de fraude es perfecto”, advierte.

Ferney opina que el hecho de que el Estado no sepa con claridad lo que reciben las entidades religiosas por diezmos y donaciones, cuánto se usa para servicio social y cuánto va a al bolsillo del pastor, ha facilitado que estas iglesias “se conviertan en empresas y multinacionales de la fe, en las que el enriquecimiento y el poder político son de fácil acceso”. 

En todo el mundo hay cientos de causas jurídicas abiertas sin avance, demandas presentadas a destiempo o expedientes en escritorios de investigadores que se quedan solos porque el argumento de la libertad de culto entierra las posibilidades de justicia. Así lo evidenciaron Giannina Segnini y Mariel Fitz en la investigación periodística “Transnacionales de la fe”, donde dejan claro el poder de los líderes evangélicos en Estados Unidos y en América Latina. 

Pese a su carácter no lucrativo, en 2021 las entidades religiosas en Colombia declararon ingresos brutos por 6.000 millones de pesos y patrimonio bruto por 18.400 millones de pesos, según datos de la DIAN

Carlos Rodríguez es un contador público independiente y tiene una relación muy estrecha con la fe cristiana, pero reconoce que las iglesias evangélicas no ofrecen ninguna garantía de transparencia. “Deberían tener una fiscalización similar a las de las oenegés o las fundaciones, que tienen que demostrar qué hacen con el dinero de las donaciones, a ver cuánto dinero usan para actividades relacionadas con el culto”, dice.

Parte de los beneficios de la personería jurídica especial de las iglesias las exime de pagar impuesto predial, siempre y cuando el espacio esté registrado como sitio de culto. Pero muchas veces en los templos funcionan cafeterías, librerías, restaurantes, o salas de eventos. Sin réditos para el Estado.  

“En otras organizaciones sin fines de lucro, los estados financieros se socializan, se someten a verificación y se toman decisiones a partir de la representatividad que tienen algunos miembros de esa entidad. Pero en el caso de estas iglesias, no hay juntas directivas, ni asambleas de asociados o cooperantes. Las decisiones las toma el pastor a su antojo y toda la información es reservada”, dice el contador Rodríguez.  

Por su parte, la banca también tiene sus recelos. Una alta fuente del Grupo Aval asegura que para que las iglesias puedan guardar su dinero en estas entidades financieras, deben someterse a un procedimiento mucho más riguroso que cualquier persona o entidad sin fines de lucro. “Tenemos como soporte la Circular Básica Jurídica Parte 1 Título 4 que establece la norma preventiva para lavado de dinero y lucha antiterrorismo. Por eso, las entidades religiosas o sus representantes, a título personal, deben ser capaces de demostrar la procedencia de sus ingresos para acceder a los servicios de la banca”, explica. A las iglesias, agrega la fuente, se les exige documentación y soportes más detallados y se les realiza una verificación más profunda que en cualquier otro caso porque sus estructuras se pueden prestar para movimientos sospechosos de dinero.   

A sabiendas de esto, fue polémica la propuesta que lideró en el Congreso de la República la representante Katherine Miranda, como parte de la reforma tributaria, con el respaldo de 90 mil firmas de ciudadanos, cuyo propósito era más o menos así: si las iglesias tienen ingresos tan altos, a partir de actividades que nada tienen que ver con el culto, entonces que paguen impuesto sobre la renta. Pero si sus excedentes están siendo reinvertidos en la función social, entonces que lo demuestren. La medida fomentaría la transparencia, la equidad y la justicia social, sin afectar la libertad de culto. Pero los pastores y los creyentes con poder político no están dispuestos a meterse la mano en el bolsillo. 

La iniciativa superó la discusión en el primer debate en el Congreso y pasó a la segundo debate. Pero como el artículo de las iglesias formaba parte de una reforma tributaria que es bandera del recién instalado gobierno de Gustavo Petro, quienes se oponían (Centro Democrático, Conservadores y Liberales del Senado) pusieron como condición que se eliminara para poder avanzar. Y así fue como se truncó la posibilidad de que las entidades religiosas rindieran cuentas al Estado y que los predicadores materialistas entraran en cintura. 

“Quedan otros caminos, como profundizar en un proyecto de ley orgánica que permita revisar los requisitos para que el Estado otorgue personería jurídica especial a la entidades religiosas, que las declaraciones de ingresos y bienes de las iglesias ante la DIAN sean públicas y que paguen impuestos sobre lo que ganan por fuera de las actividades del culto”, advierte lMiranda. 

Mientras tanto, en los cultos del domingo todos salen contentos, tanto de la iglesia Ríos de Vida como en La Unción, porque se ha cumplido con la oferta. Los pastores han predicado una palabra que apoya su doctrina de prosperidad en la tierra, los feligreses han recibido una fuerte dosis de empoderamiento y optimismo. Los primeros han sumado a sus arcas algunos billetes con alto valor terrenal, y los segundos se van convencidos de que han abonado algo para su salvación. Nadie parece haber estafado a nadie. Esa conformidad los vuelve intocables. 

*Solo lo identificamos por su nombre por pedido de la fuente.

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