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Cinco parecidos entre el rey y dios

El rey comparte pantalla con el Hijo de Dios. Ayuso, Ximo Puig o Aragonés lo hacen con Cristina Pedroche.

El Rey es Dios. En los Estados confesionales, el dirigente supremo habla con Dios todos los días por el móvil. Al fin y al cabo, es la Gracia divina la que le ha colocado en el trono, como decían aquellas viejas monedas. En los Estados modernos, Dios ha salido del grupo de WhatsApp y el Rey se ha quedado solo en un grupo de uno. ¿Vieron el mensaje de Felipe VI el otro día? El belén sigue ahí mostrando la Sagrada Familia, pero a su lado hay una foto de la Familia Real. ¿Conocen alguna otra institución que se organice alrededor de una familia, al margen de la Sagrada Familia y la Familia Real? Bueno, vale, sí, las Kardashian, pero eso lo explicaremos en otro artículo. ¡Dios ha muerto, viva Dios!

El Rey es Dios. Por eso elige la fecha del 24 de diciembre para traer su buena nueva a los españoles. Nos habla en mitad de una conmemoración religiosa, por si a alguien todavía le quedaba alguna duda. No nos habla el 1 de enero, el 25 de julio, el 12 de octubre o el 6 de diciembre, lo que podría estar justificado. Ni siquiera nos habla el 6 de enero, que tendría su puntito de coña también. El 31 de diciembre nos hablan los presidentes autonómicos, cuya dimensión divina da un poco la risa, incluso en el caso de Miguel Ángel Revilla. El Rey comparte pantalla con el Hijo de Dios. Ayuso, Ximo Puig o Aragonés lo hacen con Cristina Pedroche. No me comparen.

El Rey es Dios. Por eso elige la fecha del 24 de diciembre para traer su buena nueva a los españoles. Nos habla en mitad de una conmemoración religiosa, por si a alguien todavía le quedaba alguna duda

El Rey es Dios. ¡Ya quisieran los exégetas bíblicos alcanzar el nivel de sofisticación trilera para extraer perlas del humo que tienen los exégetas periodísticos ante el discurso navideño del Rey! Una retórica vaga. Simplezas bienintencionadas. Perogrulladas con las que resulta imposible no estar de acuerdo. Como son siempre los mensajes de los dioses, -al menos, de los dioses posmodernos que no llaman a la yihad-. Y en ambos casos al parecer hay una verdad revelada detrás de tanta nadería. ¿No han notado que Yolanda Díaz sale de sus despachos con Felipe VI con la misma cara de arrebato místico que le vimos tras su reciente confesión con “nuestro Santo Padre”? Pues eso.

El Rey es Dios. Concretamente, el Dios del Nuevo Testamento. Juan Carlos I es a Felipe VI lo que el Antiguo Testamento es al Nuevo. Que no es que nadie vaya a decir desde un púlpito nada en contra de un dios que extermina a los primogénitos egipcios o se carga pueblos enteros por un quítame allá unas sodomías, pero es mejor pasar página y centrarse en un dios que multiplica los panes. No veremos tampoco en el mensaje navideño del monarca ninguna descalificación, pero tampoco ninguna referencia al Creador del Régimen del 78. Juan Carlos I se ha convertido en un Yahvé viejuno y levemente tenebroso. Si Francisco no habla de Yahvé, tampoco tiene porqué hacerlo Felipe.

El Rey es Dios. Concretamente, el Dios del Nuevo Testamento. Juan Carlos I es a Felipe VI lo que el Antiguo Testamento es al Nuevo

El Rey es Dios. Por eso es omnipresente. Televisión pública y televisión privada. La 1, La 2, Antena 3, Cuatro, Telecinco. No importa a dónde vayas, no conseguirás escapar de su mirada. A las nueve de la noche de la noche de Nochebuena, los mandos a distancia dejan milagrosamente de funcionar y el zapping se hace imposible. Él te está viendo. Bondadoso, juicioso. Contundente y sin fisuras. Invitándonos a recogernos en su seno. Hablando desde el cielo de la Zarzuela donde habita. Corren rumores de que en algunas cadenas autonómicas contraprograman misas negras a esa hora. Como Dios, el Rey es omnipresente. Lo de ser también omnipotente ya si eso tal.

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