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Ciencia y/o religión en la pantalla · por Pepe Gutiérrez-Álvarez

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Según uno de sus sucesores más reconocidos de Darwin, Richard Dawkins, autor El mayor espectáculo sobre la Tierra, (2006, considerada la mejor recreación ) éste reconoce que, «aunque las pruebas de la evolución crecen a diario, paradójicamente, la oposición a ellas nunca ha sido tan fuerte como ahora», baste decir que este negacionismo está arraigado en el  Partido Republicano USA como líder de la Internacional neoliberal, que cuenta con entidades tan poderosas como las del mecenas multimillonario Howard F. Ahmanson jr, que fundó y financió instituciones como Discovery Institute o Chalcedon Foundation con el objetivo pretende «integrar la ley bíblica en nuestra vida cotidiana”, un ley que, entre otras cosas, celebra los EEUU como “país elegido”, el mismo que da soporte al Estado sionista exterminista en Palestina, y que glorifica la presunta “libre empresa” y el expolio a la manera exterminista como se hizo con los nativos norteamericanos.

 Un buen ejemplo de cine con historia veraz es La guerra del fuego (La guerre du feu, 1981),  filme de Jean-Jacques Annaud ambientada en la Prehistoria, concretamente en el Pleistoceno Superior, hace unos 70.000 años, cuando en el Viejo Mundo convivían diversas y amenazantes especies humanas y animales. Un clan de neandertales –dependientes del fuego que saben mantener, pero no producir- sufre el ataque de una horda homínida más simiesca que apaga la única fogata del clan. Se sienten entonces tan vulnerables y desvalidos que deciden enviar a tres machos jóvenes en busca de un nuevo fuego. Pero el mayor referente del conflicto sobre el darwinismo sea La herencia del viento (Inherit the Wind., 1960), estrenada con mucho atraso aquí, como no podía ser menos dada la hostilidad de la Iglesia y en particular del todopoderoso Opus Dei, contra las aportaciones “heréticas” que puedan perturbar sus prácticas mafiosas. Obra del irregular Stanley Kramer quien mostró poca capacidad de síntesis, que se apoyaba en el duelo interpretativo desarrollado entre Spencer Tracy-Fredric March. El guion estaba basado en un acontecimiento sucedido en los USA, donde impera la convicción de ser “el pueblo elegido. Se llamó el “caso del mono” que tuvo lugar en una pequeña ciudad del Estado de Tennessee, donde se juzgó a un profesor por enseñar a sus alumnos la teoría de la evolución de las especies.

El darwinismo se enfrentaba a una burda y fundamentalista teoría del creacionismo en una explosiva batalla judicial entre el abogado defensor Henry Drummond (Tracy) y el líder conservador Matthew Harrison Brady (March). Este contraste permite al director establecer un contraste entre la intensa pero relajada argumentación de Drummond que defiende la libertad de expresión y que argumenta sobre las razones del darwinismo en oposición a las declaraciones de fe de su contrincante, siempre acompañado por multitudes que rezan y cantan en apologías de la fe integrista. Esta producción consiguió dos premios del Festival de Cannes, y que está considerada como un clásico todavía se encuentra muy por encima de otras dos adaptaciones olvidadas por más que fueron protagonizada por diversos actores célebres con afán de lucimiento, pero sin hacer sombra a la composición tranquila, socarrona y puntillosa que antepone la libertad de pensamiento contra el dogma inherente a una sociedad cerrada sobre los intereses creados.

Al final, Drummond une Darwin con respeto a la Biblia porque cada cual respondía a su momento y obliga a nuevas lecturas críticas. Así desde una escala más refinada se encuentra Adaptation. El ladrón de orquídeas (Spike Jonze, 2002) con el mejor Nicolas Cage, primero de un lujoso reparto. Una obra que supera todos los niveles de divulgación, y que supone amén de una original comedia, un pozo de reflexión y conocimiento sobre las premisas de Darwin, por lo demás bastante citado. No es otro el punto de mira de Stephen Hawking (1942-2018), que se dedicó al estudio de la teoría del Big Bang y la Teoría del todo, 2/ dos de sus más grandes aportes a la ciencia. Con ellos intentó explicar el origen del universo. Ambas, aunque bastante complejas, lo llevaron a una conclusión simple y contundente: «No es necesario invocar a Dios para encender la mecha y darle inicio al Universo». En cuanto a la aventura de Darwin  el film más conocido es el infumable Creation  (Jon Amiel, 2009)  con todo, la película  sufrió el boicot de los distribuidores de EEUU de una  Administración imperial que proclama que el “modo de vida norteamericano” está fuera de cuestión; o sea, que no les importa destruir la Creación.  Cabe anotar la existencia de otras concepciones, tal como la valiosa aportación desde la izquierda libertaria al debate, concretamente el planteado por Piotr Kropotkin con La ayuda mutua, un clásico cuya vigencia en este aspecto resulta de defensa obligada en tiempos de todos contra todos. Para éste “la competencia es la ley de la jungla”, mientras que “la cooperación es la ley de la civilización”.

Se reconoce a Stephen Hawking como una de las mayores inteligencias de nuestro tiempo, como un personaje que lo tiene claro en cuestiones tan determinante como la insostenibilidad de la vida burguesa para el Planeta Tierra, sin olvidar su apoyo a la necesidad de que la izquierda británica trabaja para ofrecer una alternativa al “desastre” del dominio conservador que inauguro la Thatcher y siguió su mejor discípulo, Tony Blair, que muy bien podía representar su opuesto. Hay muchas maneras de conocer a Stephen y una de ellas es el cine, gracias a una magnífica película La teoría del todo (The Theory of Everything,  James Marsh, 2014) con unas magníficas interpretaciones, y un contenido que resulta muy por encima de las reacciones conservadoras.

Seguramente en este repaso resulte obligado por comenzar por el debate de la ciencia contra los negocios religiosos. Se trata de una “guerra” con capítulos tan célebres como el de Galileo Galilei , anotemos que  mejor Galileo fílmico quizás sea el de Liliana Cavani (RAI 1968), con un soberbio Ciryl Cusack; a anotar la olvidada aproximación sobre Giordano Bruno (Giuliano Montaldo, 1973), así como la adaptación de la controvertida versión de Brecht,  Galileo Gelilei (Joseh Losey, 1975), obra con la que según análisis de Isaac Deutscher, según el cual autor trató de justificar su actitud ante de no oposición al estalinismo.No olvidemos que la Iglesia sigue siendo necesaria para el sistema, aunque no sin serios desajustes en un sentido u otro; anotemos que, en un primer momento, el mandarín neoliberal Jean-François Revel escribió un áspero alegato Ni Marx ni Jesús (Plaza & Janés, 1973), que no tuvo continuidad. Entre otras cosas porque el Vaticano, sobre todo con Wojtyla, se mostró un aliado sin escrúpulo alguno, baste anotar sus sintonías con Pìnochet. Esta connivencia se hace desde el rechazo de las aportaciones de Charles Darwin, cuyas aportaciones significaron una “declaración de guerra” contra las variantes míticas y religiosas planteada desde El origen de las especies (1859), obra que persiste en el centro de una contienda que hay que ganar en todos los terrenos.

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