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Aquí no estamos lidiando con el derecho de protesta y la libertad de opinión. Lo de la religión es la excusa perfecta para escupir fuego.
La religión parece ser la excusa perfecta para desatar ese fuego interior que consume a muchos. La frustración, la rabia y el odio saben mimetizarse muy bien entre los pliegues ocultos de dioses que reciben distintos nombres. Lo sabíamos desde hace mucho, pero ahora se ha hecho patente a raíz del doloroso enfrentamiento entre judíos y palestinos.
Como si las escenas que contemplamos a diario sobre lo que ocurre en Medio Oriente no fueran suficientemente trágicas, se ha extendido por el mundo una oleada de antisemitismo e islamofobia escalofriante. La gente toma partido y legitima opiniones y comportamientos extremos que intoxican el ambiente, especialmente en países donde las dos comunidades son numerosas. Los discursos de odio que alimentan el extremismo, las agresiones físicas, la intimidación, el vandalismo y los ataques se han recrudecido de tal forma, que en Alemania las autoridades han reportado un aumento del 200%, dentro del que se incluye pintadas de estrellas de David y un ataque con bombas Molotov a una sinagoga. Y esto en un país sobre el que cae el peso del Holocausto o shoah, y cuya culpa sigue latente en la sociedad.
Los ejemplos lamentables abundan. En Daguestán, Rusia, una multitud irrumpió en una terminal del aeropuerto gritando consignas antisemitas y buscando a pasajeros israelíes que supuestamente llegaban en un vuelo procedente de Tel Aviv. En Austria incendiaron una zona de un cementerio judío, en Sao Paulo tuvieron que proteger un centro de refugiados rodeado por desaprensivos que les gritaban “terroristas”. En Londres la islamofobia ha aumentado un 140% y en todo el Reino Unido el antisemitismo ha alcanzado su cifra más alta. Y en Barcelona se tomaron un hotel solo porque el dueño era judío. La situación en Francia no es diferente. Ya van más de 1.000 actos antisemitas que incluyen agresiones, vandalización de cementerios y viviendas marcadas con la estrella. Hoy domingo está prevista una marcha en ese país que busca denunciar a los portadores de odio, pero los ánimos están crispados, sobre todo entre los políticos de izquierdas y derechas porque en efecto, el tema ya está totalmente politizado. Y para añadir más confusión a todo este caos, detuvieron en París a una pareja de moldavos que al parecer fue contratada por un ruso en internet para pintar las estrellas de la infamia en diversas fachadas. Francia inmediatamente acusó a Moscú de injerencia, y aunque no se puede asegurar, sí queda la duda. El caso más espeluznante se dio en Estados Unidos, donde una madre y su hijo de 6 años de origen palestino fueron apuñalados por un hombre que se justificó diciendo que lo había hecho a causa de la guerra entre Israel y Hamas. Es la locura engendrando más locura. Como la desatada en prestigiosas y muy elitistas universidades estadounidenses, donde se supone que la amplitud de miras, el respeto al pensamiento del otro y la sana discusión vienen incluidos en el precio de sus astronómicas matrículas.
Pues no. En la prestigiosa universidad de Cornell, en Nueva York, se publicaron mensajes online amenazando a los estudiantes judíos, el mismo día que aparecieron grafitis anti-Israel en el campus universitario, y posts despectivos contra estudiantes musulmanes en un sitio web. En universidades como la de Tulane, se registraron protestas que dieron un giro violento; en Yale, estudiantes musulmanes encontraron en el tablero de su salón de clases la frase“ muerte a Palestina”, y en Stanford se investiga si el atropello con fuga de un estudiante árabe musulmán fue motivado por el odio. Aquí no estamos lidiando con el derecho de protesta y la libertad de opinión. Lo de la religión es la excusa perfecta para escupir fuego.