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[Colombia] Entre la libertad y el oscurantismo

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Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

En febrero de este año la Corte Constitucional emitió la Sentencia C-055 en la que despenalizó el aborto hasta la semana 24 y mantuvo el régimen de causales después de este período, sin limitar la edad gestacional.

Este fallo fue el resultado de una demanda interpuesta por el Movimiento Causa Justa 523 días antes (septiembre del 2020) que estuvo acompañada de un intenso debate social planteado por este movimiento sobre la necesidad de cambiar el paradigma del tratamiento del aborto: del derecho penal a la regulación sanitaria.

La idea de que este era un delito ineficaz, contraproducente, injusto y discriminatorio que vulnera, entre otras, la propia dignidad de las mujeres al impedirles vivir y elegir de forma autónoma sobre un asunto tan decisivo como la reproducción fue ampliamente discutida y explicada. También lo fue la relación inextricable entre la libertad de las mujeres y los asuntos relativos al propio cuerpo -sexuado para la reproducción-, lo que la convierte en una libertad también sobre el cuerpo.

Desde este movimiento se planteó que no hay cómo tener una vida autónoma y libre si existe la más mínima obligación de ser madre en contra de la propia voluntad. Y que esta libertad estaba afectada por el delito de aborto al punto de que, por el estigma y las barreras que genera, el delito vulnera un conjunto amplio de derechos de las mujeres, siendo los más críticos los derechos a la salud, a la vida, a la igualdad y a la libertad de conciencia.

Pero curiosamente, durante el tiempo que duró ese intenso debate, los opositores del aborto, aquellos que fieramente creen que es perentorio proteger al feto sin importar el costo que esta protección suponga para las mujeres, nos dejaron claro con su estrategia el modelo de sociedad que quieren imponer y el tipo de “democracia” bajo la cual añoran imperar: el silencio.

En general, el debate sostenido en redes, en medios, en escenarios académicos, en la prensa y en muchas otras arenas se hizo sin la participación sustantiva y sin ideas por parte de quienes se oponen al aborto, entre otras razones, porque hace mucho que el único argumento que logran sostener es la defensa de la vida de un “feto inocente” y alguna que otra mentira sobre los daños a la salud mental de las mujeres que, según ellos, produce el aborto. Nada más.

Su interés no está en hacer parte de la conversación y la deliberación democrática en ninguna de sus formas, sino en la imposición de todo tipo de trabas procesales o en el terreno de la manipulación de las emociones.

Y, ojo, no quiero decir con esto que los asuntos procesales no sean fundamentales para garantizar la transparencia de las decisiones judiciales y su adopción democrática. No. Lo que quiero decir es que, cuando se abusa de estos mecanismos, se produce un espectáculo en el que, más que la acción honesta de un conjunto de personas preocupadas por una falla real en un determinado proceso, lo que se observa es una “bodega” en acción firmando formatos para que acrecentar la sensación de preocupación y llenar las oficinas de la justicia de papeles e imágenes que se presentan como “legítimos reclamos procesales”.

Por eso interpusieron innumerables solicitudes de nulidad a la demanda de Causa Justa -y las perdieron- e intentaron, hasta lograrlo, sacar de la decisión a uno de los jueces que sabían favorable a la propuesta de eliminar el delito del aborto del Código Penal. Por eso ahora, después de la decisión, han vuelto a enviar solicitudes de nulidad a la Corte -incluso fuera del plazo, porque tampoco les interesa cuidar las formas- y lo hacen manipulando a la opinión pública para que piense que se está revisando una decisión que no tiene marcha atrás.

No sobra recordar que hoy en Colombia el aborto es legal.

Y por eso también ahora recogen firmas para llamar un referendo y desde los púlpitos de iglesias católicas, evangélicas o cristianas apelan a la emoción. Porque como las ideas no son su fuerte, solo les resta manipular, mentir o torpedear. Y claro, callar, porque donde se gesta el debate de las ideas no tienen nada para decir.

Todo esto nos dice mucho sobre la sociedad que imaginan, la sociedad con la que sueñan. Una que nos devuelva a los tiempos del miedo, de la oscuridad y del control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres. Y nos dice también sobre la forma en que entienden la democracia o, más bien, cómo no la entienden. Y actúan poniendo en duda las decisiones judiciales que no les sirven e impidiendo que se lleven a cabo debates informados en los espacios de deliberación pública. Poniendo en duda nada menos que la dignidad de las mujeres.

Por eso es fundamental hacer pedagogía e implementar la decisión que tomó la Corte en febrero pasado. La única que va a permitir que TODAS las mujeres en Colombia puedan ser artífices de su propio proyecto de vida y llevar adelante una maternidad cuando es deseada y no tener que hacerlo de manera forzada.

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